A mediados de octubre llegará a su fin la gustada serie La cara oculta de la Luna, y aunque su lugar será ocupado por la exitosa Pasión y prejuicios (primera vez que se retransmite), ya muchos esperan la que será obra póstuma del imprescindible dramaturgo Abraham Rodríguez, responsable de títulos que aún permanecen en la memoria de los televidentes, como Tierra o Sangre, La acera del Louvre, Un bolero para Eduardo, Memorias de un abuelo y El eco de las piedras, entre otras.
La muerte sorprendió al autor de Andoba, cuando escribía Oh, La Habana, el homenaje que Abraham siempre quiso hacerle a su ciudad, asegura una de sus colaboradoras más próximas, la asesora Aida Cayón Rosés. «Es una novela actual, donde están representados todos los estratos sociales, así como diversos municipios y barrios. Claro, como está escrita hace cinco años, hemos tenido que hacer algunos arreglos sobre la marcha, porque la vida es muy dinámica y hay cosas que son coyunturales».
Para Aida, quien estuvo muy cerca de Abraham cuando Memorias de un abuelo, esta ha sido una experiencia inolvidable. «En este tiempo él hizo tres guiones para el cine —entre ellos El Benny—, y, como era lógico, la telenovela se retardó. Falleció cuando faltaban algunos libretos y tuvimos que encontrar a alguien que pudiera terminar, responsabilidad que recayó en Eurídice Charadán (Salir de noche). Fue bastante traumático para mí, pero, por suerte, el proyecto fue asumido por Charlie Medina, un realizador con una sensibilidad increíble, que lo ha tomado como si fuera su propio autor».
LA HABANA Y SU GENTEContar con Larisa Vega como protagonista de Oh, La Habana es garantizar una buena parte del éxito. Ya esta popular actriz ha evidenciado su valía en telenovelas como Si me pudieras querer, El año que viene, Magdalena, Café Habana y Retablo personal. Ahora será Mercedes. «Me siento bien. Charlie es un viejo conocido, con quien estudié en el ISA. Espero que tanto esfuerzo sea recompensado, que el público reciba la telenovela con afecto, como me ha sucedido con mis otros trabajos.
«Me gusta que la protagonista sea una mujer de esta edad, porque casi todo lo que se produce es para jovencitas. Y está bien que se le dedique tiempo a la adolescencia y a la primera juventud, pero, y las mujeres de mi edad, con hijos grandes, ¿ya no tienen vida?, ¿no necesitan el amor? Son muchas las cosas que me place defender con este personaje».
Como toda buena telenovela, esta tendrá como eje central un triángulo amoroso, y en uno de sus vértices estará Omar Alí y en el otro Roberto Perdomo. «Cosme, dice Perdomo, es un hombre de 46 años, ex oficial de la Marina Mercante, que ahora labora en el puerto. En lo sentimental no se siente satisfecho: coquetea con una mujer que ni siquiera le interesa, tiene otras alrededor, hasta que encuentra su ideal. Y ahí empiezan los enredos: las neuróticas que viven con él empiezan a hacerle la existencia imposible. El personaje es lindo, pero difícil, y no por complejo o enrevesado, sino por “sencillo”, es de esos de los que uno dice: ¿de qué me agarro para “venderlo”, pero ese es el incentivo, darle la verdad que te está pidiendo».
Bárbaro Marín será la contrapartida, el malo de la telenovela, con su Arcadio Becerra. «Me hace mucha ilusión, porque hacía mucho no encarnaba un papel de esta envergadura. Aquí, hablando en el argot popular, soy una rata de alcantarilla, pero estoy muy contento: por Arcadio y por poder trabajar con Charlie, un deseo mutuo que no se había podido materializar. Nos hemos tardado un poco, es verdad, pero ha valido la pena».
Y claro, en Oh, La Hababa son varias las subtramas. Una de ellas está vinculada con el deporte. Raúl Lora (Doble juego, Colorama) será el típico «callejero», criado en el barrio sin la figura paterna, de esos de esquina y malas compañías, pero de condiciones excepcionales para el boxeo. De ahí que la labor de Sabicú, encarnado por Enrique Almirante, no será nada fácil.
«Sabicú, dice Almirante, es un entrenador muy simpático, que ya está a punto de retirarse; un hombre de pueblo, muy actual, sin ser un “asere”. Este es uno de esos roles que uno persigue, porque está lleno de matices».
Pero Oh, La Habana no es solo un homenaje a la capital, sino también a la gente que la habita. Y uno de esos tantos seres que andan por ahí por esas calles es Lucrecia, una guantanamera que hace unos 20 años vive en La Habana, interpretada por María Teresa Pina.
«Lucrecia es una técnica de la construcción con tres hijos, a quienes ama tremendamente, aunque a veces no tenga la inteligencia necesaria para guiarlos bien. Pero eso la hace más humana. Quienes conocimos a Abraham sabemos que era un dramaturgo genial, capaz de mezclar con gracia y sabiduría lo culto y lo popular. Él se metía en los barrios y era capaz de atrapar la esencia de la gente».
