Eduardo Sosa. Autor: Roberto Suárez Publicado: 21/09/2017 | 05:26 pm
Tal vez algunos no logren superar nunca la popularidad de sus temas íconos; otros no temen a las improntas, se consideran autores prolíficos; unos pocos, jocosamente confiesan que a su edad, pensaron vivir de «la leyenda».
Todos, tienen en su haber al menos más de una década de intenso bregar, y quizá algunos juguetean con la «media rueda». Hoy, ante un nuevo fenómeno que enfrenta la trova cubana actual, descansan un rato las cuerdas de la guitarra y dialogan con JR.
¿Se pierden las esencias de la trova? ¿Trovadores mediáticos vs. trovadores de pueblo? ¿Excesiva fusión o necesaria fusión? ¿Arte juglaresco o grandes convocatorias de público? Sobre estas y otras interrogantes conversó este diario con representantes de varias generaciones de cantautores de la Isla.
Esencia de trovador
Uno de los temas más controversiales y flexibles a la hora de las definiciones resulta el enunciar las esencias de la trova y sus exponentes. Eduardo Sosa, aún joven y autor de la emblemática A mí me gusta, compay, estima que la matriz del trovador está basada en un compromiso estético, musical y literario. «Para nadie es un secreto que después del triunfo de la Revolución, lo más importante en materia musical ocurrido en Cuba es la trova. La registrada desde 1857 hasta la actualidad ha sido un catalizador de todas las emociones sentimentales y sociales que han sucedido en este país».
El conocido Frank Delgado, preferido entre jóvenes y universitarios, cataloga al trovador como un cronista de su tiempo. «Se puede narrar a Cuba con canciones. El deseo de todo cantautor del género es que dentro de la banda sonora de la Isla haya alguna pieza suya».
El matancero Raúl Torres, inmortalizado por su popular Candil de nieve, lo resume así: «Ser trovador es un vicio, una manera de vivir».
¿Fusiones que no funcionan?
Partiendo de la definición del trovador se llega a una de las principales polémicas del género en la actualidad. Si para algunos las fusiones o vertientes consumadas hoy son una revolución dentro de la propia trova, otros disienten de las nociones artísticas que la definen como movimiento musical autóctono.
Lo cierto es que existe en la actualidad una ruptura de diferentes códigos manejados por anteriores generaciones de trovadores. Ruptura que, en mayor o menor medida, ha existido a lo largo de la cadena evolutiva de la manifestación.
Frank Delgado, quien recientemente colaborara con Buena Fe en Extremistas nobles, enfatizó: «Nadie se propone romper nada, se da como un proceso natural. No soy de los que dice: “Tengo que hacer un cosa diferente a lo que ya está hecho”. Cada uno tiene necesidades de hacer ciertas cosas. En un momento, como parte de la lógica de ser jóvenes, muchos tratan de hacer obras distintas a las de los pioneros de la Nueva Trova u otros posteriores.
«Pero después pasa el tiempo y uno tiene que rendir cuentas de sus raíces. Uno trata de cantar lo que le pide el momento, la sociedad en que uno vive; hay una serie de cosas que no puedes obviar y las asumes en las canciones. Al final, no hacemos más que seguir una tradición enraizada en Cuba con gente muy buena en todos los lugares de nuestra geografía, trovadores de tremenda valía», aseveró el creador de Trova-tur.
Por su parte, el consagrado Pepe Ordás, fundador del grupo Guaicán, consideró que en estos momentos hay «rupturas» que no funcionan todo lo bien que se quisiera. «Hay fusiones de la trova que son bastante respetuosas del concepto; otras un poco menos, y hay algunas muy desafortunadas. En sentido general es legítimo el intento de fusión. Me parece interesante que si hay un trovador que siente la necesidad y se cree con la capacidad de hallar nuevas vertientes de la trova, lo haga como un experimento válido».
Eduardo Sosa asume una postura más radical. «Hay muchas personas y colegas que se están llamando trovadores y no los considero así. Hacen un trabajo que se desvía completamente de la esencia del género».
Para el trovador santiaguero, todo parte de una necesidad comercial. Lo considera una respuesta a la actuación de los medios de comunicación ante un fenómeno tan importante como la trova. «Si algunos confunden parte de estos experimentos con una revolución dentro de la trova, para mí, sencillamente se alejan del género», afirma.
Ordás, considerado por los críticos como uno de los buenos compositores de la cancionística trovadoresca cubana, posiciona una perspectiva más conciliatoria. «A estos que constantemente experimentan no les mejoraría nada, ni les quitaría nada; los dejaría ser. Los que son auténticos van a perdurar».
