De la Villa del espíritu Santo, cuna de trovadores y ciudad antiquísima que sorprende y cautiva al visitante llegaron a la capital, a principios de este mes, el vicario, la matrona, el tunante, la bella, el juez. Ocultos entre papeles viejos y lecciones absurdas hicieron el viaje. Y se detuvieron cerca del mar: justo en la conocida esquina de Luz y Oficios, de La Habana Vieja, en una de las galerías del Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño. Están allí, junto a otros seres, atrapados en retratos sobre papel manufacturado que nos remiten a las Antiguas Escrituras, por su estética, e integran la muestra pictórica Moros y cristianos, del artista espirituano Hermes Entenza.
Anima Domine. Las posturas que asumen, sin alejarse de la contemporaneidad, nos recuerdan los viejos tapices y códices religiosos, pues estos personajes desbordan las barreras del espacio y el tiempo. Son de algún modo los mismos «ángeles» o «pillos» que vemos día a día en la calle y que ahora habitan también en piezas como El diablo (representado por Entenza con gorra y patillas) o Ánima Domine (un ángel que reza frente a una computadora).
Es evidente en Moros y cristianos la fusión de influencias y períodos. Entenza hace énfasis en el arte protocristiano, en los antiguos códices de diferentes culturas incluyendo arte copto y árabe, así como en algunos elementos de nuestra cultura y de la era de la tecnología (computadoras, teléfonos, aviones).
Las características del papel llaman la atención, pues fue elaborado por este artista con el marcado propósito de presentar obras cuya terminación simule la de los originales más antiguos. El detallado trabajo decorativo que bordea a los retratos merece igualmente algunas reflexiones.
Como parte de un juego que incita al cuestionamiento sobre la vida cotidiana, Entenza hace uso de variadas gamas y tonalidades y acude a motivos naturales. Incorpora de manera acertada elementos de la cultura árabe, celta, protocristiana y de la América prehispánica, que le permiten complementar una muestra donde los personajes conviven en una modernidad conceptual: se precipitan sobre una cuerda floja.
Tal y como sucede en la actualidad, todo aquí es rápido y cambiante: la virgen y la computadora, el ángel barroco y el teléfono celular. Nadie queda excluido.. Los dioses y los demonios conviven en un mismo espacio. La ironía y el cuestionamiento sobre la naturaleza del ser humano y del arte unifican a estos moros y cristianos.
La pagadora. Apoyado en los resortes de la neofiguración, este artista (quien en ocasiones anteriores incursionó con éxito en el pop art, el expresionismo, la instalación) ha desarrollado una gestualidad acorde con su forma de pensar y de vivir, según él mismo ha declarado.
Todavía recordamos su famosa instalación de galletas de soda, por citar solo una de sus más recientes producciones. Su obra está cuajada de disímiles técnicas y estilos; y en ocasiones, por qué no, de códigos agresivos.
En medio de este juego del absurdo que aflora en Moros y cristianos y de esta mezcla de estilos, épocas y personajes contradictorios, la presencia de una pieza como El Maestro representa sin lugar a duda un rayo de luz y raciocinio, una incitación a la esperanza y, a la lucha por un mundo mejor, sin olvidarnos de edificarlo «con todos y para el bien de todos».