Fidel Autor: Falco Publicado: 21/09/2017 | 06:45 pm
La juventud del Centenario de Martí supo arrostrar los retos de su tiempo y colocar muy alto la dignidad de los hombres de Cuba, y por ella, la Revolución triunfó. La juventud del Centenario de Fidel —dentro de apenas tres agostos más— ha recibido la delicada y decisiva misión de estar a la altura del mejor discípulo del Apóstol, de no fallarle al hombre que junto a sus compañeros no lo dejó morir en 1953. Y es que, como bien resume el libro de Yunet López y Wilmer Rodríguez, que recoge el trayecto de la caravana de aquel 2016, la vida de Fidel, en lo adelante, depende de nosotros.
No puede verse a un hombre tan cercano, reciente y presente, con la lejanía ocasional de la solemnidad ni con la conformidad de un homenaje, ni con imágenes en sepia de lo que ha sido más de 60 años de combate verde y rebelde de Cuba.
Fidel es joven universitario inquieto, que baja y sube la escalinata; que acompaña las marchas de las antorchas, va al Moncada, viene en el Granma y combate en la Sierra; que va a Playitas de
Cajobabo y dice que ese es un lugar sagrado de la patria; el de los humildes, por los humildes y para los humildes; el que el 5 de agosto de 1994 demostró la importancia de la lealtad; el que bajo un aguacero torrencial en Holguín le plantó respeto a Bush en una Tribuna Abierta inolvidable; el que le pidió a los héroes de Cangamba que resistieran, que los rescatarían «cueste lo que cueste»; o el de la epístola en la que aseguraba que estaría en la primera línea para morir combatiendo en defensa de su país; el de las Mesas Redondas en vivo explicando lo inmenso y lo diminuto; el que se empeñó en la cosecha de plantas proteicas para el ganado y mejorar la alimentación del pueblo; el que estuvo al tanto del científico, del maestro, del artista y del atleta; el de los congresos pioneriles, de los trabajadores sociales y la universalización de la enseñanza, el de los instructores de arte; el de la Plaza de la Revolución repleta; el que le pidió a La Colmenita, el día de su 90 cumpleaños, que rindieran también un homenaje a su amigo Abel Santamaría; el que decía Haydée que había sido siempre el mismo, el ser humano excepcional en quien había que creer desde el inicio.
Pareciera que hemos tenido a un gigante…y acaso lo tuvimos… pero un gigante no solo hacia arriba, sino hacia lo profundo, hacia las esencias de lo humano, hacia el corazón y la vida que puso a disposición de los demás. Por eso es tan difícil definirlo o abarcarlo.Pero lo que sí es innegable es que lo tenemos, es nuestro; tan nuestro como la certeza de aquellas escuelas que nunca más volverán a ser cuarteles.
La juventud cubana que vivirá el Centenario del líder histórico de la Revolución, tiene que conocer al Fidel que vivía convencido de que no podía ser lo material el cemento que nos uniera, sino que había que apostar por una sociedad diferente, sin competir con estándares de sociedades de consumo que lógicamente no alcanzaremos, porque el socialismo es otra cosa. El socialismo es el hombre ante todo, transformando, produciendo, estableciendo un vínculo social que deviene responsabilidad colectiva y que además lo hace feliz y lo libera a la vez que crea una alternativa mejor. Fidel es la utopía, pero no por lo inalcanzable, pues nadie mejor que él supo cumplir años y sueños, y convertir lo imposible en posible; Fidel es la utopía por el valor de avanzar… Es eso: el horizonte que invita a caminar, a alcanzarlo, a no detenerse y, sobre todo, a no dejar de soñar, por difíciles que sean los tiempos. A no perder nunca la arrancada… y mucho menos la sonrisa.
Fidel es un concepto de Revolución que tiene 13 ideas esenciales, todas formando una guía ética y de lucha revolucionaria, que no funciona si repetimos solamente par de ellas o las aplicamos por separado. Fidel es también el de las palabras del 7mo. congreso del Partido, su último discurso en el Palacio de Convenciones, cuando llamaba a emprender la marcha y perfeccionar lo que debiera ser perfeccionado, con lealtad meridiana y la fuerza unida, como Martí, Maceo y Gómez, en marcha indetenible. Fidel es la unidad. Y la movilización constante.
Fidel es de su pueblo. Fidel es hoy —y tenemos que defender que así sea siempre— la utopía, la unidad y la humanidad… y por ellas tres, es la rebeldía. Fidel es primogénito del mundo, por apasionado, por su fe indestructible en la resistencia y la victoria de la justicia. Por eso, la juventud de su Centenario ha de seguir cada proyecto suyo, cada idea, cada discurso, cada imagen, porque en todo —absolutamente en todo— dejó un mensaje para quien quiere leerlo. Ir a Fidel no es ir solo a la historia, a lo de antes. Quien así lo considere, no lo conoce. Fidel es tan nuevo como seamos capaces de interpretarlo. Hay que ir siempre a Fidel, porque luchó y vivió para fundar, porque su ejemplo todavía construye y une para bien de todos.
Por eso, mientras existan jóvenes dispuestos a salir al sol, habrá Fideles, que es lo importante.