Siempre alegre y dispuesta es admirada por todos. Autor: Armando Contreras Tamayo/AIN Publicado: 21/09/2017 | 05:26 pm
La sonrisa que tiene en su alma Yanelis Sánchez Roselló brota, casi permanente, por sus ojos y labios, convence e invita a vivir.
Sin embargo, estuvo cerca de la muerte el pasado 24 de octubre, cuando esta médica recién graduada protagonizó, sin alardes, una serie de heroicidades que ponen en alto el prestigio de los jóvenes y los galenos cubanos.
La historia es larga, Yanelis la cuenta sin estridencias, y no deja de sonreír, pero estremece y hasta lágrimas provoca.
Ella nació en la ciudad de Bayamo, capital de la provincia de Granma; es asmática crónica; en 1998 comenzó a estudiar Ingeniería Química, y no terminó porque un tumor en un oído la obligó a resistir una delicada intervención quirúrgica y permanecer dos años en la recuperación.
Cuando ya tenía dos hijos, la familia la apoyó para que hiciera el curso de superación integral para jóvenes y estudiara Medicina.
En septiembre último la ubicaron, como Médico de la Familia, en El Aguacate, caserío ubicado a siete kilómetros del poblado de Grito de Yara, en el municipio de Río Cauto.
Conmovida por la solicitud de los comunitarios, resultaría el primer galeno que aceptaba pernoctar en el consultorio del lugar, para atender, además, a las personas de Las Ovas, Saladillo, El Palmar y La Macota.
No son buenas las condiciones, mucho menos para un asmático, en un sitio frecuentemente inundado, donde se consume agua del río Salado, no hay fluido eléctrico, está deteriorado el calentador solar de la institución médica, y el techo tiene fisuras.
La médica durmió algunas noches con el colchón sobre el piso, mas clasificó a los vecinos según sus padecimientos, y cultivó el cariño de aquellas nobles familias de agricultores.
Pronto comenzaron las crisis de asma, alguien propuso trasladar la joven a otro lugar, pero ella explicó que «ese padecimiento lo tenía desde pequeña y no podía hacerla más chiquita de lo que ella es», recuerda Iraís Coober, subdirectora del policlínico Ernesto Guevara, el cual atiende la zona.
Belkis Fonseca, con 10 años de labor como auxiliar en el consultorio de El Aguacate, afirma que «es una buena doctora, y se preocupa mucho por los pacientes».
Ana Castillo, de Las Ovas, agrega que todos los días visitaba al vecindario.
Octubre memorable
El 21 de octubre último, Yanelis cumplió en Bayamo, su deber de electora, y al día siguiente regresó a El Aguacate, se mojó, comenzó a sentir malestar respiratorio, acentuó el tratamiento, y continuó trabajando.
Asmática al fin, el 24 amaneció “bien apretada”, pero luego se sintió mejor y, sin decírselo a nadie, fue a La Macota, a avisar de la evacuación.
Algunos pacientes se brindaron para llevarla a caballo hasta Grito de Yara, pero ella se negó.
Repite su respuesta: «Yo no puedo irme, porque la esperanza que tiene mi pueblo soy yo, la única persona en estos momentos que puede dar los primeros auxilios a una persona soy yo. Si me voy los dejo desamparados desde la mañana».
Agrega: «Siempre pensé: ¡Sí se puede, sí se puede y me voy a quedar, porque ellos a mí me necesitan, y si me necesitan yo voy a estar ahí!»
A las cinco de la tarde llegó un tractor con carreta, la partida ocurrió alrededor de las siete de la noche, y la travesía fue azarosa, con lluvia, viento, virajes y atascamientos, todo lo cual contribuyó a que Yanelis perdiera la ya poca posibilidad de respirar.
Precisa que estaba cianótica, y salió de ese estado gracias a que Sandro Morales, técnico de rehabilitación, le aplicó técnicas de digitopuntura.
Con un niño en los brazos, llegó Yanelis a “Grito de Yara”, donde recibió atenciones urgentes de Iraís Coober quien comentó: «Yo decía que es una Mariana, porque cuando se le iba a suministrar un medicamento, me dijo: Si es el único que hay, yo aguanto, espero; los pacientes no. Hubo que enseñarle que había más.»
Finalmente, la muchacha fue llevada a la capital de Granma donde estuvo varios días bajo tratamiento, y se decidió que en lo adelante trabajará en “Grito de Yara”.
Campesinos de El Aguacate y parajes aledaños entendieron el cambio; dijeron que prefieren viva a su “doctora”, y agregaron que, de todas maneras, la siguen teniendo cerca.
El primero de noviembre, cuando la joven fue a recoger sus cosas, la llevaron a caballo desde “Grito de Yara”, e improvisaron una fiesta «triste y alegre», al decir de ella y de varios pacientes.
La joven galena comenta que le duele el traslado, porque adora a las familias de El Aguacate, y ya estaba proyectando acciones para ayudarlas más, sobre todo en la educación sanitaria, para evitar enfermedades.
Militante de la Unión de Jóvenes Comunistas desde el décimo grado, Yanelis considera que, frente al huracán Sandy, ella no hizo nada extraordinario.
«Hice lo que debía en el momento en que debía quedarme. El médico tiene esa gran posibilidad de trabajar directamente con la población, pero también de llenarse de ese amor, ese cariño que te pueden trasmitir, y del amor que tú puedas dar.
«Lo que siento no lo puedo expresar con palabras, seguiré siendo la doctora de El Aguacate, ellos me tienen a la hora que me necesiten», aseguró.