Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El complicado matrimonio de Carmen y Martí

La relación entre nuestro Héroe Nacional y Carmen Zayas-Bazán, fue un vínculo intenso pero fracturado por diferencias irreconciliables. Juventud Rebelde se acerca a esta historia

Autor:

Osviel Castro Medel

Se conocieron en México, probablemente en febrero de 1875 y se casaron el 20 de diciembre de 1877 en la propia ciudad. Si al principio hubo pasión, al final sobrevino el fracaso porque no se entendieron.

Esa es la pura verdad de la relación entre José Martí y la camagüeyana Carmen Zayas-Bazán Hidalgo (1853-1928); pero no vale hoy juzgarla a ella por sus constantes reproches al patriota, ni tampoco criticarlo a él por su agitada vida, que no le dejó mucho tiempo para atender el matrimonio.

«Es tan bella mi Carmen, es tan bella,/ que si el cielo la atmósfera vacía/ dejase de su luz, dice una estrella/ que en el alma de Carmen la hallaría», escribía José Julián cuando eran novios.

De esos inicios es también la confesión de la mujer de cuna acaudalada, quien revela al final una piedra que a la corta y a la larga obstaculizó el verdadero amor: «Es muy cierto que desde que te vi te amé, desde el primer momento sentí nacer en mi corazón llama inextinguible del primer amor, pero también es cierto que desde que te conozco no he tenido un día de calma, pues los celos me mataban».

Andando el reloj, nacido ya Pepito en La Habana (22 de noviembre de 1878), donde vivió la pareja durante un año, surgieron incontables contratiempos; compartieron poco, pues la convivencia estuvo afectada por la segunda deportación de Martí (25 de septiembre de 1879), los problemas económicos de la pareja o la férrea conducta de Francisco Zayas-Bazán, padre de Carmen, opuesto al independentismo, quien llegó a expulsar a la hija de su casa en Camagüey, generando un escándalo.

«Entre 1877 y 1891 tuvo la pareja tres separaciones que parecen haber obedecido a las grandes diferencias en sus perspectivas vitales. Pero la historiografía, privilegiando al hombre patriota y creador, no ha sido totalmente justa con la mujer», escribió con claridad la ensayista y poetisa camagüeyana Emilia Sánchez Herrera.

Por su parte, la periodista Tania Chappi en su artículo Carmen y Pepe, publicado en Somos Jóvenes (1999) resume así los problemas en la pareja: «Evidentemente, ni Martí ni Carmen habían hecho una buena elección. Engañáronse respecto a lo que deseaban y podían esperar del otro: él quería una compañera incondicional, capaz de sacrificarlo todo por su esposo y por la batalla contra el yugo colonial. Ella aspiraba a un hogar tranquilo, a un buen marido, presto a entregarse en cuerpo y alma por el bienestar de la familia».

¡Cuánto debe haber sufrido Carmen! ¡Cuánto debe haberse estremecido Pepe al leer las cartas de ella, en las que describía las penurias y tormentos que estaba pasando junto al hijo!

Varias de esas misivas surgieron después de la época que pasaron juntos en Nueva York, iniciada en marzo de 1880 y que concluyó a finales de octubre. En una le comenta que pedirá a don Francisco la parte de la herencia de su madre (le correspondía desde hacía tres años) «porque no tenía ni para zapatos del niño»; en otra le dice que «comía escasamente con tal de salvarle la leche a mi hijo»; en una tercera le cuenta sobre las recriminaciones de su familia, en la que hay un cuñado que es coronel español: «me han herido, me han injuriado, me han ofendido todos».

Incluso, la propia familia de Martí la fustiga. «Me llevo la triste convicción de que tu familia no me querrá jamás; al niño sí lo quieren», remarca. En esa propia epístola sentenciará sentidamente: «Tengo sed de cariño». Por todo eso, es más que lógico que Carmen requiriera una y otra vez la presencia de su esposo.

Quizá la más fuerte de sus expresiones es la que redacta luego de ver pasar altas fiebres a Pepito, quien todavía no tenía tres años: «Te estás matando por un ideal fantástico y estás descuidando sagrados deberes (...). Nunca se manchó ningún hombre por volver a su tierra esclava ante la necesidad urgentísima de vestir y dar de comer a su mujer y a su hijo, saber con qué curar sus enfermedades y enterrarlos si se mueren».

Martí ya había respondido, con su verbo tremendo, desde el exilio: «Me dices que vaya; ¡si por morir al llegar, daría la vida! No tengo, pues, que violentarme para ir; sino para no ir. Si lo entiendes, está bien. Si no, ¿qué he de hacer yo? Que no lo estimas, ya lo sé. Pero no he de cometer la injusticia de pedirte que estimes una grandeza meramente espiritual, secreta e improductiva».

Aun después de todos esos disparos de uno y otro lado la pareja se unirá entre diciembre de 1882 y marzo de 1885, en Nueva York. Fue, paradójicamente, la etapa que más vivieron juntos. Luego Carmen partiría otra vez junto al hijo y no se volvieron a ver hasta junio de 1891, cuando ya Pepito tenía 12 años.

Sin embargo, apenas estuvieron un mes y 27 días en Estados Unidos. «El último intento de unión fue breve y tormentoso para siempre (...). Por qué la esposa partió nunca ha quedado claro. Se ha atribuido a su rechazo de las dedicaciones patrióticas del marido y hasta de la posible relación amorosa de este con Carmen Miyares, en cuya casa de huéspedes él habitaba o quién sabe si fue una reacción airada de la esposa porque él no le dedicó todo el tiempo. Nunca más se volvieron a encontrar: toda la comunicación fue por cartas. Las de él nunca han aparecido», señaló al respecto el prestigioso investigador Pedro Pablo Rodríguez en su texto El fracaso matrimonial de José Martí.

De cualquier forma, cuando toquemos el tema, no olvidemos el gesto hermoso de Carmen, exiliada en Nueva York, cuando ya estaba viuda: llevar su álbum de bodas en 1898 a Enrique José Varona para que añadiera su firma.

«Y por si no bastara, cuando regresa a La Habana ocupada por las tropas norteamericanas falsamente solidarias con la independencia de la Isla, se dirige con el álbum a cuestas rumbo a la casona donde vive su postrer refugio el Generalísimo Máximo Gómez, última persona que sella con su rúbrica la historia fatal de aquel amor que no pudieron aguas copiosas extinguirlo ni arrastrarlo los ríos», escribió sobre el tema Gina Pinar en el ensayo En defensa de Carmen Zayas Bazán.

Agreguemos que Carmen nunca más se casó. Y un hecho anterior: al conocer la noticia de la caída en combate de Martí, ella dirigió unas cortas líneas al director del rotativo La Lucha, que hablan por sí mismas:

«Ya que aparece en ese periódico la solicitud de una conferencia que pretendí con el señor General Arderíus, acto que suponía esencialmente privado, ruego a usted publique también que lo que me proponía obtener de aquella autoridad, era que se nos facilitara, a mi hijo y a mí, el modo de conseguir el cadáver de mi marido, para hacerlo enterrar en el panteón de mi familia, y quedo a sus órdenes, s.s.q.b.s.m., Carmen Z. de Martí».

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.