El horrendo asesinato de cuatro revolucionarios en el edificio 7 de la calle Humboldt, hace 65 años, demostró el sacrificio y el valor de una generación por su Patria. Autor: Raúl Pupo Publicado: 19/04/2022 | 09:08 pm
En la dictadura siniestra que vivió Cuba con Batista, ni el sábado santo era sagrado. Aquella tarde del 20 de abril de 1957, hordas del tristemente conocido Esteban Ventura, un hombre con manifiesto disfrute de la crueldad, sacudieron con metralla las almas de cuatro jóvenes revolucionarios.
Fructuoso Rodríguez Pérez, José Machado Rodríguez (Machadito), Juan Pedro Carbó Serviá y Joe Westbrook Rosales, miembros del ejecutivo del Directorio Revolucionario (DR) y participantes directos en las acciones del 13 de marzo (38 días antes), fueron vilmente asesinados. El hecho atravesó el umbral de la historia como la masacre de Humboldt 7, haciendo alusión no solo al lugar donde ocurrió, sino también a la extrema dosis de odio y brutalidad de los ejecutantes.
Las patrullas comenzaron a rodear todas las calles que conducían a entradas del edificio, cercano al malecón capitalino. Lo siguiente fueron los culatazos para derribar la puerta del apartamento 201, donde se escondían los muchachos desde la madrugada de la fecha de su muerte.
Juan Pedro intentaba llegar al elevador para escapar cuando lo sorprendieron y lo balearon sin recato. Fructuoso y Machadito se lanzaron de una altura peligrosa buscando huir, pero el pasadizo de la agencia automovilística tenía candado. Fructuoso quedó casi inconsciente y Machadito se afectó la movilidad de las piernas debido a la caída. Ello no impidió que, aún sin estar armados ni en posición de combate, fuesen ultimados en un espectáculo ignominioso de sangre y fuego.
Joe, quien solo tenía 19 años, se encontraba fuera del apartamento y se escondió en la casa de una vecina, pero los verdugos llevaban fotos para identificarlos, y tras descubrirlo, lo asesinaron a escasos metros de donde se resguardaba.
Los tintes perversos del operativo policial fueron escalando, al punto de halar los cadáveres por los pelos, arrastrarlos hacia la puerta del inmueble y luego hasta una de las esquinas. La conmoción y el escándalo en la vecindad fueron detenidos con ráfagas que los obligaron a entrar en sus moradas para no dejar testigos de la barbarie.
Años después se supo que todo fue por la delación de Marcos Rodríguez Alfonso, quien los visitó en Humboldt 7. No vio a Joe, por lo que no tuvo certeza de que también se ocultara allí. Testimonios sobre esa parte oscura de la historia han revelado que existían fricciones entre el delator y varios de los muchachos, presuntamente por el enfoque insurreccional de la lucha. Lo cierto es que el dato que Marcos dio a Ventura desencadenó uno de los hechos más trágicos y monstruosos de la épica nacional.
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Repasar el contexto en el que tuvo lugar este crimen, del cual ya han pasado 65 años, permite acercarse al creciente accionar y a la toma de conciencia política-organizativa del estudiantado y la juventud durante los años 50, así como a la actitud furibunda de la tiranía batistiana al reprimir el enfrentamiento a su régimen oprobioso.
Para la Doctora en Ciencias y premio nacional de Historia, Francisca López Civeira, entre los elementos que determinan los antecedentes están las expresiones de rechazo que encabeza la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) tras el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952.
Otro importante es la consolidación de José Antonio Echeverría como un brillante líder. El estudiante de Arquitectura dirigía la FEU de su facultad, luego por sustitución accede a la presidencia de la Universidad de La Habana, hasta que en 1955 es electo formalmente. Ese mismo año organiza la creación del DR, en septiembre. A la reunión fundacional asistieron junto a José Antonio, Fructuoso y Joe.
