Lilliam cedeño obra de la exposición Whatever de la bienal habana. Autor: Hugo García Publicado: 21/09/2017 | 06:34 pm
Matanzas.— Anda rápido, con una inquietud singular. Viste juvenil, a la moda. Pequeña de estatura, Lilliam Cedeño Cedeño crece cada día en su ámbito creativo. Al revisar su obra, constatamos su participación en 34 exposiciones colectivas de artes plásticas y en 14 personales. Nació en Camagüey, el 20 de junio de 1985 y estudió en la Academia Vicentina de la Torre, de esa provincia. Luego ingresó en el Instituto Superior de Arte (ISA), donde se graduó en 2011.
«Nací en Jicotea, un pueblo pequeño de la periferia de la provincia de Ciego de Ávila. Fui una niña un poco retraída y criada por mis abuelos y padres. Vivía rodeada de caballos y vacas, rodeos y carreras de caballos. Sin embargo, mi gente me llevaba siempre hacia la lectura, a la búsqueda. Así descubrí el dibujo, gracias a los juegos asociados con el trabajo manual, que eran de mis preferidos, como recortar una cuquita o moldear algún muñeco de plastilina», me cuenta esta joven, mientras conversamos en la biblioteca de la Escuela Profesional de Artes Plásticas de Matanzas, cerca del aula donde imparte clases.
«Me gusta pasar tiempo con mis amigos, vivo frente al mar y me encanta nadar. Creo que esa es una de las razones por las cuales no podría vivir lejos de Cuba, lejos del mar. Me agrada ver una buena película, leer, sobre todo poesía; reviso con frecuencia la obra de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, la de la poetisa matancera Laura Ruiz…».
—¿Por qué te inclinas por la Pedagogía?
—Mi mamá es profesora de Español y Literatura, mi tía abuela, de Geografía, mientras mi tía se mueve en el mundo de la Defectología. Es algo que vivo desde la familia. Me preparé en un taller nombrado Arte de hoy y sus nuevos medios, que imparto desde el 2013 para los estudiantes de tercer año de la academia.
«La pedagogía es un ejercicio que te enamora, porque das y recibes mucho, creo que lo esencial es mostrarles a tus estudiantes las herramientas que les permitan establecer un discurso. El taller vincula la teoría, la práctica y los ejercicios que desarrollan la creatividad del estudiante».
—Siendo contemporánea con tus estudiantes, ¿cómo te ganas el respeto de ellos?
—Lo primero que propicia el respeto en el arte es el trabajo del artista. Con mi trabajo sí que no juego. Desde ahí se forma el respeto.
—¿Cómo resultó tu experiencia en el ISA?
—Llegué al ISA después de estudiar la especialidad de Pintura en el nivel medio. Al llegar a la Universidad se produjo un cambio. Recuerdo los ejercicios intensos que realicé en primer año, que ayudaron a entender que en el arte era fundamental la idea, el concepto que se desea defender, el discurso que te conecte con la sociedad y con tu generación, con tus vivencias. Es esto lo que al final te lleva a determinados materiales y medios que te permitan ser más efectivo a la hora de expresarte.
«A partir de esa comprensión, comencé a incursionar en otras disciplinas con las que nunca había experimentado, como la fotografía y el video, la instalación, el collage, que ahora es una de las técnicas con las que más trabajo en la actualidad».
—¿Qué es el arte para ti?
—Una experiencia viva. Una obra me lleva a otra, una serie a otra, y constantemente cierro etapas e ideas, con una muestra personal o colectiva; es una manera de crecer y evolucionar.
«Para mí conlleva un compromiso social elevado, ese mismo compromiso que tenemos los jóvenes y todos los que nos identifiquemos con un país o con una generación, que tengamos sentido de pertenencia por las cosas; el compromiso de los que quieren transformar lo que no está bien».
—¿Con qué se conecta Lilliam a la hora de crear?
—En mi caso, el cuerpo humano, su anatomía, nunca ha captado mi atención, ni ha estado entre mis intereses formales o conceptuales. Siempre voy al individuo y hago una búsqueda sobre él, pero desde lo antropológico.