Después de haber trabajado bajo las órdenes de directores como Rolando Chiong y Roly Peña, Luis Enrique Carreres tiene en este seriado una nueva oportunidad de encontrarse más seguido con los televidentes. Ahora defenderá un personaje distanciado de su Mingo de Al compás del son, «y me alegro muchísimo, porque no quiero seguir en una misma cuerda, aunque me haya dado tantas satisfacciones. Como actor quiero hacer otras cosas y esa posibilidad me la ha dado Chamizo, que no es tan carismático y simpático como el otro, pero tiene otros conflictos que lo hacen interesante».
Asimismo darán color a la trama las caracterizaciones que harán Mario Limonta, Dianelis Brito, Laura de la Uz, Amarilys Núñez, Nieves Riovalle, cuyas carreras están ya consolidadas, y otros muy jóvenes o que debutan, como Carlos Ever Fonseca, Giselle González, Olivia Manrufo, Alejandro Socorro, Roxana Montenegro, Miriam Alameda y Yipsia Torres, mientras que Raúl Pomares, Marta del Río, Ofelia Núñez y Aramís Delgado, tendrán actuaciones especiales.
Félix Beatón con su Caramelo; Yadier Fernández con su Lino, y Alfredo Ávila con Bencomo, integran también el numeroso elenco. «El mío, señala Beatón, es un hombre humilde, pero requiere de un trabajo serio. Es un minusválido muy pintoresco, que se mueve cerca del Callejón de Hammel, con su carretón y su chivo». Por su parte, Yadier no titubea en afirmar que el suyo es un personaje fuerte, «uno de los antagonistas, un señor delincuente, cerebral, aunque algo tonto, que participa en negocios de mucho dinero y maltrata a su mujer. Su única virtud es que, a su manera, es un buen padre».
A diferencia de Beatón y de Yadier, Alfredo Ávila es un rostro poco común en nuestra pantalla, pues se desarrolla fundamentalmente en las tablas, aunque ahora mismo se le puede ver en El guardián de la Piedra. «Soy el jefe de seguridad de la empresa a la que pertenecen algunos de los personajes. El guión es muy interesante, pues toca temas candentes como la corrupción, el robo de guante blanco. Estoy ansioso de que salga, porque sé que tendrá un gran impacto en la población».
EL ESTRENO DE MEDINAHay mucho humor, porque la telenovela es un género que debe contar la historia no solo a través del drama y la tragedia de los personajes, enfatiza Charlie Medina. «Esta novela es un tanto peculiar, explica Medina. Se han diseñado muchas locaciones (casi 45 por ciento en exteriores), con más de 70 construcciones escenográficas y un reparto de 62 personajes. En ella hay ruedas de casino, festividades populares, congas callejeras, conciertos, festivales de rock, tríos de “sopa” en un restaurante en La Habana Vieja, serenatas nocturnas... una obra compleja sin ser musical.
«No obstante, la música tendrá una fuerza muy grande. Desde el propio libreto, Abraham hizo mucho énfasis en lo que se iba a escuchar, sugirió, incluso, las melodías que debían ambientar las escenas, a lo cual se añade la banda original de Juan Antonio Leyva —ganador del Goya por Habana blues— y Magda Rosa Galván, con quienes repito, pues colaboraron conmigo en El cucumí despierta los domingos y El valle de los espantapájaros».
Esta es la primera telenovela de Medina, a quien ya el público seguramente conoce por propuestas como Blanco y negro, no; Pocholo y su pandilla, Te quedarás así como teleplays y cuentos al estilo de El ojo de la noche, Escuchando a little Richard, Pompas de jabón, El otro y El hombre de Venus. ¿La razón? Estuvo desde el 94 al 2000 en Bogotá, Colombia, donde realizó tres series dramatizadas. «Cuando regresé no encontré la oportunidad hasta que Abraham pidió que dirigiera Oh, La Habana. Y yo contento, porque él es uno de nuestros mejores dramaturgos, aunque ya no esté físicamente».
Por ser licenciado en Artes Escénicas, especializado en actuación y por los años de experiencia en la televisión y el teatro, Charlie es de los que piensa antes como actor y luego como director. «Lo más importante es tener un texto sólido y un actor con un personaje bien conformado; lo demás es un adorno necesario».
—Sabes que cuando Oh, La Habana salga al aire tendrás muchos ojos encima...
—Mira, a mí no me gusta generar expectativas. Se está trabajando en condiciones que no son las idóneas, pero muy duro y con esfuerzo. Hemos partido de un buen texto, creo que hemos logrado un reparto de muy alto nivel... Hay que esperar los resultados.
«Sí te puedo decir que estoy muy contento con el trabajo de arte, es un equipo muy profesional donde se encuentra un escenógrafo como Gastón Joya, quien se ha empeñado, junto al fotógrafo Rafael García (Felito), en que los espacios sean creíbles, que tengan verdad. Estoy satisfecho, no te lo niego, con el sonido de Omar Montaña, la edición de Pável Ramírez, con la producción general de Marcos Acosta, con la labor minuciosa de Eglys Bley como anotadora y, por supuesto, con Humberto Hernández, el codirector, mi mano derecha e izquierda. Ojalá la crítica y el público se proyecten para beneficio de la obra».
Entre ensayo y ensayo, el rostro de Larisa Vega es retocado para que quede listo cuando se dé la voz de "grabando" En primer plano y de izquierda a derecha, Luis Enrique Carreres, María Teresa Pina y Alfredo Ávila. Detrás Bárbaro Marín