Osdany Morales, escritor cubano. Autor: Fer Figheras Publicado: 21/09/2017 | 05:19 pm
Osdany Morales se considera un escritor que no siente predilección por un género literario en particular. Sin embargo, manifiesta que la literatura negra le resulta muy atractiva: «Es el bar de mala muerte donde confluyen casi todos los géneros». Los ingredientes que le llaman a leer historias de un tirón y no abandonarlas son aquellos que envuelven el erotismo, el exotismo y el melodrama. Ha leído lo suficiente a Bolaño, Chandler, Ellroy, Dostoievski, Joyce y Lezama, para llegar a tener claro que la clave para hacer creíble a un personaje en un texto literario radica en que el lector visualice una autonomía y una astucia, que al parecer, llegue dirigida por el autor, logrando que este, como relator último, tenga que dejar solo a su protagonista, tal vez ofreciéndole algunas pistas de la historia, como un contrato que ambos deben respetar.
Muy joven ganó el Premio David en 2006 por el volumen de relatos Minuciosas puertas estrechas (Ediciones Unión, 2007), y más tarde el importante Premio Internacional de Cuento Casa de Teatro 2008. Ahora, con Papyrus, su segundo libro de ficción, Osdany Morales acaba de conquistar el importante Premio Alejo Carpentier 2012.
—Al ganar el Premio Alejo Carpentier, te convertiste en el autor más joven que lo consigue. ¿Cómo unes tu nombre al del Alejo Carpentier narrador?
—Trato de no hacerlo. El premio como homenaje a un escritor fascinante, de tanto peso en la literatura latinoamericana, hace que recuerdes también el modesto lugar que tú ocupas, como sucede en la última película de Woody Allen, Medianoche en París, donde un escritor contemporáneo recorre el tiempo y puede conversar con sus padres literarios. Sería más provechoso, por ese camino, preguntarnos qué pensaría Alejo Carpentier de los Premios Alejo Carpentier. ¿Cómo los leería?
—El jurado que premió tu libro Papyrus destacó una limpieza en su escritura poco común en la narrativa cubana contemporánea. ¿Qué te preocupa más: la forma o el contenido de tus cuentos?
—En la ficción, tal como me gusta leerla, la forma y el contenido no suelen ser categorías independientes. El género cuento ha sufrido por mucho tiempo el peso de ser considerado una forma terminada. En cualquier caso, no considero que Papyrus sea, en rigor, un libro de cuentos. También lo es, seguramente. Pero ojalá que al mismo tiempo pueda ser leído como una novela, como un cuaderno de apuntes, o en último caso como un mecanismo que genera sus propias ficciones.
«Cuando terminé el libro percibí que lo había escrito como una despedida al libro objeto tal como lo conocemos. Especialmente, con cierta nostalgia por la experiencia de la lectura, de la materialidad de un volumen y otros hábitos que están por ocupar otro plano que llegará creo, con la consagración de nuevos formatos».
—Tu anterior libro Minuciosas puertas estrechas obtuvo el Premio David de Cuento en 2006. ¿Dirías que Papyrus traza una línea de continuidad en tu obra?
—Es posible que puedan encontrarse varias conexiones entre los primeros relatos y ciertos argumentos que se mueven por este, pero podría decirse que ese no ha sido un proceso consciente. La continuidad de una obra podemos considerarla a veces como un posicionamiento de lectura: al leer un texto actualizas una interpretación y desde ahí mides las próximas entregas de ese autor, pero a veces están muy distanciadas. Aunque existen temas que me imagino reaparecen —y seguramente seguirán haciéndolo—, creo que ese interés propio y personal por una experiencia literaria termina con Papyrus. Es decir, noto que lo que estoy escribiendo ahora se va administrando de otra manera. No volveré a escribir un libro titulado Minuciosas puertas estrechas. Te lo prometo.
—Trae este nuevo libro algunos temas recurrentes en tus cuentos: el lenguaje transmedia y la presencia del cine, la experimentación en las formas narrativas…
—La experimentación siempre debería estar presente en todo nuevo libro. Cada hecho literario merece ser una apuesta por aquello que su autor entienda por literatura. Si ese concepto, la idea de lo literario, es externo a la creación de la obra, es muy probable que nos encontremos entregando al lector un texto ya agotado.
—¿De qué manera se inscribe Papyrus en la literatura que se está publicando ahora mismo en Cuba?
—Voy a usar la rabiosa recomendación de Lamborghini: «publicar sin escribir». Prefiero imaginar este libro inscrito en una literatura que se está leyendo, más que en aquella que se está publicando. Modestamente, espero que algunas de sus zonas permitan visualizar otras literaturas, mucho más atractivas que Papyrus, y de las cuales el libro no sería más que un intermediario.