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Mi fin es comunicar

El artista cubano, Maykel Herrera, conversa con Juventud Rebelde acerca de su exposición Sintonía de un patrimonio, que quedará inaugurada el venidero 26 de enero en la Casa museo Carmen Montilla, ubicada en el Centro Histórico de La Habana

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

«Maykel Herrera es un artista que, desde su obra, mantiene una preocupación constante por comunicar ideas: las inquietudes del hombre común, y las más simples y cotidianas vivencias, son parte de su arsenal creativo». Así lo reitera la reconocida periodista y crítica de arte, Estrella Díaz, desde las palabras del catálogo de Sintonía de un patrimonio, exposición de este importante creador que quedará inaugurada el venidero 26 de enero, a las 5:30 p.m., en la Casa museo Carmen Montilla, ubicada en el Centro Histórico de La Habana; y motivo por el cual ahora es invitado a conversar con JR.

—Maykel, ¿por qué una exposición dedicada a Habana Radio?

—Hace aproximadamente un año, después de que dejara inaugurada La verdad parece un cuento, con la cual quise reconocer la exquisita labor de la revista Opus Habana, Estrella Díaz me convidó a que me uniera también a la celebración del nuevo aniversario de esta destacada emisora, a partir de que conoce mi cercanía a los diferentes proyectos que lleva adelante la Oficina del Historiador de La Habana, encabezada por el Dr. Eusebio Leal. Y por supuesto que acepté de inmediato, consciente de que tendría que trabajar arduamente para poder entregar estos lienzos elaborados en los más diversos formatos y técnicas.

«Entre las tantas razones que me decidieron a preparar esta expo se halla el hecho de que fue Habana Radio, con Magda Resik al frente y la colaboración de la misma Estrella, el primer medio que me ofreció la posibilidad de dar a conocer de una manera más amplia mi quehacer como artista, la filosofía que defiende mi obra desde el punto de vista conceptual. Esta emisora me abrió sus puertas y, a partir de ese momento, mi carrera comenzó a crecer.

«Estamos hablando, además, de una emisora que en el ámbito social tiene un peso trascendente. De ahí que Sintonía de un patrimonio va más allá de un homenaje, pues se ha propuesto, como ella lo hace, llegar al espectador del modo más efectivo posible, para dialogar con él y provocarlo a la reflexión, a que piense en las cosas que suceden a su alrededor. Yo no dejo de sentirme un hijo de mi tiempo, y es mi responsabilidad contribuir al mejoramiento de la raza humana, invitarlos a que cuidemos ese patrimonio que debemos ver no solo como esos bienes que nos rodean, sino también como ese bien individual, lo que somos como personas, y que encierra tanto las luces que poseemos como nuestras oscuridades.

«Entonces, Sintonía de un patrimonio constituye, una vez más, un llamado a la reflexión. El mundo necesita que detengamos las guerras, las hambrunas, la violencia, la pobreza, los saqueos, las desigualdades..., y ello exige que revisemos nuestro mundo interior y que amplifiquemos nuestras voces para que seamos escuchados.

«Quizá sea en las obras donde está la presencia de diferentes tipos de micrófonos en las que se observe más evidentemente mi homenaje, al estilo de aquellos lienzos que integran la serie Alto que no se oye o como Un pingüino indiferente y Un minuto de silencio, por cierto la única concebida con anterioridad. Sin embargo, tanto en estas como en el resto, mi interés fundamental es profundizar en la esencia del ser humano.

«En Sintonía... me refiero a ese patrimonio que debemos cuidar y revisar continuamente: la moral, la ética, la doble moral, la hipocresía, la indiferencia..., aspectos sustanciales que me preocupan. Por esa razón incluí un cuadro titulado Huerto de Getsemaní, donde tiene prominencia la figura de Ernesto Che Guevara, cuyo ejemplo nos convida a mirarnos por dentro».

—De todas maneras, la radio no te es ajena como medio...

—Me identifico mucho con la radio y con el resto de los medios, porque mi objetivo principal es comunicar. Ese es mi fin: transmitir ideas. Al artista, al creador que soy, no le interesa que mi obra sea tomada como algo decorativo y se acepte únicamente por sus valores estéticos y formales. La ética resulta primordial para mí. Ese romanticismo, esa dulzura aparente que envuelve mi obra, no es más que el pretexto para desplegar un concepto, para plantear un discurso.

«Y sí, soy muy cercano a la radio. De hecho, esta no es la primera vez que realizo una exposición relacionada con este mundo, pues durante la I Bienal Internacional de la Radio organicé otra colateral al evento, al tiempo que me desempeño como colaborador, por ejemplo, en la revista cultural Así, de Radio Rebelde, donde mantengo un espacio para hablar sobre lo que sucede en materia de las artes visuales dentro del panorama cubano e internacional».

