En la casa de Mario Orlando (al centro) se reunían Jalime (derecha) y Alberto (izquierda) para ensayar por seis horas diarias. Autor: Roberto Suárez Publicado: 21/09/2017 | 05:00 pm
Concierto vespertino para piano, clarinete y cello, así podría nombrarse la presentación del pasado sábado de tres jóvenes instrumentistas en el capitalino Oratorio San Felipe Neri. Ellos vigilaron cada detalle, cada nota salida de las partituras. La mayoría de las obras interpretadas fueron compuestas en el siglo XX y algunas no se habían tocado en Cuba.
La idea de unirse partió del pianista Mario Orlando El Fakih. Él convidó a la clarinetista Jalime Benítez vía correo electrónico, pues todavía a Mario le faltaba culminar su semestre en la Universidad Mozarteum de Salzburgo, Austria; mientras, se propuso volverse a encontrar con el cellista Alberto García, quizá rememorando aquella ocasión en que García hiciera lo mismo con Mario en un escenario de Santiago de Cuba.
Todo se concretó a inicios de julio pasado. Mario Orlando El Fakih regresaba de vacaciones a la Isla, luego de un semestre de estudios. Quiso reunirse con este par de amigos y hacer música. «Fue un gran reto porque estoy en mi período de descanso, y lo dediqué en parte a preparar el concierto», confiesa.
El repertorio lo integraron obras como Espejo en el espejo, de Arvo Pärt; Sonata para clarinete y piano, de Leonard Bernstein; Estudios sinfónicos, opus 13, de Robert Schumann; y Sonata para cello y piano y Vocalise, ambas de Sergei Rachmaninov.
Mario
Mario ve en la pianista japonesa Mitzuko Ochida un paradigma a seguir. La artista, de alrededor de 60 años, «es especialista en Mozart y Beethoven». Este joven siente fluir la música clásica definitivamente en sus venas.
A él le encantaría que los jóvenes escucharan este tipo de obras. A sus colegas, los noveles instrumentistas del país, los insta: «Siempre hay nuevos repertorios y horizontes. Espero que sientan la ilusión de preparar una presentación similar».
Ha sido estudiar piano el mayor desafío para Mario Orlando desde los diez años. Antes de esa edad lo fue la natación. «Todo el mundo pensaba que iba a seguir en el deporte y un día dije: “Mami, ya no quiero tener nada que ver con la piscina, ahora lo que quiero es tocar piano”.
«Así empezó todo. Hice las pruebas en las escuelas de música, pero ya era tarde para comenzar en el instrumento. Me decidí por la guitarra e hice dos años de nivel elemental, pero como lo que me gustaba era piano, aprobé el examen de nivelación y me puse a tono con los muchachos que desde los siete lo estudiaban».
Se graduó de la escuela elemental de música Alejandro García Caturla y del Conservatorio Amadeo Roldán. Desde 2008 cursa estudios en la Universidad Mozarteum de Salzburgo, adonde accedió después de una selección rigurosa.
«Se presentaron alrededor de 70 pianistas y gracias al Instituto Cubano de la Música y al Ministerio de Cultura, pude representar a mi país. Fueron dos exámenes de diez minutos cada uno y el jurado evaluó un repertorio universal a la vez que se tomó la libertad de elegir.
«Los estudios allí son muy exigentes, con un programa extenso que recoge alrededor de 50 asignaturas complementarias, las que hay que llevar de conjunto con las prácticas, como Piano y Música de cámara. Todo se aprende en 14 semestres, aproximadamente siete años de carrera.
«Creo que sin la formación cubana no hubiera podido enfrentarme a ese reto. En Salzburgo puedo ver que los profesores notan que en nuestra Isla se trabaja muy seriamente, y que el repertorio que abordamos es el que se exige en todos los conservatorios del mundo».
Jalime
Jalime Benítez escogió el clarinete desde siempre. Tiene 20 años. Recién se tituló del Conservatorio Amadeo Roldán. En su formación la música clásica es fundamental y complementa su incipiente experiencia en la profesión, con su labor en la Banda Nacional de Conciertos, donde cumple su servicio social.
Sin embargo, Jalime siente el mismo amor por interpretar partituras de grandes compositores al estilo de Beethoven y Johann Sebastian Bach, y al mismo tiempo por probar en géneros en donde es casi impensable integrar el instrumento que toca. Así aprovecha la oportunidad que, desde hace ocho meses, le ha ofrecido la banda de rock Magical Beat, que dirige Luis Manuel Molina.
«Es otro concepto», aunque igual de interesante para Jalime, quien este sábado regresó por los caminos de la melodía escrita en el siglo XX. «Son compositores contemporáneos y muy difíciles de interpretar. Mario es muy exigente. Me ha enseñado mucho. Él y yo somos muy buenos amigos. Hemos tocado juntos desde hace una década y teníamos la intención de realizar un concierto como ese».
Alberto
Un mes de ensayo es poco tiempo para que un músico pueda dominar una obra. Tiempo es la palabra que más mencionaba por esos días el cellista Alberto García. Se unió a Mario y Jalime en la empresa del concierto en el San Felipe Neri.
Aportó al grupo sus conocimientos, adquiridos a su paso por las escuelas elementales de música José María Heredia y la de nivel medio en Camagüey —más tarde fue primer cello de la Orquesta Sinfónica de esa ciudad. También imprimió su experiencia como integrante de las orquestas Sinfónica Nacional, Música Eterna y la del Lyceum Mozartiano de La Habana.
«Toqué una sonata, una obra difícil de interpretar. El desafío mayor fue el escaso tiempo en que la “montamos”», señala Alberto, a la vez que confiesa sentirse tentado para futuros proyectos con sus compañeros de escena. «Quién sabe si de aquí al año próximo surge alguno».