Como señala la historiadora, el DR se convirtió en el brazo armado de la FEU; mientras en la plataforma estudiantil estaban representados todos los estudiantes, al DR solo se integraban aquellos con tendencia a la lucha armada. Un manifiesto del DR, publicado en mayo de 1956, y que cita López Civeira, esclarece que la organización no solo persigue tumbar a Batista, sino hacer la Revolución, definiendo cómo se entiende este proceso:
«La Revolución es el cambio integral del sistema político, económico, social y jurídico del país (…). La Revolución se asienta sobre principios fundamentales de libertad política (democracia), independencia económica (nacionalismo), justicia social (socialismo)…».
Durante el año siguiente no disminuyeron las marchas y actos contra el Gobierno golpista y despótico. Un ejemplo de unidad y sinergia revolucionaria fue la Carta de México, que estableció la relación del DR y la FEU con Fidel y el Movimiento 26 de Julio. El texto fue firmado el 29 de agosto de 1956.
«Cuando se firma la carta cada uno defiende su concepción y táctica de lucha, que aunque era insurreccional, difería en los fines. El DR creía que el camino era descabezar a la tiranía y arrebatarle el poder, en tanto el M-26-7 entendía la insurrección como un elemento movilizador de las masas populares.
«Mas, se van a respetar y en la Carta de México eso está estratégicamente claro, pues hablan de eliminar a Batista, responder con dignidad y unidad de las fuerzas revolucionarias, pero cada uno seguirá en lo adelante sus métodos», afirma López Civeira.
El 2 de diciembre de 1956 Fidel llegó en el yate Granma, y con sus compañeros de travesía inició la batalla desde las inmediaciones de la Sierra Maestra, que continuó en 1957, año en que el DR preparó lo que consideraba el golpe final a la dictadura: el asalto al Palacio Presidencial y la toma de Radio Reloj.
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«El 13 de marzo de 1957 es asesinado José Antonio Echeverría y su pérdida se convierte en un problema serio. A Fructuoso, vicepresidente de la FEU, le correspondía por reglamento asumir la dirección, no siendo así en el DR. Por lo que el 24 de marzo de 1957 tienen una reunión donde se nombra a Rodríguez Pérez como nuevo secretario general. En ese mismo encuentro entran oficialmente al ejecutivo Machado y Carbó Serviá, todas figuras destacadas y reconocidas en la contienda».
Fructuoso, que en mayo cumpliría 25 años, fue uno de los participantes en la acción de Radio Reloj, al igual que Joe Westbrook. Juan Pedro Carbó Serviá, el mayor de los masacrados, se había graduado de la UH en 1953, pero se mantuvo vinculado al DR, y participó en el ajusticiamiento en el cabaré Montmartre del jefe del Servicio de Inteligencia Militar del ejército batistiano, el coronel Antonio Blanco Rico, en octubre de 1956.
Tomó parte en el asalto al Palacio Presidencial, del cual salió con dos heridas, las que no pudo atenderse en un hospital por el riesgo de ser identificado. Similar le ocurrió a su compañero Machadito, quien se batió con la guarnición del edificio y terminó con una bala en el muslo.
Joe Westbrook, el más joven de todos, atendía por el DR el enlace con la Segunda enseñanza, pues desde su etapa de bachiller se destacó por el arrojo y la entrega revolucionaria.
El 20 de abril se les asestó un mazazo duro a la FEU y al DR, que quedaron debilitadas por un tiempo. La universidad clausuró indefinidamente sus puertas y no abriría más hasta después del triunfo revolucionario, lo que ocasionó cierta desarticulación orgánica en la FEU, pero la lucha en sus distintas variantes se mantuvo.
Lejos de amedrentar, el ensañamiento y el terror de Humbold 7 demostraron hasta dónde era capaz de llegar una estructura dictatorial despojada de toda condición humana, pero de igual forma evidenció el sacrificio de una generación capaz de abonar su sangre por un país sin afrentas ni oprobios; porque la Revolución Cubana no fue un hecho fortuito ni de meras disputas, fue un acto de justicia que lleva sobre sus hombros la sangre de mujeres y hombres valerosos.