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Por qué el Moncada se hace grande

Como dijera la heroína del Moncada y revolucionaria apasionada y eterna, Haydée, el Moncada se hace grande por la firmeza de los que cayeron, y la firmeza de los que vivieron

Autor:

Daily Sánchez Lemus

Hay que cubrirle la retirada a Fidel. Él es el que tiene que vivir. ¿Por dónde estará? ¿Habrá logrado escapar? Espero que sí… Con este ojo tapado quizá no me descubran. Así disfrazados de enfermos tenemos alguna posibilidad, pero hay que esperar que pase más tiempo. Qué impotencia estar atrapados en este lugar sin poder salir y sin saber de los demás… Hay que prepararse para lo que venga. Las muchachas tienen que vivir para contarlo todo… Yeyé… Por suerte pude darle un besito a mi sobrina Carín.

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Ese fotógrafo no sabe lo que está haciendo... ¿Creerá que soy un batistiano? Acaba de tirarme una foto que le costará su vida o salvará la mía… o tal vez no, hay que ver cómo avanza todo. Eso mismo creyeron los demás y me atendieron la pierna creyendo que soy de ellos...Ya veremos. He visto pasar por ese pasillo compañeros míos, algunos ni los conozco, pero los vi en Siboney. Hace falta que Raulillo esté bien. No lo he visto por aquí. Debe estar camino a las montañas. Él se encargará de la niña si algo me pasa. No se me olvida su rostro cuando le dije que sería aquí, en el Moncada, la hora cero. Espero esté bien. A lo mejor volvemos a vernos allá afuera, si es que estas bestias se calman…

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¿Dónde están las muchachas?... ¿No han llegado aquí a Siboney?... ¡¡¡Voy a regresar a buscarlas!!!

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¡Soy un médico y no me pueden vejar de esa manera!

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La firmeza de los que cayeron

Hace 71 pudieron ser esas las imágenes y pensamientos que en cuestiones de segundos pasaron por la mente de los jóvenes que el 26 de julio de 1953 asaltaron la Historia. Así debieron pensar y sentir Abel, Tassen­de, Boris Luis y el doctor Muñoz. La incertidumbre tras los primeros momentos de la acción, la certeza de que militarmente no se lograra el objetivo y la conciencia de que la dictadura de Fulgencio Batista no iba a perdonar la osadía.

Cada 26 de julio, la historia se repite en mi mente. ¿Qué estarían haciendo o pensando aquellos muchachos? Tal vez en la familia, los padres, los hijos… ¿cuántos habrán podido mirar y sentir el sol de Santiago o de Bayamo? ¿Quiénes habrán escuchado primero los disparos que ultimaban los cuerpos de sus compañeros maltratados ya por las torturas…? Siempre pienso que el día es exactamente igual… que todo vuelve a suceder una y otra vez…

Allí, en las mazmorras del Moncada, la dictadura se ensañaba en ellos, por el atrevimiento a desafiarlos y por haberlo hecho sin ellos darse cuenta. No podían concebir tal sorpresa. La orden estaba dada y comenzó la matanza: en el cuartel, en las calles, en Siboney, en caminos bayameses…

Ninguno de los torturados delató a sus compañeros, ni a su jefe. Enfrentaron la muerte con la firmeza de los valientes, y luego de ser golpeados y vejados, los colocaron de uno en uno en el patio para, en una sanguinaria práctica de tiro, disparar contra ellos.

Sus cuerpos, poco después reconocidos por un doctor, demostraban fehacientemente que la gran mayoría no había caído en combate,
pero así fueron publicadas las noticias.

Pero la historia de aquellos muchachos no terminó allí, como era el propósito de sus asesinos. Sus compañeros, los sobrevivientes, se encargarían de que no quedara en el olvido todo lo acontecido en la mañana de la Santa Ana.

La firmeza de los que vivieron

Expresó Haydée Santamaría: «La cárcel para mí no fue dolorosa. Primeramente, en Boniato fue muy buena porque fue muy combativa, fue llevar adelante el juicio, fue luchar por la vida de Fidel, y fue luchar por nuestros muertos; fue luchar desde allí para que no los desaparecieran».

Fue tarea firme, obsesión just a de los sobrevivientes, demostrar a todo el país, a la opinión pública, los crímenes cometidos por la tiranía. El juicio del Moncada, como se conoce en la historia de Cuba, o la Causa 37 de 1953, así lo demostró.

