Jorge Oliver Medina, leyenda de la historieta en nuestro país, prende la vela por los 30 años del Capitán Plin. Autor: Kaloian Santos Cabrera Publicado: 21/09/2017 | 05:16 pm
Cuando tendría unos ocho años, en la escuela y entre los amiguitos de mi barrio, me ufanaba de ser amigo personal del Capitán Plin. Entonces contaba algunas ingeniosidades de este personaje que no salían en las historietas que mes tras mes publicaba la revista Zunzún, o les enseñaba una postal única donde un gato verde me felicitaba por mi cumpleaños. Con exclusivas como esta lograba captar la atención de mis compañeros. Como muchos, yo era fanático de todo lo que aconteciera en la Isla del Coco.
Confieso que todo era una fantasía a medias: la postal existe, pero se la dedicaron a mi hermano mayor; el verdadero amigo es mi viejo, y no del gato verde, sino de Jorge Oliver Medina, creador de Plin y leyenda de la historieta en nuestro país, artífice de la identidad gráfica de muchas campañas de la Organización de Pioneros José Martí (OPJM) y director y presentador del programa de TV Cuadro a cuadro. Y, sobre los increíbles pasajes inéditos de Plin, no eran más que las narraciones, en la piel del gato con capa y espada, de las ocurrencias inimaginables del mismo Oliver (una especie de Leonardo da Vinci criollo y contemporáneo) que mi padre nos contaba.
Este año Plin y su mundo festejan tres décadas de vida con decenas de páginas de la revista Zunzún, 15 libros de historietas y una serie de animados para la TV. Motivos suficientes entonces para entrevistar a Oliver, mejor dicho, «a mi amigo personal, el Capitán Plin».
—¿Cómo se te ocurrió crear a Plin, un gato verde con espada, botas, capa y boina rojas?
—El gato verde no nace como Plin. Y Plin, como casi todos los protagónicos, nace como un personaje secundario.
«Yo trabajaba en el equipo de propaganda de la OPJM. Usaba la historieta como vehículo de comunicación. El problema era que cuando hacíamos propaganda en carteles, historietas..., sobre las cosas negativas, eran los mismos muchachos los protagonistas. Eso no funcionaba. Entonces buscamos un personaje secundario y se nos ocurrió que fuera un gato».
—¿Por qué?
—Pues, además de ser una mascota, es más independiente que el perro y podía volverse loco, hacer las cosas al revés y que a los pioneros les llamara la atención. Ahí salía el mensaje que queríamos transmitir.
—¿Y cuándo es que el gato se convierte en Plin?
—Resulta que Ian Ernesto, el director de Habanastation, de pequeño era muy intranquilo. Su padre, Juan Padrón, creador de Elpidio Valdés, lo entretenía haciéndole cuentos. Un buen día Juanito le fabuló que el gato verde tenía una espada y luchaba contra ratones piratas. Al otro día me hizo la anécdota y se me ocurrió crearle un mundo completo al gato. Plin y la Isla del Coco vieron la luz posteriormente; por primera vez, en el número 8 de la revista Zunzún.
—¿Cómo desarrollaste ese mundo?
—Pienso que el artista es un deudor de la sociedad. Lo que hago tiene que ser útil para los demás. Por eso digo que crecí con Plin. El personaje me ponía retos todos los meses.
«Tenía un acuerdo con Zunzún: Plin iba a tener un trasfondo de historieta y tenía que ver con algún valor educativo para los pioneros.
«Ahora, el reto fue hacerlo de manera fantástica y creíble. Nada de “ladrillos” ni teques».
—¿Y los personajes?
—Tomé de la personalidad y el carácter de alguien y lo llevé a un dibujo animado. Los personajes de la Isla del Coco existen. Ahí están mis hijos, mi esposa, amigos, gente de mi barrio o compañeros de trabajo.
—¿Por ejemplo?
—Juan Ratón Blanco, que es historiador, es Juan Padrón.
—¿Desquite por el personaje de Oliverio, el inventor en Elpidio Valdés?
—Sí; una «venganza», porque él empezó todo cuando me personificó en Oliverio Medina.
—¿Por qué las aventuras de la Isla del Coco tardaron tanto en pasar de la historieta al animado?
—Desde que comenzó la historieta me insistieron para llevarla al animado. Creí que no era el tiempo de Plin. En esos momentos no había tecnología digital y me hubiese llevado un año llevarlo a un corto de 4 o 5 minutos.
—Ahora trabajas en la serie de La Isla del Coco para la TV. Plin pasó a ser parte de un colectivo creativo de animadores y diseñadores gráficos.
—Exacto. Ahora Plin pertenece a un grupo de gente muy joven. Ellos nacieron y crecieron con el personaje. Son seguidores de él. Soy uno más del equipo.
—¿Cuándo estará lista?
—Estamos terminando el capítulo siete. La serie para la TV tiene diez y debe salir en 2012.
—¿El otro salto es al cine?
—Primero creo que tenemos una necesidad social de llenar la pantalla de la TV. Para mí es mucho más urgente en el caso de los niños cubanos. Y la otra causa es que hay que calentar la mano. Tú no puede llegar a la Serie Nacional de pelota sin haber pasado por los juegos del barrio. El largometraje sigue gravitando. Pienso que cuando terminemos el capítulo diez, que para la televisión es un buen paquete de programas, podríamos plantearnos la película.
—¿Alguna vez te apartaste de Plin o te superó el personaje?
—Trabajé muchos años en funciones de dirección, pero aun así mantuve la página de Plin en Zunzún. Confieso que todavía en las reuniones dibujo mejores gatos Plin que cuando me siento a hacer una página de historieta.
«Plin ha pasado de generación en generación. Para mí fue de un entretenimiento a un compromiso y lo dejo de hacer el día que se me acaben las historietas. Y todavía no ha llegado ese día».