Los habitantes de Guantánamo han tenido al alcance cerca de 500 nuevos títulos. ¡Lo compré!, gritó una señora a otra desde una ruidosa camioneta. Y en cualquiera de los viajeros quedaría sembrada la imagen de la adquisición de algo material. Fue entonces cuando extrajo de su bolso un ejemplar de Cien Horas con Fidel. «Estoy en la cola desde las cinco de la mañana, diría entonces la viajera en inusitada conferencia de prensa con el resto de los transportados. «Deberían traer más, este libro se vende como pan caliente», enfatizó.
Este criterio lo confirmó un rato después, a JR Wilfredo Campos Cremé, director del Centro Provincial del Libro y la Literatura de Guantánamo, quien aseguró que al segundo día se habían agotado los más de 3 000 ejemplares del texto de Ignacio Ramonet recibidos en la provincia. Cada día las cifras de venta superan en alrededor del 40 por ciento al guarismo de la anterior feria, y además la cita tiene una programación más organizada que aprovecha las jornadas matutinas para ventas y presentaciones de libros, en tanto la tarde queda para las conferencias y mesas redondas en el Pabellón Guantánamo.
«Por eso este año, además de llegar a los centros educacionales y laborales, quisimos extenderla a diferentes zonas de la ciudad y las comunidades de Jamaica y Paraguay», asegura Campos Cremé.
UN TESORO DE COLORESDesde que abren las grandes puertas del pabellón infantil Tesoro de Papel, en la Casa de Cultura Rubén López Sabariego, el bullicio de los niños se torna continuo, en tanto los padres libran una porfía por adquirir un título deseado por sus pequeños o que a ellos los marcó en su infancia.
Niños en compañía de sus padres y otros con sus maestros disfrutan de los espectáculos artísticos que amenizan el local, donde historietas a color y alegría pintan de magia indescriptible al viejo edificio del otrora Casino español. Pero los tesoros de papel son frágiles y todavía, a pesar de los esfuerzos, no llegan a satisfacer de forma coherente las muchas necesidades de los infantes. «Quiero libros para colorear; el año pasado compré varios de cuentos», expresa Rubén Alejandro, uno de los cientos de niños que día a día llegan a ese recinto ferial. Por otra parte, su hermanita Ana Beatriz señala: «Me gustan mucho los libritos con las historias de La Edad de Oro, espero comprarlos, ojalá mi papá pueda alcanzar alguno antes de que se acaben, ¡hay una cantidad de gente!».
GENTES, LIBROS Y OPINIONESLa gente anda deprisa bajo el cálido sol de marzo y los quioscos se atestan de lectores. ¿Dónde compraste La Sexta Isla, de Daniel Chavarría?, preguntan algunos, ¿qué precio tiene Cien horas con Fidel?, dicen con curiosidad otros a cualesquiera de los transeúntes que vienen y van con textos en sus manos.
La Feria es una suerte de reencuentro con textos y autores que hace algún tiempo ya no habitan los estantes caseros; y la vía de conocer la obra de relevantes escritores como los poemarios de Eliseo Diego, del norteamericano Walt Whitman, o de Nicolás Guillén. Para quienes prefieren las narraciones hay libros de todos los géneros, de escritores cubanos y extranjeros.
«Es para el pueblo, pero también para abrirle las puertas a escritores noveles y a un sinfín de nuevos discursos formales y temáticos. Es intercambio, retroalimentación, aprendizaje en cada charla o conferencia brindada por algún entendido», asegura Ricardo Javier López Deville, joven escritor guantanamero.
«Creo que esta edición dedicada a Argentina es un buen pretexto para acercarnos a la literatura de ese hermano país, donde hay muy buenos y reconocidos autores de la talla de Jorge Luis Borges; por otra parte, las casas editoriales encuentran un marco de lujo con vistas a desarrollar un trabajo más satisfactorio en el proceso de promoción del libro».
Las opiniones son muy diversas y entre las buenas está la satisfacción de que la Feria del Libro Cuba 2007, haya llegado a la provincia con cerca de 500 nuevos títulos y alrededor de 300 000 volúmenes, una cifra superior al año precedente.
Sin embargo, hay aspectos que deben perfeccionarse para próximas ediciones. Por ejemplo muchos guantanameros presenciaron que mientras se desarrollaba la gala de apertura con poca asistencia de público, quioscos aledaños al parque Martí ya habían iniciado la venta, según nos comentaba la joven trabajadora social Damaisi Matos González.
Manuel Céspedes y Annia Leyva, mientras esperan deseosos entrar a la librería Asdrúbal López, única locación de venta donde pueden encontrarse la totalidad de los títulos asignados a Guantánamo, analizan la Feria en el territorio desde el punto de vista de lo que debería ser y todavía no es: un evento esencialmente cultural y por lo tanto multisectorial, que supere los límites del hecho literario.
«Debe hacerse una programación que no se concentre exclusivamente en la venta de libros. Es decir, que el guantanamero no salga con la sola idea de adquirir títulos, sino también de disfrutar de un hecho cultural», alegan.