De izquierda a derecha: Lilian García, Yisell Morejón y Maydelis Rodríguez. Autor: Hugo García Publicado: 28/09/2017 | 10:12 pm
MATANZAS.— A la Central Termoeléctrica (CTE) Antonio Guiteras la hemos visitado continuamente por estos días, de seguro más veces que en sus 30 años de construida. Ese enclave energético está a diez kilómetros de la ciudad de Matanzas. Las luces de aviso de su enorme torre sirven de alerta a los aviones, y a los marinos y pescadores para el marcaje de la costa y triangular pesqueros. Es como un faro gigante. Los matanceros saben cuándo está parada o genera por el humo de su chimenea, que confirma la dirección del viento desde lugares distantes. Muchos la extrañaron en esos días cuando no pudieron auxiliarse de esas bondades secundarias, ni de su principal objetivo: producir energía.
Allí ya conocen «a la gente de la prensa». Desde que llegamos, nos brindan cascos de protección y todos se muestran receptivos para que el trabajo fluya. Nadie censura ni niega información. En nuestros recorridos por toda la planta llama la atención la cantidad de jóvenes, mujeres y hombres implicados en la recuperación; lo mismo soldadores, operarios, electricistas, buzos, camioneros, operadores de grúas que mecánicos, en fin, disímiles oficios unidos en una batalla común.
Todos aseguraban desde el principio que podrían generar, aún cuando quedaran otras tareas por concluir y que no entorpecieran la generación eléctrica, justo como sucede desde este miércoles.
El título de este trabajo no es festinado. Tantos días de deambular entre amasijos de escombros y de hablar con muchas personas conmovidas, estremece; a la mayoría se le aguó los ojos y otros lloraron, nadie ocultó sus sentimientos hacia ese centro de trabajo.
Esta es nuestra casa
La ingeniera industrial Yissel Morejón Pérez, especialista principal de Planificación y Mantenimiento de la CTE Guiteras, tiene sobre sus hombros, con apenas 29 años de edad, una gran responsabilidad: «Me incorporé el martes porque vine desde Bahía Honda, Artemisa, donde vive mi familia; pero supe por la televisión sobre el desastre el propio domingo, y cuando vi las imágenes lloré. Ver la casa de circulación derrumbada fue muy triste, las lágrimas me corrían. Es increíble cómo se ha trabajado».
Yissel es un eslabón fundamental de la CTE: «Tengo que saber todo lo que se hace en la planta, tanto en el área de caldera como de turbina; ver qué se atrasó, darle prioridad y agilizar los trabajos, qué recurso hace falta y ofrecer seguimiento a las labores».
Lilian García Luejes, técnica en Mantenimiento Industrial, tiene 23 años y se desempeña como técnica en Reverbería, Hojalatería e Insolación: «En la caldera hemos tenido mucho trabajo, aunque es bueno resaltar que no sufrieron daños sus objetivos principales, pero sí las planchas que la cubren. Fue una experiencia amarga, pero la juventud se movió fuerte. Mi jefa me mandó un mensaje que decía: “se cayó la casa de circulación”. Imagínate cómo me puse si esta es nuestra casa, se me aflojaron las piernas y lloré, pero teníamos que recuperarnos rápido, porque el sistema electroenergético fue dañado en todo el país».
La ingeniera química Maydelis Rodríguez Mejías, especialista en Mantenimiento Industrial, de 34 años, no soportó tanto desastre y sus ojos se humedecieron: «Me dolió infinitamente. Se están reparando varias instalaciones al mismo tiempo y todo lleva protección anticorrosiva. Esta termoeléctrica está ubicada en un lugar extremadamente agresivo, en períodos normales es increíble la salinidad de la zona y el nivel de deterioro que se produce con rapidez».
Calidad ante todo
Yilepsy Machado Hernández y Ainek Cruz Fernández son dos jóvenes de la localidad de Caraballo, en el municipio de Jaruco, de la provincia de Mayabeque, y técnicas en gestión de la calidad en la unidad empresarial de base Este Habana, de la Empresa de Mantenimiento a Centrales Eléctricas Habana. Inmersas en la recuperación de la CTE Guiteras, en todo ese tiempo no han ido a sus casas.
«Otras veces hemos laborado en la CTE Guiteras, pero en mantenimientos. En esta ocasión hemos intervenido a lo largo de la avería de la CTE en el área de circulación. Laboramos de una manera fuerte y continua, garantizando la seguridad de los trabajadores, porque es importante prevenir accidentes», precisa Ainek.
Yilepsy explica que «a pesar de que se trabaja con mucha premura apreciamos calidad en el trabajo; para eso estamos nosotras, chequeando constantemente y apoyando a los trabajadores para que no les falte la documentación pertinente. Tenemos que sacar la tarea adelante, pero no podemos hacer las cosas mal.
Ambas jóvenes consideran esta experiencia como única, porque les gusta su trabajo y esta resulta una avería atípica. «Es un reto, no es lo mismo un mantenimiento planificado que una avería de esta magnitud», agrega Yilepsy.
«Es difícil estar lejos de la familia tantos días, una sabe cuándo sale pero no cuándo regresa», resume Ainek.
La arrancada, el desahogo
Alain Bolaños León tiene 29 años, es chofer de montacargas y lleva poco más de un año en la CTE. «El sábado estaba en la casa, pero amanecí el domingo en la planta. Trabajamos todos los días hasta tarde. En estos días hemos hecho de todo: mover materiales, despachar, cargar... La destrucción me impresionó mucho; no tenemos tiempo para nada, salimos de una cosa y entramos en otra. Siento mucha satisfacción y alivio al saber que la planta comenzó de nuevo a generar, porque uno le coge cariño al trabajo y ver las cosas así destruidas no es fácil. Este arranque es un desahogo para todos», expresa.
Foto: Hugo García
Elvis Ariel Diago Casanova, operador eléctrico, con 21 años y especialista B, lleva dos años en la CTE. Vive en el municipio de Perico: «Aquí hacemos lo que haga falta. El director nos dijo que conectáramos una manguera y en eso estuvimos hasta casi las cuatro de la madrugada. Hay mucha disposición. Nunca había pasado un huracán en la planta, pero me impresioné al ver tanto derrumbe, de corazón te digo que no pensé que la destrucción fuera tanta».
Nos marchamos después de apreciar cuánto se ha avanzado sin descanso, día y noche, para llegar al momento de echar a andar una fábrica imprescindible para la generación eléctrica en la nación.
La emblemática chimenea volvió a expulsar humo. Desde la ciudad supieron que volvía a latir la termoeléctrica y el pesar de muchos se convirtió en energía.