El arquitecto Hernando Hernández, autor del proyecto Carta Cuba Autor: Cortesía del entrevistado Publicado: 01/12/2020 | 01:03 pm
CIEGO DE ÁVILA.— Hernando Hernández Prado («Hernandito» para amigos y familiares) es tajante: «Proyectista, sin lugar a dudas», responde con rapidez cuando le preguntan por lo que más prefiere en la arquitectura entre diseñar, ser inversionista o estar en la construcción a pie de obra. Y junto con la respuesta viene también, con rapidez, la causa: «Es que el diseño te permite soñar y la arquitectura es un sueño desafiante».
Es graduado de la Universidad de Camagüey en 1990, máster en 2004 por la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría y proyectista en la Empresa de Ingeniería y Diseño (Dimarq) de Ciego de Ávila. Sus obras aparecen en distintos lugares de la provincia, bien con un sello personal o como parte de un equipo de trabajo.
Una de estas es el restaurante Carta Cuba, perteneciente a la empresa de Gastronomía en Ciego de Ávila. Ubicado en el Parque de la Ciudad, el inmueble llama la atención por su diseño de amplias áreas y con un aire contemporáneo.
Algunos miran la construcción con interés mientras pasan delante de ella. Hernandito, en cambio, la observa como un padre que conoce los detalles más íntimos. Al mencionarla, mueve la cabeza y describe su diseño. Luego cuenta sobre la ejecución y las alternativas ante las dificultades que surgieron en el terreno.
En su voz hay un tono neutral, a veces compasivo. También se percibe una cuota de agradecimiento. Esa obra fue uno de los tres proyectos que representaron a Cuba en el Premio Internacional Oscar Niemeyer para la Arquitectura Latinoamericana.
«¿Crees que Carta Cuba gane…? —dice sonriendo— ¿Con la cantidad de arquitectos buenos que hay en América Latina y con la cantidad de construcciones que se hacen? El premio no es ganar, sino que te nominen. Y seguir trabajando».
Pensar alto
Con sus colores claros, salones amplios y decoraciones de madera, Carta Cuba transmite serenidad; percibida por las noches con las luces encendidas y las farolas que lo rodean iluminan sus columnas y paredes.
En 2019 el proyecto obtuvo premio en la categoría de Diseño Arquitectónico del Salón Nacional de Arquitectura, que sesionó en Bayamo. Ese fue el espaldarazo para ir al Oscar Niemeyer, donde participó una selección de obras premiadas en los eventos adscritas a la Red de Bienales de Arquitectura de América Latina (Redbaal).
«Al pensar una obra —explica Hernando— siempre me acuerdo de José Antonio Choy, uno de los grandes arquitectos cubanos. Él aconseja proyectar por encima de lo que se pide para luego aterrizar la idea a la realidad y ajustarla a los requerimientos que aparecen con la inversión. Las construcciones nunca son una camisa de fuerza, pero sí es importante escuchar el criterio del proyectista.
«Con Carta Cuba fue igual. Se pidió un inmueble para recibir a delegaciones y hacer actividades grandes, y que debía estar en el Parque de la Ciudad. El recinto ya tenía esa condición: el de estar pensado para un área con aire campestre y cierta vegetación; pero además con una función gastronómica. Eran dos ideas que no podías obviar.
«Al comenzar el proyecto teníamos una pregunta: ¿cómo integrar la obra con el ambiente donde se levantaría? Siempre me inclino por romper con la rigidez en el diseño; me llaman la atención las líneas onduladas, combinar los colores adecuados… Sin embargo, también quería romper con ciertas tradiciones; pudiera decirse algunos esquematismos.
«En un escenario como ese a lo mejor la primera idea sería algo más apacible. Pero nosotros queríamos combinar lo moderno con lo tradicional, lo permanente del paisaje con algo nuevo, y que coexistieran en armonía. Por eso se pensó en un recinto con techos de líneas curvas y materiales que permitieran esa integración.
