Irina y Eusebio. Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 21/09/2017 | 06:55 pm
Irina Bokova, la directora general de la Unesco, camina los escasos pasos entre el automóvil de protocolo y el anfitrión que la recibe. Se quita las gafas de sol para saludarlo. Es casi el mediodía en la Plaza de Armas de La Habana Vieja.
Eusebio Leal, enfundado en su «armadura» gris, como él mismo describe sus prendas, acoge a la visitante e invitados.
Recorren el Palacio del Segundo Cabo. Leal explica a Bokova cada detalle. De historia y de restauración. Ella asiente. El guía la conduce a la planta alta. Los sigue una estela de periodistas, funcionarios, curiosos. El historiador muestra los salones y regresa al vestíbulo de la planta baja.
Salen a la vía empedrada. Caminan al costado del edificio, por la calle Tacón, hasta la muralla de mar. Una zanja en la tierra exhibe, cubierto por siglos de mugre, un muro centenario que alguna vez fue la frontera con el agua. «Haremos un proyecto aquí, con puentes y jardines, para rescatar el lugar», comenta el Historiador de la Ciudad.
Tras la breve escala, arriban al Palacio del Marqués de Arcos, recientemente retocado y nueva perla de La Habana Vieja. Leal sube y baja escaleras. Hace chistes. Lisonjea. Toma de la mano a Irina para sortear el escalón. En una sala de la tercera planta, con el olor aún fresco de la madera, le ofrece la medalla conmemorativa por la restauración del inmueble. Está fundida en plata y bronce. Son solo 25 piezas. «Le entrego la número dos a usted. La uno se le concedió al Jefe de Estado», explica. Un ramo de flores. Un beso. Fotografías. Y nuevamente a la calle.
Ahora entran al Museo de la Orfebrería, al final de Obispo. Los turistas miran curiosos. Algunos reconocen a las personalidades. El historiador enseña una placa. Él mismo la puso en ese muro hace tres décadas y media. Sutil evidencia de constancia. Llegan nuevamente a la Plaza de Armas. Se despiden. Irina Bokova musita unas frases de elogio. Que se va «complacida», que es «muy grande la obra», que «muchos éxitos». Y acto seguido las últimas palabras, casi en la puerta del automóvil:
—Le deseo muchos años y salud, Leal.