Aunque parezca un lugar común, en mis 45 años de periodista he aprendido que la calidad de una entrevista depende del que pregunta. Y después de leer El otro lado del catalejo, puedo recomendar la lectura de este libro publicado por la editorial Pablo de la Torriente Brau, de la Unión de Periodistas de Cuba.
El catalejo posee dos extremos: uno pertenece al observador y el otro al observado. Y por esa razón el título descuella por su exactitud para nombrar un libro de entrevistas. Resalta como el primer acierto de este volumen cuyo autor es el poeta y periodista Waldo Leyva, nacido en Remates de Ariosa, Las Villas, en 1943. Del lado de allá del catalejo, se presentan, entre cubanos y extranjeros, nueve personajes de las letras.
Por lo antes dicho, el lado más sensible, incluso riesgoso, pertenece al que busca, elige y juzga. Porque es quien, a fin de cuentas, escoge al entrevistado, hace las preguntas y selecciona de las respuestas lo que considera más útil e interesante. Desde luego, el riesgo básico del entrevistador radica en que las preguntas sean tan comunes, tan baladíes que no generen respuestas capaces de atar al lector a cuanto dice el entrevistado. Ello equivaldría a un «suicidio» profesional.
Waldo Leyva queda incólume. A su vez, el lector quedará enriquecido al leer el vivaz diálogo que el entrevistador sostiene con escritores y poetas, y un actor, también poeta. Responden Jesús Orta Ruiz «el Indio Naborí»; Luis Ortega, agudo periodista cubano que residió en Estados Unidos muchos años, y vino a Cuba varias veces, y dos narradoras nacidas en Cuba. También el colombiano Juan Manuel Roca, y otros poetas de América Latina y de España.
Salvo Sergio Corrieri, que habla esencialmente de teatro, y Luis Ortega, sobre todo de política, los demás responden básicamente a interrogantes sobre literatura. En particular, las respuestas acerca de la poesía sobresalen por su interés. Veamos una cita del poeta español Luis García Montero: «Cuando buscando palabras para explicarte con el otro, llegas a saber cosas de ti que antes te pasaron inadvertidas, por eso entiendo la poesía como un ejercicio de hospitalidad…». Tal vez exagere, pero ante esta frase bajamos la cabeza y… empezamos a reflexionar.