—Observo Sintonía para un patrimonio y me percato de que en ella aparecen diferentes series...

—Efectivamente, en Sintonía... no incluyo solo la serie Alto que no se oye, sino también Príncipes enanos (con obras como Ciudad de Dios, Insularidad, Jardín de agua salada, Las heridas de la tierra, Miedo...) y Pespuntes negros (Champion). Esta diversidad en cuanto a códigos, iconografías, colores, tonos, técnicas, la manera en que aprovecho la iluminación, la escenografía, responde a mis deseos de llegar al espectador por todas las vías posibles. No se trata de una retrospectiva.

«Es evidente que después de cierto tiempo, uno hace una revisión de lo que ha hecho y desecha lo menos necesario, mientras se reencuentra y retoma lo que le fue útil, que ahora puede regresar con una connotación diferente. Eso es lo que me pasó en Sintonía..., que de cierto modo se puede ver como un resumen de mi carrera.

«En mi caso, no he podido desentenderme de series anteriores al estilo de ...Luego existo o Ysla forever, las cuales hablan sobre la identidad (y, por supuesto, sobre ese patrimonio personal al que hacía referencia), o como aquella en la que pinté retratos muy sugerentes y conceptuales, y que me funcionó a la hora de concebir, por ejemplo, Huerto de Getsemaní. Solo tuve que recontextualizar la idea.

«No obstante, no creo que me esté repitiendo, lo cual es un desafío. Me mantengo muy atento a cada obra que está por nacer y velo por que siempre haya renovación, pero soy coherente con mi discurso».

—A veces se plantea que tu obra puede llegar a ser demasiado linda, «complaciente»...

—No niego que mi obra en este momento se apoya en discursos visuales que algunos podrán clasificar como «complacientes», pues existe en ella una especie de regodeo, de coqueteo con patrones académicos que sí satisfacen a un público más amplio. Como mismo he hecho performances, instalaciones, intervenciones...; piezas muy atrevidas en lo formal y lo conceptual, desde hace un tiempo a la fecha he vuelto a retomar con mucha fuerza la pintura, una herramienta que he podido manejar a mi antojo y que he podido utilizar en función del contenido.

«¡¿Que mi pintura puede ser “linda”?! Sí, y ¿qué tiene de malo eso? Lo hago de una manera intencional, pues pongo todos mis conocimientos técnicos en los que se funden desde la academia más rigurosa de un Leopoldo Romañach y un Joaquín Sorolla, hasta la pintura más gestual y agresiva de un Jackson Pollock, en función de hacer llegar “dulcemente” un mensaje. Y todo es una “manipulación” que me permite atrapar al espectador.

«En mis creaciones coexiste, creo que de forma armoniosa, esa dualidad. En mis retratos se puede apreciar tanto una transparencia visual, como una textura muy agresiva, un chorreo, una mancha..., y esos extremos conviven sin “ruidos” dentro de una misma escena. Lo hago a conciencia para, a través de la ironía, conseguir que sea menor la resistencia de un público al que quiero poner en mi ring, a jugar en mi terreno».

—Recién comienza el 2013, ¿cuáles son los proyectos de Maykel para este año?

—Bueno, soy de esos artistas que no se permite realizar una exposición y mostrarla fuera de Cuba antes de que se vea en mi maravillosa Isla. Entonces, Sintonía de un patrimonio, que permanecerá un mes en la Carmen Montilla, viajará luego a Europa. Primero a París y después a Londres.

«Terminando aquí parto hacia mi tierra, Camagüey, en los primeros días de febrero, para participar en el Salón de la Ciudad. Allá presentaré una expo que ya se conoció hace un tiempo, Fiesta de príncipes. En este caso, personalidades como Silvio Rodríguez, Sara González, Carlos Varela, Amaury Pérez, Gerardo Alfonso, Liuba María Hevia, Carlos Ruiz de la Tejera, José Rubiera, Iván Pedroso, Albertico Pujols, Blanca Rosa Blanco y Franco Carbón, premio nacional de la Radio, trabajaron (dibujaron, escribieron frases, etc.) sobre diferentes reproducciones de obras mías...

«Asimismo, estoy preparando un megaconcierto, con la dirección artística de Julio Acanda, donde intervendrán Polito Ibáñez, Raúl Paz, Raúl Torres, David Blanco..., el cual se prevé que tenga lugar el próximo verano, en el teatro Karl Marx (soñamos que se pueda extender por el país). Será un tributo a Ghandi en el que imbricaré mi obra pictórica y mis audiovisuales. Esta presentación tiene como objetivo recaudar fondos para las Casas de Niños sin Amparo Filial y los hospitales oncológicos infantiles».

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