Barabara Hendricks, intérprete sobresaliente de Mozart, Puccini, Schubert y Brahms. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 06:31 pm
Barbara Hendricks, la gran soprano norteamericana, actuará en Cuba. Su voz se adueñará de la Basílica Menor de San Francisco de Asís el próximo jueves, a las 6:00 p.m., con el acompañamiento de la Camerata Romeu, y la complicidad, además, de Magnus Lindgren (clarinete y saxofón) y de Ulf Englund (guitarrista), quienes han sido invitados especialmente para esta presentación aquí de la también reconocida intérprete de jazz y activista pro derechos humanos, quien ha asegurado que su fuerza ha radicado en «haber sido pobre y discriminada».
Les nuits d’été se nombra este primer concierto de una de las cantantes más célebres de Estados Unidos —nació en 1948 en Stephens, Arkansas—, que tendrá lugar como parte del Mes de la cultura francesa en Cuba. Un buen momento también para celebrar los 40 años de que debutara en el teatro de ópera de San Francisco, defendiendo el papel de Amor, en la Coronación de Popea, de Monteverdi, después de haber estudiado en la Juilliard School de Nueva York. El impulso para que iniciara en lo adelante una carrera en verdad notable vendría, en ese mismo 1976, con la primera grabación completa que se realizara de Porgy and Bess, de Gershwin, bajo la dirección de Lorin Maazel.
Graduada además en Matemáticas y Química, la Premio Príncipe de Asturias de las Artes (2000) se sitúa entre las intérpretes más sobresalientes de Mozart, Puccini, Schubert y Brahms. Hija de un pastor metodista y una maestra, creció rodeada de pobreza. «Me tocaba trabajar: planchar, fregar, cocinar, pero tenía la naturaleza, y ese era mi reino», contó en una entrevista.
Entonces recordó el momento en que descubrió que «estaba considerada una ciudadana de segunda categoría», y señaló el 4 de septiembre de 1957 como la fecha en que tomaría conciencia de ello. Sucedió lo que jamás había pasado: pusieron a estudiar a negros en una escuela de blancos. «Arkansas era uno de los estados del Sur más progresistas y decidieron que la escuela de Little Rock sería la primera».
Fueron tiempos difíciles, pero ayudaron a formar su personalidad. «Había miedo, pero también mucha energía y esperanza. En 1968 yo tenía 20 años, una época fantástica para tener esa edad: empezó mi lucha por los derechos civiles...».
A esa edad, ya Barbara era matemática, un conocimiento que siempre ha agradecido, porque le ha servido para todo en la vida, asegura, «ya que te enseña a razonar, a resolver problemas. Pero sobre todo me ha dado disciplina para mí misma, una disciplina que no es para nada opresiva sino que me facilita ser libre».
Lo del canto surgió más tarde, explicó en una ocasión esta destacada artista, quien el venidero 12 de mayo deleitará nuestros oídos con temas como Les nuits d’été, de Héctor Berlioz; la Aragonesa y la Habanera de la ópera Carmen, de George Bizet; Le parapluies de Cherbourg, de Michel Legrand; y La vie en rose, de Edith Piaff, por solo mencionar algunos. «Por encima de todo quería una educación. Todavía hoy una niña puede recibir un tiro en la cabeza por querer educarse: sigue siendo algo por lo que luchar. Yo cantaba en la iglesia y en el coro de la universidad. Un señor me escuchó y me ofreció una beca para estudiar en una escuela de verano en Aspen, Colorado, y así empezó todo».
Claro, el escenario le atrajo con tanta fuerza que ya no hubo marcha atrás. «Quise probar si tenía talento, y al final acabé dedicándome a cantar. La música me eligió a mí, y no al revés. Y no lo pude evitar. No fue una opción, sino una vocación a la que no pude oponerme».
Para la Hendricks su aprendizaje fundamental «ha sido ser honesta conmigo misma, y para eso he debido aprender a escucharme; pero lo más importante es no tener miedo, y eso no es fácil».
Su interés por la música toda: la ópera, el jazz, el góspel, el blues.... se lo explica de la siguiente manera: «Los diferentes estilos son como hablar distintas lenguas y me siento afortunada por poderlos cantar. Todas las formas de la música hablan de lo mismo: de las emociones, de los sentimientos sobre la vida».
Aplaudida en los escenarios más importantes del mundo, Barbara ha tenido la oportunidad de ser dirigida por Karajan, Bernstein, Giulini... «Un orgullo, desde luego, y un lujo que no olvidaré jamás. Lo más importante es lo que aprendí de ellos. La experiencia con Bernstein fue de las más bellas, tanto por su exigencia como por su humildad. Y de Karajan: ¿qué puedo decir? Ha sido el mejor director, lo que hizo por la música es irrepetible. Yo he tenido el honor de trabajar con los más grandes directores del siglo».