Trovadores mediáticos: ser o no ser
Ante el dilema de la creciente fusión dentro de la trova actual generada en la Isla, Eduardo Sosa incluyó dentro del debate la asunción de estas prácticas como un mecanismo para buscar mayor presencia en los medios.
Si para el destacado cantautor Erick Sánchez aparecer en estos no supone «males mayores», el joven Adrián Berazaín se apropia de ellos como un necesario factor de promoción.
«Hay que preocuparse bastante porque llegue tu música y no subestimar al público. Los trovadores y algunas personas piensan que no se entienden sus letras. No es así, Buena Fe tiene estribillos complicados y se tararean las canciones en sus conciertos. Pero ellos sí se encargan de ir a la radio, a la televisión», aseguró Berazaín, quien tuviera sus inicios en el grupo de trova Carpe Diem.
«Quien no trabaje que no se queje; si no te mueves, imagínate. No puedes hacer la canción, esperar que ella salga caminando de la guitarra, se queme en un disco y vaya sola a promocionarse», añade el autor de Como los locos (Bis music, 2011).
Frank Delgado, desde otra postura, considera que los medios de comunicación pueden ser contraproducentes. «Si estás en ellos existe la posibilidad de que seas conocido, pero no interesante.
«Ser mediático o famoso no quiere decir que seas bueno. Trato de no ir a programas que pueden ser desacertados para mi imagen. El problema no es ser mediático o no, sino estar en los medios cuando hace falta que estés, cuando vale la pena estar», apunta el creador pinareño.
Arte juglaresco vs. grandes escenarios
Otro de los tópicos dentro de la controversia que rodea la trova actual alude a la asunción, por parte de algunos de sus exponentes, de formatos de grupos, instrumentos y sonoridades que van en detrimento de la esencia trovadoresca.
Frank Delgado aclara que el acompañamiento sonoro al trovador por conjuntos de variado formato siempre existió. «En épocas anteriores hubo cantautores que tenían su grupo. María Teresa Vera, que era la supertrovadora, en un tiempo se hizo acompañar del Sexteto Habanero. Así lo hicieron muchos exponentes tradicionales, lo que pasa es que todo parte de un trabajo primigenio con la guitarra.
«En esencia soy trovador de guitarra, pero para llevar la música a un centro nocturno hay que hacerse acompañar de un grupo. Si uno quiere sobrevivir en estos espacios tiene que modificar el lenguaje. Me resultó un desafío, era trovador de teatro, y llevar esto al centro nocturno es difícil», enfatiza Frank.
Asimismo, Raúl Torres, conocido también por su canción Se fue, no cree que traicione su génesis de trovador asumir una dimensión de mayor ejecución para sus presentaciones. «Intento ser un artista de pueblo. Al principio me conocieron como un cantautor intimista, de un público minoritario, de canciones a guitarra y de audiencia cercana; una proyección un poco tímida. Pero el cantautor es un término bastante elástico. Me complace en mis espectáculos tener un aparte con mi guitarra y el público, eso nunca lo he abandonado; también hago otras propuestas más movidas que a la gente le gustan».
Igualmente, Adrián Berazaín no estima que hacerse acompañar por una banda signifique algún tipo de concesión a una música más comercial. «Es simplemente desarrollarse. Llega un momento en que con la guitarra necesitas ritmo, instrumentos, y sonidos que te apoyen, empiezas a componer así y te das cuenta de que necesitas una banda».
Para Erick Sánchez la idea no varía. «En la misma medida en que tus canciones crecen, o los géneros que abarcas son diversos, se hace necesario arropar la música con otros instrumentos. Tengo un tres, un bajo y percusión cubana, cuando suena completo sigue siendo un son tradicional, pero es otra historia. Puedes tocar solo con guitarra y queda bien; cuando adornas con todo, logras un producto más desarrollado. Mientras que la canción no pierda su esencia, está bien».
Según Eduardo Sosa, más allá de todo el engranaje que puedan emplear en un espectáculo, lo que debe definir siempre la trova es su compromiso artístico. «El hecho no es si cantas solo con guitarra o 60 músicos detrás. Existen determinados componentes estéticos que pueden ser de los que no convocan a todo un estadio, pero deben respetarse, si quieres de verdad ser trovador».
La trova es un movimiento pensado esencialmente para cantarlo al pie de una ventana, a manera de serenata, explica Pepe Ordás. «Pero no se anula la posibilidad del acompañamiento musical y el experimento con diferentes formatos e instrumentos.
«Matamoros —refiere Ordás— fue a los grandes escenarios; Silvio y Pablo son cantautores de teatro lleno. Todo eso es muy válido para la trova, así la conocen mayor cantidad de personas. Lo que no se puede es perder la ventana; cuando el trovador lo hace, perdió la trova».