Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La pasión inquebrantable

Madre e hijo comparten la misma profesión, y son ejemplo de perseverancia, vocación, y esperanza

Autor:

Lázaro Chacón Vázquez

Vocación y pasión por salvar vidas distinguen a Damary Duardo Devora y Dariel Herrera Duardo. No solo los unen lazos consanguíneos, sino que abrazan la misma profesión: la enfermería. No pueden ya decir cuántos bebés han tenido en sus brazos, pero su llanto los emociona siempre.

No se imaginan en otro sitio: siempre al lado de sus pacientes, tomando signos vitales, aplicando un tratamiento, luchando por la vida hasta el último aliento. Su vocación ha vencido todas las pruebas. Ella, con mucha experiencia; él, comenzando el camino. A ambos le acomodan no pocos calificativos: humanos, sensibles, competentes y también imprescindibles.

Ecuánime hasta en los momentos de más angustia, la licenciada en Enfermería y especialista en atención materno infantil del Hogar Materno del municipio villaclareño de Manicaragua, asegura que su hijo es su todo. Lo afirma tan categórica como la cofia blanca que durante 28 años ha mantenido firme por encima de su pelo.

«Es imposible ser enfermera y no sentir amor, y las madres damos ese amor que necesitan nuestros hijos. Siempre tenemos algo de qué hablar. En este momento él está cursando un diplomado en Anestesia, y cuando regresa a casa siempre viene con una situación interesante, como una gestante que se presentó con una situación diferente, y entonces intercambiamos, dialogamos sobre qué conducta tomaron, qué se hizo…».

Cuando Herrera Duardo atiende a sus pacientes en el Hospital Ginecobstétrico Mariana Grajales, siente una felicidad que no la cambia por nada. «Es mucha responsabilidad: la familia depende de los médicos, de nosotros, por eso es importante transmitirle confianza. Tenemos que mostrar mucha ética dentro y fuera del Hospital».

El joven sonríe y mira a su madre, ambos frente a mí. Dice que su carácter, su profesión, sus valores, le deben mucho a ella: «Exigente, cariñosa, inteligente, muy profesional, buena persona». Así es su mami.

Cuando ella cobija a algún neonato, sabe que cualquiera de ellos pudiera ser su propio hijo. «El útero materno es un lugar ideal, luego nacen muy indefensos y lo que más quiero es que se sientan seguros en mis brazos», dice, y la ternura acompaña sus palabras. «Mi mayor deseo es que mi hijo supere a la maestra», enfatizó.

—La enfermería, ¿una buena decisión?

—Desde niño veía a mami y me motivaba. El día a día es fuerte, luchando contra la escasez de recursos humanos e insumos médicos, y sin embargo hacemos maravillas. Cada enfermero se entrega por completo, y lo que haya que hacer se hace con amor, con esa sensibilidad que nos caracteriza.

Duardo Devora habla y la pasión se refleja en su rostro. «Para la madre enfermera es más difícil en estos tiempos. No existen días festivos, no importa la hora, siempre vamos dispuestas y con humanidad para tratar a los pacientes.

«¿Qué cualidades no deben faltarle a un profesional de la Enfermería…?, La ética profesional, el humanismo y la dedicación a los pacientes. Todo lo que hagas debe ser con esmero, y con orgullo porque es una vida humana; y debes mantenerte siempre optimista hasta en las más difíciles circunstancias».

Madre e hijo reciben la sonrisa agradecida de un paciente o su familiar como los mayores premios, y se sienten inmensamente feliz de ser salvadores de cuerpos, y también de almas.

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