Bladimir Zamora. Autor: Cortesía de la Editora Abril Publicado: 21/09/2017 | 06:31 pm
Si hubiera podido nacer en El Caimán Barbudo, Bladimir Zamora Céspedes lo hubiera hecho. Amó esa revista desde que estudiaba en su Bayamo natal. Cuando llegó a la Universidad de La Habana, muy rápido tocó a sus puertas y se le abrieron como colaborador en los años 70.
Fue en 1984 o 1985 que formó parte oficial de la plantilla de una revista que convirtió en su razón de ser. Porque si todos los que hemos pasado por esa redacción nos llamamos caimaneros, el Blado no se llamaba, lo era.
Fundador en los 80 de una peña mítica a la que se iba a discutir de lo humano y lo divino, jóvenes periodistas, poetas, pintores, actores. Luego, cuando no hubo papel, fue el alma del caimán hablado, y desde hace unos años, semanalmente en la casa de la Egrem se reúnen trovadores y poetas a cantar y debatir, esencia de esa revista que este año cumple medio siglo.
El Blado escribía de música, especialmente de la trova, en la que devino un experto reconocido en Cuba, España y otros países. Poeta de lo cotidiano y promotor incansable de cantores y poetas bisoños, mediante la sección Por primera vez, ideada por él, dio voz a creadores casi niños que hoy son reconocidos en ese difícil arte de hacer poesía.
Cubano raigal, defensor de la Revolución, crítico de todo lo mal hecho, con la valentía a toda prueba por defender un criterio, con su actuar mostraba la estirpe bayamesa, donde mejor cuajó la nacionalidad cubana y nació hace 65 años —según Fidelito Díaz Castro, 64 me dijo él hace unos días—, cuando preparaba el viaje a la capital para celebrar las cinco décadas de su querido saurio.
Esas y otras miles de razones, hacen que hoy el Caimán esté de luto. Aunque sin abandonar las buenas canciones, una rica discusión y un brindis por el Blado. Por ello, la peña Trovando, que él fundó hace siete años en el Patio-Bar de la Egrem, ubicado en San Miguel 410 entre Campanario y Lealtad, el próximo miércoles 11, entre cinco y ocho de la tarde, será dedicada al más longevo y lozano de los caimaneros, para rendirle tributo a su manera, es decir, entre canciones, poesía y ron.
(Tomado de El Caimán Barbudo)