El proyecto ha demostrado que el teatro es un arma de defensa cultural y de progreso social. Autor: Facebook Publicado: 21/09/2017 | 06:02 pm
En alguna ocasión leí que los locos abren los caminos que más tarde recorren los sabios. Resulta que la frase le queda como anillo al dedo a un grupo de teatristas que cada 28 de enero inician una travesía de 34 días, para propiciar un enriquecedor intercambio cultural montaña adentro.
La Cruzada teatral Guantánamo-Baracoa pasó de ser una experiencia con un destino quizá incierto en sus momentos fundacionales —a principios de la década de los 90 del pasado siglo— para convertirse en un suceso cultural que los pobladores de las zonas más intrincadas del territorio guantanamero han incorporado a su vida espiritual a lo largo de 25 años.
Ury Rodríguez, uno de los más fieles y curtidos participantes e impulsores de esa travesía teatral, conversó con Juventud Rebelde acerca de las sorpresas que los cruzados tienen preparadas para este año, por las celebraciones de la vigésimoquinta edición de ese proyecto artístico.
Fin al silencio
En el otrora grupo de teatro Esopo nace la idea de recorrer parte de las serranías de la más oriental de las provincias, llevando el teatro a las llamadas zonas de silencio que se encuentran enclavadas en los municipios de Manuel Támez, Yateras, San Antonio del Sur, Imías, Maisí y Baracoa, rememora el actor y narrador oral.
El recorrido teatral fue una alternativa ocurrente ante la necesidad de fortalecer el quehacer cultural en zonas rurales y de difícil acceso, en tiempos en los que el país atravesaba una compleja situación económica.
«Lo maravilloso es que lo que fuera una suerte de aventura diferente devino una excelente estrategia de presentación y comunicación; una peculiar forma de compartir y llevar el arte por caminos poco transitados. El sustento fundamental ha sido el público, pues decidió que nos mantuviéramos a lo largo de todos estos años. Además, para nuestra suerte, empezó a formar parte del universo de creación de cada uno de los grupos, teatristas e investigadores que se han sumado a este empeño».
Tal vez sea fácil hablar de esa marcha intrépida. Sin embargo, en su interior abundan las complejidades. Para que se tenga una idea, estas personas visitan alrededor de 200 comunidades y transitan cerca de 400 kilómetros con lo necesario en mochilas, con ayuda de mulos o de un camión que ahora los acompaña. En ocasiones, explica Ury, para llegar a una localidad hay que caminar diez kilómetros a la ida y otros diez a la vuelta. Dormimos en los poblados, cocinamos nosotros mismos nuestra comida y hacemos vida de campaña.
La Cruzada, que en esta ocasión se dedica a los 45 años del Teatro Guiñol de Guantánamo y a la presencia del títere, ha fructificado dentro y fuera de la Isla, asegura Ury Rodríguez. El creciente número de participantes así lo demuestra. En esta edición figuran agrupaciones de España, Dinamarca, México, Brasil, Colombia, Estados Unidos y Senegal. Ellos se unirán a otros conjuntos ya reconocidos del patio como El Arca y Guiñol, de La Habana; Teatro de Luz, de Camagüey; Teatro Andante, de Granma; y La Barca, Guiñol, Teatro Ríos y Campanario, de Guantánamo.
«Este año queremos que las cosas tengan una mirada de reflexión y búsqueda, queremos armarnos de nuevas herramientas para fortalecer la cruzada. Creo que pasados los 25 años se abre una nueva etapa».
Como parte del programa se realizará el coloquio Teatro y comunidad, con la particularidad de que estudiantes graduados de la carrera de Estudios Socioculturales presentarán sus trabajos de Diploma, para compartir los resultados de investigaciones realizadas en comunidades donde la Cruzada ha transitado y mostrar el impacto que el proyecto ha tenido durante un cuarto de siglo.
La expedición, Premio Nacional de Cultura Comunitaria, nos remite, inevitablemente, a un continuo proceso de transformación cultural conducido por el desarrollo del gusto estético y la capacidad de apreciación teatral.
«La cruzada ha ayudado a reformularnos muchas cuestiones y a transformar espacios y percepciones. Esa realidad se hace evidente en la forma en que hemos ganado en organización y buscado mejores estrategias para brindarle al público conocedor y no conocedor herramientas para fundamentar sus propias creaciones», expresa el artista.
El teatro necesario
Ury Rodríguez comenta entusiasta que «la misma gente dice que si la cruzada no va, ellos la van a buscar, porque forma parte de su universo espiritual y cultural».
El integrante y director artístico de la agrupación La Barca está convencido de que se baja de la serranía con más de lo que se sube. «Es siempre enriquecedor poder conocer las tradiciones y la forma de vida de los pobladores de la montaña. Nos vamos con más información porque siempre hay algo nuevo que aprender, y eso se incorpora a la creación».
En el panorama escénico de los últimos años la cruzada se ha convertido en uno de los escenarios más importantes del teatro cubano, no solo por su singularidad, sino por la capacidad de propiciar un intercambio y presentación de espectáculos que se nutre directamente de esa cercanía especial con el público, que a su vez interviene en el proceso creativo y lo complementa.
La cruzada ha tomado y alzado esa fe sustentada en el vínculo franco y espontáneo —afirma Ury. Ha reclamado los públicos que necesita el teatro y ha demostrado que esa manifestación del arte es también un arma de defensa cultural y de progreso social. La prueba late en las montañas, donde una obra de amor se convierte en parte del «teatro necesario» al que no se debe renunciar.