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No vine con la Feria, yo ya estaba aquí

La escritora canadiense Amanda Hale, quien mantiene vínculos con Cuba hace más de 15 años, presenta un título suyo en el país por primera vez, Sondeando la sangre

Autor:

René Camilo García Rivera

Para escribir prefiere la soledad, pero se alimenta de la gente para armar sus historias. Aunque los personajes y culturas que descubre nutren sus ideas, redacta en la reclusión de la isla Horby, con solo 800 habitantes, en la costa oeste de Norteamérica. «El aislamiento es bueno para el oficio», aclara la autora canadiense Amanda Hale.

«Aunque vivo en Toronto, me paso la mitad del año en Horby. Lo necesito. Es un lugar paradisiaco, con playas, bosques y lagos. En verano se llena de turistas, pero es un buen espacio para crear», afirma.

La mujer viste jean azul y una sencilla blusa de hilo. Anda en sandalias sobre las adoquinadas calles de La Cabaña. Amanda se confunde entre los paisanos con gran facilidad. Solo unos clarísimos ojos azules levantan suspicacias: ella los oculta tras las oscuras gafas de sol. La escritora no es novata en este pueblo…

«Hace más de 15 años vengo a Cuba. La primera vez fue en 2001, cuando pinté un mural junto a una amiga en el Poder Popular de Marianao. Tardamos cerca de un mes y medio para hacerlo. La obra todavía está en el lobby del edificio.

«Aquel viaje me enamoró de este país. Yo había visitado otros lugares de América Latina, pero no aquí. Aprendí mucho de la historia, de la Revolución, y me encantó. Empecé a sentir admiración por esta Isla. Luego he regresado periódicamente y hasta he escrito dos libros de relatos sobre Cuba.

«El primero, de 2011, se titula En brazos del Caimán, que no está publicado aquí, pero se puede descargar de internet; y el segundo se halla en proceso de edición».

—¿Cómo encontró el material para estas obras?

—Yo viajo periódicamente a Cuba. En 2006 recorrí la Isla desde Baracoa hasta La Habana, para conocer más de la gente y su cultura. Luego, cada vez que regreso me quedo en Baracoa. Me paso dos y tres meses allá y escribo. Algunas historias son imaginarias, otras sobre mi vida personal y algunas me las cuentan los vecinos.

«Trato de no parecer una turista que va a la playa, pasea, visita los restaurantes, sino que intento integrarme en la comunidad. He hecho muchos amigos en esa villa y conversamos todo el tiempo. Ese vínculo es el que alimenta la creatividad.

«En estos viajes conocí a Manuel Verdecia, en Holguín, quien ha sido mi traductor al español. Primero el libro de cuentos, y ahora la novela que presentamos aquí, Sondeando la sangre».

—¿De qué trata la novela?

Sondeando la sangre fue mi primer libro publicado en 2001. La trama se desarrolla en isla Carlota (actualmente llamada Haida Swaii), en el año 1915. Alude a la vida en un pueblo ballenero que finalmente queda abandonado a causa de la sobreexplotación.

«En esa época venían muchos trabajadores de otros países, sobre todo asiáticos, pero eran discriminados por los colonos blancos. La hija de uno de los jefes de la estación ballenera se enamora de un muchacho japonés. Son dos adolescentes que viven clandestinamente su amor, asediados por prejuicios raciales y culturales. Ella sale embarazada y tiene una hija, que muchos años después —siendo una anciana— regresa al pueblo y se lo encuentra abandonado.

«El lugar existe realmente. Llegué ahí porque me invitaron. Pude ver las ruinas de las construcciones, de los barcos, del pueblo, y se me ocurrió esta historia. Aunque los personajes son ficticios, la vida de los inmigrantes y los trabajadores de la estación ballenera son reales, porque investigué mucho para describir las escenas, los detalles».

—Gracias a que Canadá es el país invitado de honor podremos disfrutar de esta obra, ¿no cree?...

—Esta ha sido una gran oportunidad para adelantar las cosas. Hace tiempo quería publicar aquí. Pero tengo que aclarar algo a los cubanos: yo no vine con la Feria; yo ya estaba aquí.

 

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