CIENFUEGOS.— Del poblado cienfueguero de Santa Isabel de las Lajas vino, y a este volvió para quedarse en una tumba que, no porque lo encierre, lo clausura al mañana —todo lo contrario— Maximiliano Bartolo Moré, conocido mundialmente como Benny Moré, el Bárbaro del Ritmo.
Este 24 de agosto se cumplirá el aniversario 90 del nacimiento del cantor de ese imperecedero estribillo: «Santa Isabel de las Lajas, querida», y de tantos más a Cienfuegos y muchas otras ciudades cubanas; a tanto sentimiento.
El Sonero Mayor honró a este, su punto natal de la geografía isleña, pero su gloria se acrecienta al comprenderse que también elevó a Cuba en el panteón sonoro latinoamericano y en el acervo cultural de la región.
El lajero eterno cuenta con innumerables fieles en el continente; sobre todo en México, donde transcurrió parte de su obra artística, y en otras áreas del Caribe.
Su sonoridad, lejos del artificio escolástico, rompió moldes y burló conceptos de academia. Empírico a pulso, pero con un talento genial, Benny se instaló en la colina de los grandes, a la cual subió con el derecho que le asiste a la grandeza.
Nunca ha dejado de estar presente el Benny entre sus coterráneos, quienes le profesan una suerte de cariño, entremezclado con devoción y respeto.
En tributo al Bárbaro del Ritmo, cada 60 minutos uno de sus temas musicales marca la hora de la jornada, en el céntrico bulevar de Cienfuegos, arteria principal y corredor turístico que une al Prado local con el parque Martí, antigua Plaza de Armas.
Las canciones de Moré se difunden a través de un conjunto de altavoces, y mantienen al tanto, a propios y extraños, no solo sobre la hora, sino incluso hasta en torno a piezas menos conocidas de su autoría.
Una suerte de tótem levantado en mármol se encuentra a la entrada de ese propio sitio peatonal, como otra muestra de recordación al hijo predilecto de los cienfuegueros.
Y cerca, en el justo medio del Prado, erígese una estatua de bronce, a tamaño natural, obra del importante escultor cubano José Villa Soberón, la cual lo inmortaliza. Especialistas calculan que le son tomadas miles de fotos mensuales, por turistas nacionales y extranjeros.
Benny, puro don, también tuvo el don póstumo de permanecer en el recuerdo de miles de admiradores.