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Una fragua de pensamientos

El Centro de Estudios Martianos arriba a su aniversario 37 con un importante trabajo en el estudio y la divulgación de la obra de José Martí, cuyo legado intelectual es imprescindible para la consecución de ese mundo mejor al que aspiramos

Autor:

Armando Hart Dávalos

Cada nuevo aniversario de la fundación del Centro de Estudios Martianos se convierte en un acontecimiento recibido con mucha alegría y también con un sentimiento de responsabilidad por la significación que José Martí tiene para nuestro pueblo y para los pueblos de nuestra América. Es también una ocasión propicia para reflexionar sobre el camino recorrido y su proyección hacia el futuro. Cuando a fines de 1976 se creó el Ministerio de Cultura, recuerdo que llegamos a la conclusión de que resultaba ya inaplazable fundar una institución científica y de promoción que canalizara y promoviera los estudios sobre el Apóstol. Fue, pues, el Centro de Estudios Martianos, fundado el 19 de julio de 1977, con Roberto Fernández Retamar como su primer director, la primera y fundamental institución creada por iniciativa del recién inaugurado Ministerio de Cultura, la cual tuvo como antecedente la Sala Martí, que desde 1968 ya Cintio Vitier y Fina García Marruz habían organizado en la Biblioteca Nacional.

Desde su nacimiento, esta institución fue heredera de una tradición que se sustentaba en el principio de que en Cuba para ser marxista consecuente había que ser martiano, para articular creadoramente el pensamiento de Marx, Engels y Lenin con el de José Martí. De ahí que nuestro Partido se defina como marxista, leninista y martiano.

Del mismo modo, en su Primera Conferencia Nacional de enero de 2012, orientó profundizar en el legado ético, humanista y antiimperialista del pensamiento y obra de José Martí, como fundamento esencial de la práctica revolucionaria.

En la larga evolución de las ideas cubanas, desde los tiempos de Agustín Caballero, Varela, Luz y Martí, hasta hoy, está presente el método electivo. El pensamiento filosófico y político, social y cultural en general de nuestro país forjó la síntesis mejor lograda de las ideas del llamado Occidente, tanto es así que Fernando Ortiz, considerado el tercer descubridor de Cuba por sus estudios sociológicos y etnográficos, al analizar el fenómeno de la transculturación y de los factores humanos en la cubanidad, utiliza la metáfora del ajiaco para caracterizar la cultura cubana. Es, en efecto, un ajiaco con sabor a justicia en su alcance más universal. Y lo sustantivo de ese ajiaco está en José Martí.

Cuando conmemoramos el aniversario 37 del Centro de Estudios Martianos, en medio de los desafíos y complejidades de la situación actual, siguen vigentes las siguientes interrogantes: ¿Cuál es nuestro deber con las generaciones que vivirán bien entrado el siglo XXI para la preservación y transmisión del legado martiano? ¿Cómo debemos insertarnos de manera creativa y eficaz en el esfuerzo que involucra a todo el país para alcanzar una cultura integral y masiva? ¿Qué debemos hacer hoy para que el legado sagrado de José Martí sea investigado con profundidad y podamos extraerle las lecciones válidas para enfrentar los desafíos del siglo XXI?

Estamos comprometidos con la defensa de la tradición democrática, revolucionaria y socialista de la nación cubana y con la defensa de los valores que están en lo que podemos llamar el ADN de Cuba, es decir, de nuestra identidad. Nuestras responsabilidades se han acrecentado pues no solo estamos defendiendo la cultura cubana, sino también la cultura latinoamericana, caribeña e incluso mundial. Sobre todo hoy cuando se entabla un combate a escala continental entre los pueblos que quieren profundizar los cambios económicos, políticos y sociales que han tenido y tienen lugar en la región y las oligarquías sometidas históricamente a los designios imperiales. Es una lucha en la que nuestra región latinoamericana y caribeña, con una dilatada historia de saqueo, subdesarrollo y depredación por las metrópolis antiguas y modernas, con un destino de liberación y una tradición espiritual que sirve de fundamento a una vocación de integración regional, está en condiciones de hacer un aporte sustantivo para salvar a la especie humana y al planeta que habitamos de su extinción definitiva.

Es un imperativo hacer conciencia sobre el carácter de esa crisis y la necesidad de enfrentar el drama. Por primera vez en la milenaria historia del hombre —y diría, en la más que milenaria historia de las especies y de la especie humana—, se han acumulado fuerzas técnicas, recursos materiales capaces de extinguir no solo la especie humana, sino todas las especies. Nosotros, los que venimos del siglo XX, tenemos la responsabilidad de decirles a los jóvenes que deben prepararse y que deben tomar conciencia de que la familia humana enfrenta mortales peligros.

