Que jóvenes y adolescentes —y personas de otras edades—, les hayan dado la bienvenida, desde hace unos años, a calabazas talladas y disfraces, ya daba las primeras alarmas de un fenómeno mucho más complejo. Pero ahora, que entre la parafernalia de Halloween y las adopciones celtas se nos introduzcan encapuchados confederados, con todo un pasado racista en sus atuendos y procederes, es una transgresión inadmisible.
Un hecho como el del sábado último en la noche, en el parque holguinero Calixto García (que transito desde mi niñez), aunque hubiera ocurrido en otra ciudad cubana, me hubiera igualmente molestado. Una afrenta así no cabe ni en broma, pues cuando se ignora la historia o se subvaloran esencias de la cultura, la globalización, además de brujas, fantasmas o condes transilvanos, destapa distintos linchamientos y linchados.
¿Cómo hicieron los de la celebración para salir de sus senos familiares y caminar por las calles hacia ese céntrico espacio? Bochornosas y sin justificación fueron las preguntas de los improvisados KKK (Ku Klux Klan) sobre dónde estaban los negros o las nada folclóricas fotos que les tomaron, en función de hacerles parecer ocurrentes o llevarse un recuerdito, en vez de encararlos y bajarlos de la posible nube ingenua.
Aunque sí hubo allí quienes les llamaron la atención, los disfrazados nunca prestaron oídos y les caracterizó la insensibilidad.
Resulta intolerable, aun por cojeras del conocimiento o aparente ingenuidad, expresiones racistas como estas, que rinden culto a una manifestación que dividió y divide en razas a los humanos, se escudó en la segregación e involucionó humillando y asesinando desde el siglo XIX y es considerada una de las organizaciones terroristas más antiguas del mundo.
Debemos potenciar lo autóctono, que supera la botella de ron, el tabaco Habano y el mojito playero, sin desconocer las influencias a las que se someten los jóvenes hoy, permeadas por nuevas formas de colonización cultural. Vendría bien en clases consolidar a Rosa Park y su asiento negado, a Martin Luther King con el sueño herido de muerte, a Nelson Mandela y al apartheid sudafricano que contribuimos a desmoronar.
¿Qué tanto recordamos la muy dilatada abolición esclavista en nuestro territorio o las sociedades de clases de la Cuba antes de 1959? ¿Sabemos que los zoológicos humanos estuvieron en apogeo en las metrópolis europeas o que los estadounidenses del KKK después fueron por los judíos, los latinos y los comunistas?
Ya con mi juventud atrás, soy también de los que cree en el provecho de asimilar lo mejor de las influencias foráneas, pero siempre debemos permanecer atentos y vigilantes, pues la cruz sureña, el neonazismo de moda, la colonización y los símbolos de odio no se pueden permitir en nuestra patria mestiza.