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En el centenario de Manuel Sanguily Garritte

Este 23 de enero se cumplen cien años de la partida física de un patriota que desde temprana edad entregó todo por Cuba y dejó un firme legado antimperialista

Autor:

Leonardo Depestre Catony

Sanguily nació el 26 de marzo de 1848 y cursó estudios en el colegio El Salvador, fragua de patriotas, bajo la dirección de José de la Luz y Caballero. Alumno de inteligencia vívida, palabra enérgica y conducta ejemplar, desde temprano se le develó el talento para las letras, para la crítica y para la oratoria.

Cuando la guerra llegó, lo dejó todo: comodidades, estudios, porvenir brillante. Sirvió a las órdenes de Ignacio Agramonte, de Máximo Gómez, de Calixto García, de Vicente García y de Henry Reeve, el Inglesito.

La tregua del Zanjón en 1878 lo sorprendió en Nueva York. Decepcionado y empobrecido, solo entonces prosiguió los estudios universitarios, en Madrid, donde en enero de 1880 se graduó de Licenciado en Derecho Civil y Canónico, aunque al regreso no ejerció la carrera por negarse a prestar el juramento de fidelidad a España.

La Guerra del 95 encontró al coronel —tal era el grado que se había ganado en la campaña anterior— Sanguily de nuevo presto a servir. Emigró a Estados Unidos para, desde esa nación, colaborar con su prestigio y verbo, entre tanto gestionaba la libertad para su hermano Julio, mayor general, preso desde el inicio de la contienda por su labor conspirativa en favor de Cuba.

Participó activamente en la Asamblea Constituyente y se opuso después al Tratado de Reciprocidad suscrito en 1903 entre Cuba y Estados Unidos, pues consideraba que no traería consigo ventaja alguna al pueblo cubano y que de «reciprocidad» tenía muy poco.

Colaboró en la prensa diaria; escribió sobre figuras universales (Zola, Tolstoi, Taine) y nacionales. A José de la Luz y a José María Heredia consagró numerosas páginas.

Desempeñó cargos políticos relevantes durante los primeros años de la república. Fue presidente del Senado, delegado ante la Conferencia Internacional de La Haya y secretario de Estado. Pero al final, defraudado, se alejó de la política. La austeridad, el patriotismo, la honestidad, el valor y la justicia lo caracterizaron. 

No puede aquí dejar de citarse un fragmento de la carta que redactó con fecha 6 de marzo de 1907 a los estudiantes de la Escuela Normal de Kansas, quienes solicitaban sus opiniones acerca de una posible anexión de Cuba. Disfrutemos de su prosa elegante y de sus argumentaciones irrefutables:

Bajo los americanos, como término definitivo, seríamos indefectiblemente absorbidos; iríamos desapareciendo, pronto o despacio, por la proximidad de su inmenso país, por su número abrumador, por la inundación asfixiante de su gente, por el gobierno suyo que a ella por fuerza la favorecería y no a nosotros, por el dinero inagotable y sin entrañas, por la mayor fortaleza, por la imposición de su idioma como lengua oficial…

La obra de Manuel Sanguily la hallará el lector en la revista Hojas Literarias, que redactó casi íntegramente a partir de 1891, donde se nos muestra como crítico y articulista. También en dos volúmenes, de 1918 y 1919, titulados Discursos y conferencias, y en el libro Literatura Universal, que se publicó en España en 1918.

Vivió casi 77 años. Murió hace un siglo, el 23 de enero de 1925, y ni en sus trabajos de crítica literaria dejó de servir a Cuba. Pero el mejor ejemplo lo dejó Manuel Sanguily en la obra de su vida, signada por el amor a toda prueba a una Cuba independiente. (Tomado de Cubaliteraria)

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