«Recuerdo un texto que afirma que frente a la creación de un artista se debe buscar dentro aquello que está oculto, que no es tan evidente, para descubrir su verdadera vocación, su verdadera necesidad. Esa búsqueda, esa necesidad de conectar con el individuo, con el universo, es una de las razones fundamentales que tengo para trabajar».
—¿Te sientes realizada como artista joven?
—Es muy pretencioso decir que uno se siente realizado cuando se tiene 30 años, sin embargo, he tratado de vivir mi obra al límite; intentar llevar a término cada una de las ideas que me inquietan, que captan mi atención, porque el después es distante. Por eso me entrego día a día. Tiene que ver con mi personalidad: soy hiperactiva, tal vez por eso acumulo mucha experiencia y mucha obra. Me preocupa perder el tiempo.
—¿La AHS matancera es hoy más inclusiva? ¿Cuánto le has aportado en ese sentido?
—El formar parte primero del ejecutivo de la AHS en Matanzas, y luego haber sido elegida como su presidenta, ha marcado mi vida. Veo la AHS como una superación. Por lo general en el arte, los gremios no se mezclan entre sí. Están los escritores, los pintores, los actores..., pero en la Asociación me he podido nutrir de la experiencia de todos, porque es una gran familia, pero no disfuncional, sino de esa que actúa, que crea junta. Eso es algo que me gusta, porque soy un ser humano inclusivo, que prefiere sumar y a quien le cuesta restar.
«Claro, es una responsabilidad muy grande, porque todos esos artistas jóvenes confían en mí, esperan que mi voz sea la de todos ellos, y que con ella haga valer nuestro pensamiento como generación y, al mismo tiempo, defender nuestro derecho a ser parte de la cultura cubana, pero consciente de que ese espacio solo se gana con una obra verdadera.
«Estoy clara de que he asumido esta responsabilidad dentro de una organización que está punto de cumplir 30 años y que ha recorrido un largo camino. Entonces me toca velar porque el mismo no se fracture, porque no se pierdan las imprescindibles relaciones que debemos sostener con las instituciones de la cultura. Si hay alguna que aún no nos acompaña, debemos ir entonces por ella».
—¿Aceptar la presidencia de la AHS en Matanzas no ha atentado contra la creación artística?
—Para nada, cierto que me roba tiempo, pero lo transformo en experiencia, en energía. Cada vivencia la incorporo a mi trabajo como artista, como intelectual. Sinceramente, no siento que asumir la presidencia me haya limitado, al contrario: me ha nutrido de experiencias, me ha ofrecido una visión más global de lo que representa la política cultural del país, por ejemplo.
«Es verdad que el tiempo a veces no me alcanza, por eso trato de aprovechar cada instante. Ello me ha obligado a organizarme como persona, a nivel de prioridades».
—¿Te ha resultado difícil dirigir a tantos jóvenes diferentes?
—No, la verdad. Quizá por mi carácter, porque me gusta escuchar y observar; ejercicios que me vienen de la pintura. Creo que ha sido importante que cada decisión que he tomado ha sido antes sometida a la valoración del ejecutivo; una manera de actuar que me ha dado más seguridad, porque sé que quienes conforman los ejecutivos son también artistas. Para mí ha sido fundamental interiorizar que la Asociación no solo se limita a su sede, es decir, a la Casa del Joven Creador, sino que ella está donde están los jóvenes que la integran.
—¿Cómo aprecias tu futuro como artista de la plástica en Cuba?
—Nunca he pensado en mi futuro, vivo mi hoy y mi presente. Por supuesto que hay cuestiones que sé cómo ocurrirán, porque las siento. Me veo al menos viviendo en mi país, porque soy muy apegada a mi imaginario, a las tradiciones cubanas, a mi familia, que son elementos que necesito para respirar.
«Simplemente me veo como la persona que soy, que trato de dar lo mejor de mí a mi obra y cada proceso que vivo, y a cada responsabilidad que asumo».