Esto se relaciona estrechamente con el tema del imperialismo en su fase actual y, en especial, con la situación en Estados Unidos. Martí fue el pensador extranjero que mejor conoció la sociedad norteamericana de su tiempo, y sus ideas constituyen hoy una sólida base para relacionarnos con ese país. Es necesario buscar los medios y las vías para vincularnos y relacionarnos más estrechamente con la sociedad norteamericana, porque el imperialismo de hoy no es el imperialismo del siglo XX, es un imperialismo en proceso de decadencia, y todos los imperios, en el momento de fenecer o en el proceso final de su existencia, emprenden acciones desesperadas para tratar de detener lo inevitable. El imperio hegemónico, ansioso de perpetuar su dominación a toda costa, acude a violaciones flagrantes del derecho internacional, a la amenaza del uso de la fuerza y no vacila en emprender agresiones a gran escala con el propósito de asegurar la explotación y el saqueo de los recursos naturales en todo el mundo, especialmente los energéticos.

De ahí que tiene una gran importancia la labor que viene realizando de manera muy acertada el Centro de Estudios Martianos, al vincularse a universidades, profesores y estudiantes de Estados Unidos a través de cursos y visitas. Estamos obligados a estudiar la sociedad norteamericana y buscar la forma de llegar a las personas sensatas de Estados Unidos, representativas de aquella sociedad, para un diálogo respetuoso que nos ayude a salvar la humanidad de los serios peligros que la amenazan. Para ello debemos trabajar en unir a todo el hemisferio occidental desde Alaska hasta la Tierra del Fuego.

No se trata de un mero ejercicio teórico, sino de abrir cauce a la más amplia movilización de la sociedad, para enfrentar los retos que significan la salvación de la especie humana y promover la lucha contra la pobreza, la marginalidad, la exclusión social, la violencia y la depredación de los recursos naturales y lograr un mundo mejor, caracterizado por la paz, el desarrollo sustentable, la justicia social, la solidaridad y el respeto a la dignidad plena del hombre. En las presentes circunstancias, el legado intelectual de José Martí se ha convertido en un referente ético y político para la consecución de ese mundo mejor al que aspiramos para las presentes y venideras generaciones.

Teniendo en cuenta que el año próximo se conmemorará el aniversario 120 de importantes efemérides relacionadas con el Apóstol y de la guerra iniciada en 1895, invito al Centro de Estudios Martianos a convocar un concurso que contribuya a destacar la vigencia de sus ideas y de los valores éticos y jurídicos que él defendiera con pasión y belleza literaria.

Su pensamiento es hoy un sólido sustento a los procesos de integración latinoamericana y caribeña. Ha llegado, como señaló Martí, la hora de proclamar la segunda y definitiva independencia de nuestros pueblos. Para ello hay que apoyarse en la herencia bolivariana y martiana y en la de una pléyade de próceres y pensadores latinoamericanos y caribeños que soñaron con esa integración. No es casual que la referencia a sus ideas aparezca de manera frecuente en los discursos de Presidentes y Jefes de Gobierno de los países de la región.

La cultura que representan Bolívar, Martí, Hugo Chávez y Fidel tiene responsabilidades universales.

Hay que recuperar esa memoria histórica, y por eso la labor de investigación y de publicación que desarrolla el Centro, incluida la Edición Crítica de toda la obra del Apóstol, tiene un valor estratégico. Y, partiendo de la cosmovisión martiana, es necesario relacionarnos con todos los grandes próceres y pensadores de América, sin excepción, en quienes se acumula un pensamiento y una cultura que el mundo necesita.

Contamos con el valioso trabajo de 37 años del Centro de Estudios Martianos para contribuir a este empeño. En una ocasión tan significativa como esta, queremos dejar constancia de nuestro aprecio por la labor que ha venido llevando a cabo su directora Ana Sánchez, el equipo de dirección, sus investigadores y trabajadores en general. Reciban mi felicitación más calurosa por los éxitos alcanzados, junto con la exhortación a continuar trabajando, en cuadro apretado, como pedía el Apóstol, con el sistema educacional cubano a todos los niveles, para contribuir, como el Centro lo viene haciendo, al esfuerzo por perfeccionar el sistema de enseñanza desde el nivel primario hasta el universitario y fortalecer el funcionamiento de las Cátedras Martianas. Asimismo, con los centros de investigaciones sociales del país, con las instituciones martianas, en especial con el Movimiento Juvenil Martiano, para preservar, profundizar en el estudio y divulgar lo más ampliamente posible el legado martiano, como garantía de la continuidad histórica de la Revolución.

Como ha señalado el General de Ejército Raúl Castro, para garantizar esa continuidad «contamos con la pujanza y compromiso patriótico de la gran masa de intelectuales, artistas, profesores y maestros revolucionarios, así como con la firmeza de nuestros centros de investigaciones sociales, universidades y de su estudiantado, aún sin utilizar plenamente sus potencialidades».

Tenemos la enorme responsabilidad de promover el legado de José Martí, la personalidad política y social más sobresaliente, cuyo pensamiento ha logrado una influencia en todo el mundo.

¡Les deseo muchos éxitos en este nuevo aniversario y en las importantes tareas que tenemos por delante!

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