CIENFUEGOS.— Cierta vez, al entrevistarlo, el humorista gráfico Eduardo Torres (Zuki) me respondió que una de sus mayores satisfacciones consistía en poder trabajar para la prensa, lo cual le permitía que sus materiales fuesen apreciados por miles de personas.
He aquí justamente la ventaja de los practicantes del género desde que la verdadera expansión de la historieta, tal y como la entendemos hoy, se diera a partir de la popularización de tiras (comic-strips) en la prensa norteamericana de finales del siglo XIX y principios del XX.
Su arte es masivo, popular, leído, degustado a diario en los medios. Alguien podría pensar entonces que un libro como su Humor a primera vista (Editorial Mecenas 2009) estaría de más; que a lo sumo sería redundante. Craso error sin embargo suponerlo.
Le hacía falta a Cienfuegos un libro de historietas o caricaturas así, pues la ciudad ha sido, desde antaño, forja de cultores del género de significación nacional, entre los que se encuentra Zuki, alguien a quienes los familiarizados con el género justiprecian su obra durante décadas en publicaciones especializadas y periódicas.
Los dibujos de su libro concentran tan elevadas dosis de humor, ingenio, gracejo, picardía y visión de presente, que hubiera sido herético no compilarlos en este formato, como ha hecho el sello local, para que los lectores satisfagan deseos de reír y/o pensar.
Y para que sus sucesores entiendan mejor cómo reflexionaban, vivían, sufrían y se reían de la vida sus ancestros: esos que en la Cuba de la hora que está en el reloj son blanco o focos de atención de los chispeantes trazos de Zuki, quien los enrola en mil y una situaciones jacarandosas.
Si, como dijo Pessoa, hay que escoger de lo que fuimos lo mejor para el recuerdo, entre lo bueno hay que guardar un lugar especial para unas caricaturas que dieron tanto alivio a la cajetilla de los dientes como a las zonas más chispeantes de nuestra masa gris.
Humor a primera vista recoge postales de la actualidad donde, con poderosa vis cómica, este caricaturista con carne y nervio de maestro satírico toma el pulso a la sociedad, provisto de considerable tino y, acentuando los subrayados propicios, para generar así un diagrama chispeante de la esencia de las cosas en lo que es el cambiado archipiélago del siglo XXI.
Sus prolíficos y precisos dibujos van de lo irónico a lo mordaz, de lo lúdico a lo lúbrico, de lo sardónico a lo ingenuo, incluso; ello, en zonas donde la simpatía puede llegar a conectar al receptor de una manera punto menos que magnética.
Las ilustraciones empleadas en esta obra son medios de comunicar no solo información, sino también percepciones, pulsaciones, sensaciones del criollo común. Sus ideas transmiten certezas, hechos, realidades... y responden a la forma que el artista tiene de representar y cuestionar el medio que lo rodea —donde interactúa y en el cual hace su arte— y sus lunares, que el creador ilumina con los siluetazos de sol limpiador que son sus frescos pletóricos de cubanía y honestidad artística.
Zuki —miembro de la Asociación de Plástica de la UNEAC en Cienfuegos— carga su opus de alusiones simbólicas, sugerencias, motivaciones, reflexiones y referencias, en piezas donde, aún más que en el dibujo, se concentra en la expresión de la historia trasladada en la viñeta.
Son ideas redondas, recogidas en un «globito», que seguramente establecerán una interrelación dialogística entre el presente y la interpretación de este por nuestros sucesores en el futuro. Sería difícil pedirle más que eso.