Olga «tiró» sus pasillos ayer en la tarde junto a los estudiantes del Conservatorio de Música Amadeo Roldán, e incluso tomó el micrófono y cantó fragmentos de Cuando tú no estás Autor: Calixto N. Llanes Publicado: 21/09/2017 | 04:51 pm
Olga Tañón es una mujer de ley. La vida la ha hecho de esa forma. «Tuve que empezar de abajo» y enfrentar esas pruebas duras que el destino impone. Ha venido a Cuba, un país que según dice la hace quitarse el sombrero, porque afirma «es lo más lindo que me ha pasado en mis 21 años de carrera».
La Tañón se define a sí misma como «una mujer luchadora, pero no controversial». De esa manera se presenta ante aquellos que la han catalogado de mujer de fuego. Para ella esa «llama» que la enaltece no tiene nada que ver con un disparo. «Aunque siempre apunto al corazón, que es el blanco al que todos los seres humanos tenemos que tirarle».
Su música, muy popular en la Isla, sonará junto a otras el domingo 20 de septiembre en el concierto Paz sin Fronteras, que tendrá lugar en la Plaza de la Revolución José Martí.
Ha anunciado que cantará Cuando tú no estás y Cómo olvidar. Con esas canciones quiere que se quede en su mente cada rostro de los cubanos. Lleva en su sangre algo de nuestra tierra. Lo confiesa. «Los veo a ustedes como hermanos. Se parecen demasiado a nosotros los puertorriqueños», revela en exclusiva a Juventud Rebelde, a solo minutos de pisar nuestro suelo.
«Estamos demasiado cerquita», dice con esa locuacidad boricua. «Oye, a Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo, nos descubrió el mismo “tipo”. Tenemos las mismas raíces indígenas, africanas y españolas. Llevamos el ritmo en la sangre. Por eso sale de estas islas tanto talento».
Eres muy popular en Cuba, le apunto, aunque lo sabe. «Me lo contó un gran amigo que viene mucho aquí. Varias veces, antes de esta oportunidad del concierto con Juanes, él me dijo: “Olga, un día irás allá”. Y le respondí que quería venir y tocar aunque fuera debajo de una palma, con la gente de este pueblo, porque esa es mi esencia, de donde salí.
«Cuando me enteré de que había tanta gente para el concierto del 20 de septiembre y que de momento todo el mundo había dejado a Juanes, cuando él me pidió que no lo dejara, yo le contesté: “No te voy a abandonar, porque yo no tengo por qué pelear con nadie”.
—¿Eres cómo la imagen que dan tus canciones, Olga?
—Hay muchos temas que canto, pero que no he escrito. Simplemente pegan. Eso sí, los que más me gustan son los de amor.
—Luego de discos como Sola, Mujer de fuego, Siente el amor, y un sinnúmero de reconocimientos internacionales, decidiste hacer cambios en tu carrera. ¿Temías el encasillamiento o sencillamente apostaste por probar otros géneros?
—Empecé como baladista. No tenía dinero y en casa no había nadie que cantara para darme un impulso. Pero en una audición me dieron la oportunidad de cantar merengue, ese mismo que cantaba y bailaba en la marquesina de mi casa. Entonces la persona que me ayudó, me dijo: «Si cantas y lo haces bien, pues interpretarás lo que sea.
«Y así comencé, con el merengue e, irónicamente, ha sido maravilloso por estas dos décadas».
—En una ocasión dijiste que dialogabas con tu público, que le preguntabas qué música prefería que hicieras. ¿Es así como debe ser la relación entre los artistas y la gente?
—Todo parte de tener respeto por los demás. He aprendido a respetar otras formas de pensar, a todos los seres humanos y hasta lo que la gente quiere escuchar. Es increíble. Ellos te dicen: «Canta lo que te dé la gana». Y entonces hago un disco de baladas, y quieren uno de merengue. Luego hago uno de merengue, y quieren baladas. Entonces digo: «Haré uno que se llame Entre cinco y diez, para que tenga de todo».
—Has confesado que para escoger tus temas necesariamente tienen que decir algo. ¿Qué requisito deben cumplir para que atraigan a Olga Tañón?
—Un gancho que le guste a la gente y la ponga a bailar, si es un merengue. En cambio, si es una balada, que diga realidades, que con lo que escuchen puedan identificarse.
«Porque no puedo cantar: “Me enamoré de un marciano”. Eso no es real. Tengo que hacerlo de cosas que lleguen al corazón, porque la melodía teje almas. Por ello hay que tener cuidado a la hora de hacer música».
—Olga, ¿tu familia en qué punto está?
—Verdaderamente, ellos han sido lo más importante en mi vida. Son mi fe de todos los días. Estoy echando pa’lante con mi Gabriella Marie, que es muy especial. Tengo dos hijos más: Indiana Noa e Ian Nair. Son los niños que le mueven la conga a la Tañón.
¿Qué tipo de comida te gusta? ¿Sabes de algún plato cubano?, la interrogo para devolver la conversación a ese punto inicial donde Cuba es el centro. «Todo lo que engorde y tenga grasa», contesta.
«Me gusta la comida de ustedes. Mi hija saca a cada rato una lata de habichuelas negras y me dice: “Mamá, habichuelitas negras”, en señal de que le agradan y recordando a Mati, mi amiga cubana que insistía en que las comiera para que le subieran las plaquetas.
«Cuba se parece tanto a Puerto Rico...», piensa en voz alta Olga Tañón. Tiene muchos admiradores aquí, le dice un colega. «Estoy muy agradecida por ello. Y les doy las gracias porque obviamente estoy aquí por este pueblo. Es mi primer concierto, pero siento que serán muchos después de este», repite la cantante.
En Olga Tañón se manifiesta esa firmeza y humildad que aflora en sus textos, pero también en escena, y en solitario. Esa sensación la tuve al volverla a encontrar ayer en la tarde, cuando la afamada artista dialogaba con los estudiantes del Conservatorio de Música Amadeo Roldán.
«Mi mayor sueño es saber leer música», reconocía emocionada ante tanto «talento reunido». Tanto, que no pudo evitar invitar a los Rítmicos —grupo integrado por alumnos y profesores de la escuela—, a que el domingo compartieran con ella el escenario.
«Será una presentación maravillosa», no se cansa de decirlo. «Hay que darle una lección al mundo de que se puede ofrecer un concierto por la paz. Porque, al fin y al cabo, creamos en lo que creamos, todos somos seres humanos».