Allí, cada declaración de los acusados revolucionarios denunció a la dictadura, con los relatos de cómo fueron apresados sus compañeros y luego notificados como muertos en combate. El caso del joven artemiseño Marcos Martí, por ejemplo, que fue llamado a prestar declaración y ya había sido asesinado en la carretera de El Caney días antes, como declaró Ciro Redondo, quien estaba junto a él.

En La historia me absolverá, una y otra vez Fidel alude a sus compañeros: «Mis compañeros, además, no están ni olvidados ni muertos; viven hoy más que nunca, y sus matadores han de ver aterrorizados como surge de sus cadáveres heroicos el espectro victorioso de su ideas».

Y así fue durante toda la lucha. Los que sobrevivieron a las acciones del 26 de Julio en Santiago y Bayamo, mantuvieron la firmeza de sus compañeros caídos y no dejaron de luchar por las mismas ideas, hasta vencer o morir.

Podía haber sido distinto el Moncada si aquella juventud se hubiera rendido, se hubiera vencido, porque entonces sí habrían muerto sus compañeros y aquel hecho hubiera sido otra de las matanzas de las dictaduras neocoloniales en Cuba o el continente.

Pero no fue así: la firmeza de los jóvenes, con Fidel al frente, continuó; lo que ratificaba el empeño de Abel en cubrir la retirada desde el hospital civil para que pudiera sobrevivir, y la acción relámpago de Ricardo Santana para sacar al jefe de entre las balas cuando se había quedado prácticamente solo, cubriendo la retirada de los demás compañeros frente al cuartel.

La firmeza en las declaraciones del juicio, en la preparación política en la cárcel, en la organización en el exilio, en la expedicion del Granma, en la lucha en la Sierra… La firmeza después del triunfo, cuando el verdadero enemigo de las revoluciones arremetió contra la nuestra desde el norte… Por eso el Moncada se hace grande. Y crece.

En el aniversario 45 de los hechos del 26 de Julio, el Comandante en Jefe, una vez más, lo ratificaba: «Nuestros muertos heroicos no cayeron en vano. Ellos señalaron el deber de seguir adelante, ellos encendieron en las almas el aliento inextinguible, ellos nos acompañaron en las cárceles y en el destierro, ellos combatieron junto a nosotros en la guerra. Los vemos renacer en las nuevas generaciones».

En 1986, justamente en la provincia de Sancti Spíritus, en el acto por el 26 de Julio que además inauguraba las transmisiones
del canal internacional de la televisión cubana, Fidel expresó lo que sella nuevamente nuestro compromiso con los moncadistas: «Con la fe de los días más difíciles, y con la fe y la seguridad que nos ha dado la victoria, digo hoy, le decimos al imperio y les decimos a los adversarios, que nuestro pueblo será capaz de vencer cualquier obstáculo, cualquier dificultad; que nuestro pueblo será capaz de marchar adelante incontenible, será capaz de vencer sus propias debilidades, será capaz de vencer sus propios defectos, será capaz de vencer sus propios errores. Y un pueblo que es capaz de vencer sus propios defectos, sus propios errores; un pueblo que no teme a nada, un pueblo que no se doblega ante nada ni ante nadie, es y será siempre un pueblo invencible».

Santiago sigue amaneciendo entre los ruidos y los recuerdos de una ciudad que guarda momentos especiales… Las montañas parecen cuidarlo todo en silencio, como diría Raúl, en el acto del 26 de julio de 2018:  «Miren qué hermoso amanecer con las montañas de la Sierra Maestra observándonos…», un amanecer en el que seguramente pensó en sus compañeros allí, 65 años atrás.

«Ninguno de los que tuvimos el privilegio de participar en estas acciones, bajo el mando de Fidel, podíamos entonces soñar que estaríamos vivos un día como hoy, con un país libre, independiente y soberano, una Revolución socialista en el poder y un pueblo unido, presto a defender la obra realizada, fruto del sacrificio y la sangre de varias generaciones de cubanos».

El 26 de Julio sobrepasa hoy cualquier celebración y se convierte en un día a día interminable, en una batalla eterna por la vida, incesante y hermosa… Celebro entonces hoy, a pesar de lo triste, el día más alegre de la Historia patria, porque fue el día en que más de cien jóvenes fueron felices cuando partían al lugar donde lo más importante era honrar al Maestro. Y lo hicieron, y dieron luz de aurora…

Por eso, como dijera la heroína del Moncada y revolucionaria apasionada y eterna, Haydée, el Moncada se hace grande por la firmeza de los que cayeron, y la firmeza de los que vivieron.

Y seguirá creciendo por la firmeza de los que continuamos.

(Tomado de Cubadebate)

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