«Durante la construcción debieron existir modificaciones. Es lógico que así sea. Yo creo que ninguna obra en el mundo está exenta de cambios mientras se ejecuta. Con el restaurante debimos replantear varias ideas porque a veces un material no estaba a la mano. Ahí es cuando aparece el trabajo en equipo, donde deben participar todos, proponer ideas y escoger entre varias opciones. Claro, lo importante era respetar la concepción del proyecto y se logró. Con los decoradores debimos trabajar muy de cerca: Hicieron un gran trabajo a la hora de pensar las estructuras de madera del restaurante, que eran un elemento vital porque reforzarían esa integración soñada desde el inicio».
No olvidar las raíces
«Escucho hablar de Carta Cuba —reconoce Hernando—. Dicen que es un lugar acogedor. Eso me alegra; aunque a veces lo miro y pienso: si hubiéramos hecho esto, ¿quedaría mejor? Y si cambiara esta otra parte, ¿qué pasaría? Es inevitable… aunque al final lo dejo tranquilo. Él está ahí, vivo».
Al preguntarle sobre los proyectos por los que siente más cercanía, el proyectista dice que eso es como preguntarle a un padre cuál es el preferido de sus hijos: «Hay cuestiones de trabajo donde no tienes mucho margen de maniobra por los requerimientos que se ponen —explica—. Otras veces es un trabajo en equipo y tú tienes una parte específica, en ocasiones muy pequeña.
«Un arquitecto debe tener muy claras sus raíces, el entorno de donde surge. Defiendo mucho el patrimonio arquitectónico de Ciego de Ávila. Comparado con el de otras ciudades, como Camagüey, Santiago de Cuba o La Habana, es pequeño; pero tiene una riqueza muy grande. Precisamente, una de las cosas que más me preocupa es lo desconocido que resulta para muchas personas que lo habitan».
Hernando lo dice con propiedad. No solo por los premios recibidos o la Distinción Ornofay, máximo reconocimiento que entrega la Dirección Provincial de Cultura. También por su labor investigativa, que lo llevó a escribir, junto con la historiadora Norma Álvarez González, el libro Centro Histórico de Ciego de Ávila. Un siglo de arquitectura, de Ediciones Ávila.
«El coronavirus, me parece, va a traer cambios para concebir las construcciones; al menos por acá por Ciego —comenta—. Esta es una ciudad que debió acoger servicios en espacios sin tanta amplitud. Hay cafeterías estatales o de cuentapropistas, por ejemplo, que debieron asentarse en locales pequeños y acogen un público numeroso, con el peligro de mucha proximidad. En el mundo de la pandemia no es recomendable esa cercanía.
«¿Cómo acondicionarlos para que continúen brindando el servicio con seguridad ante la COVID-19, en el mismo local y con un respeto a la conservación? ¿Cómo integrar lo nuevo con la historia? Bueno, hay que imaginar, pensar. Lo importante es que la arquitectura tiene solución para esas interrogantes.
«También me inquieta que se descuide ese patrimonio. Veo portales, balaustradas, columnas que se deterioran, y cuando me piden una obra nueva para la ciudad a veces me incomodo. ¿Por qué en vez de hacer algo nuevo, no conservamos lo que tenemos? Puede parecer medio atravesado, pero amo a mi ciudad y la memoria no se puede perder. Con cada pieza que se cae, hay un pedazo de tiempo que desaparece, y la arquitectura tiene una vía para rescatarla. Por eso vale la pena soñar con ella».
Cuba en la tercera edición del Oscar Niemeyer
Además del Carta Cuba, en la tercera edición del Oscar Niemeyer nuestro país estuvo representado por las obras Casa 20, de Rolando Guevara, y La casa soporte, de Carlos M. González, Alain Rodríguez, Camilo J. Cabrera y Merlín González. En esta ocasión se presentaron 101 proyectos de 12 países de Latinoamérica, según informó el sitio oficial de la Redbaal. El Premio, dado a conocer recientemente, recayó en el Edificio Municipal de Nancagua, en Chile, creado por la oficina Beals Lyon Arquitectos.
Apacible, en el Parque de la Ciudad de Ciego de Ávila el restaurante Carta Cuba integra lo moderno con lo tradicional. Foto: Denny O. Lugones Fajardo
Los interiores del Carta Cuba acogen aires de lo moderno y lo tradicional, y vinculan lo permanente con el cambio. Fotos: Denny O. Lugones Fajardo