Doctor Eduardo Torres Cuevas, director de la Biblioteca Nacional José Martí. Autor: Roberto Morejón Guerra Publicado: 21/09/2017 | 05:25 pm
El lunes 22 de octubre se reabrirán las puertas de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, tras dos años y medio de estar cerradas al público. Ha demorado en ocurrir, pero ha implicado un extraordinario esfuerzo de los constructores en este centro, que acaba de cumplir 111 años de fundado. Otro tanto han hecho los bibliotecarios en el reordenamiento de los fondos y el inventario.
Lo explica el Doctor Eduardo Torres Cuevas, director de la institución, que atesora unos cuatro millones de materiales. El también director de la Academia de la Historia de Cuba, afirmó que el servicio al pueblo será ahora muy superior al que se estaba ofreciendo, pero que aún no se ha terminado el ambicioso proyecto de renovar y remodelar hasta el más mínimo detalle la edificación, y revisar el estado de los materiales conservados.
«Si ponemos en fila india nuestros fondos, abarcarían 94 kilómetros, casi la distancia de La Habana a Matanzas. Y todo eso se ha estado revisando, limpiando, reordenando, reubicando, reorganizando, colocando, marbeteando, inventariando… Un proceso profesional angustioso, en medio del polvo, el calor y la incomodidad;: un trabajo muy arduo y complejo que aún continuaremos.
«No se trata solo del enorme esfuerzo realizado, sino del resultado, que es un ejemplo de que cuando se conoce bien la importancia de una tarea, los trabajadores cumplen y no hay límite al esfuerzo hecho por personas de 20 y 21 años, de más de 60 y hasta de 74, como una compañera.
«Nos demoramos, pero no cruzados de brazos. Hemos luchado por salvaguardar y conservar para la posteridad el patrimonio bibliográfico de la nación cubana y contribuir a promover la cultura nacional y universal. Hemos sido —hablo del colectivo de trabajadores— fieles custodios, albaceas leales, protectores organizados y prestamistas celosos del patrimonio de nuestra cultura», aclara.
«Hubiéramos querido abrir mucho más rápido. Tardó por la construcción en sí misma, y por la urgente necesidad de limpiar, sanear, revisar, cotejar, reordenar y organizar los fondos.
«Creo que por primera vez la prensa cubana sube a nuestros pisos para ver ese desconocido, ignorado y olvidado trabajo que aún realiza nuestro personal, con nasobucos, batas blancas, guantes, sudando a mares por la estrechez, la altura y el intenso fogaje reinante, para avanzar lo más posible en el reordenamiento completo de nuestros fondos y la realización de un inventario que nos diga cuánto más de cuatro millones de materiales conservamos de nuestra memoria histórica.
«Hemos concluido la primera parte de todo un proyecto muy complejo de solución de los problemas que ha tenido históricamente nuestra Biblioteca. Volveremos a brindar nuestro servicio al público, pero quedan aún muchos aspectos por resolver de los que no pertenecen al millón de dólares y al millón de pesos en moneda nacional de la inversión disponible».
Torres Cuevas puntualizó que en la remodelación y el reordenamiento general han ayudado personas como el Doctor Eusebio Leal; el ministro de Cultura, Rafael Bernal, y su organismo; el Minint con sus constructores, y otras instituciones.
«Esta inversión es un modelo por su nivel de cumplimiento y la calidad, sobre todo. No podíamos darnos el lujo de que algo que se hiciera presentara después problemas».
El sistema de detección y extinción de incendios instalado es otro ejemplo de abnegación. Los hombres que lo hicieron siempre trabajan en edificaciones vacías, no en pisos llenos, con personas trabajando, y ha sido toda una proeza subir los tubos y demás agregados y colocarlos sobre los estantes, en muy poco espacio y con tremenda incomodidad.
Una biblioteca de 17 pisos
Recuerda Torres Cuevas que la institución que dirige tiene tres funciones fundamentales: preservar el patrimonio bibliográfico de la nación cubana, ser rectora metodológica del sistema de bibliotecas públicas, y actuar como biblioteca pública ella misma.
Se fundó el 18 de octubre de 1901 en una nave pequeña del Archivo General, en el Castillo de la Fuerza que había construido España en la capital de la Isla, pero sin libros, sin bibliotecarios, sin estantes, sin documentos, sin nada.
Más tarde un cubano ilustrado, casi desconocido, Domingo Figarola Caneda, donó su colección personal de 3 152 volúmenes, y después la institución recibió la donación de los 600 libros de Francisco Sellén, y los más de un centenar de Antonio Bachiller y Morales.
Aquella rústica biblioteca se mudó el 17 de julio de 1902 para un lugar un poco más amplio, en los altos de la denominada Maestranza de Artillería. «Y el 21 de febrero de 1958 se inauguró en el lugar actual, un edificio que fue construido especialmente para Biblioteca, con 17 pisos, contando una planta que tenemos intermedia aquí, como consta en los planos originales. Se desconoce que el presupuesto para construir la biblioteca surgió del acuerdo del Congreso de dedicar medio centavo por cada saco de azúcar que se produjera», recordó el Director.
Con mármol oriental cubano
El edificio —escaleras, paredes y pisos— está forrado con mármol de la antigua provincia de Oriente: 7 000 metros cuadrados de mármol. Escogido no solo por su belleza, sino por su dureza.
Todo el exterior está también forrado con piedra de Jaimanitas, y en su pórtico posee los nombres de ilustres pensadores.
En lo alto de su entrada, se ve el bello vitral de la diosa Minerva con los signos zodiacales y el
lucernario de 12 metros de diámetro sobre nuestras cabezas. Ambas maravillas se mandaron a diseñar a París, en la célebre galería Labouret, todo con una tecnología novedosa.
«El edificio se concibió con luz y aire naturales. Y hoy la segunda etapa de trabajo contempla otras mejoras y hemos pensado en la posibilidad de climatizar los pisos», explicó Torres Cuevas.
Los reconocidos pintores Rancaño y Kcho trabajan en un mural que donarán y que cubrirá un espacio en la pared del primer tramo de la escalera de la Biblioteca, a la izquierda, antes de subir hacia otras salas.
«A otros artistas les hemos pedido que donen cuadros suyos, para convertir nuestras salas de lectura en una galería de obras que podrán ver los actuales cubanos y los que aún no han nacido.
«La biblioteca no será un simple depósito de libros, sino la vida misma del libro: su recorrido, el autor, el editor, su impresión, su cuidado, su protección, su presentación, su divulgación. De ahí nuestras cuatro líneas esenciales de trabajo: creación del sistema legal reglamentario de funcionamiento mediante la aplicación del Decreto-Ley 271 de las Bibliotecas de la República; reconstrucción física del edificio; limpieza, catalogación, marbeteo (colocación del papel con la clasificación del documento); e inventario de todos los libros de los fondos y la actualización de la Biblioteca en sus funciones, con una mediateca para el servicio de acceso a la producción digitalizada.
«Se han montado tres elevadores y dos montalibros; se han limpiado y pulido todos los mármoles, y el sistema contra incendio cuenta con una cisterna de 300 metros cúbicos de agua. Tenemos un mobiliario nuevo: más de 260 sillas de maderas preciosas, mesas, butacas, mostradores, catálogos…».
Funcionarán espacios culturales fijos de todo tipo, como la Biblioteca en Concierto, la galería el Reino de este Mundo, las cátedras María Villar Buceta y Los que pensaron a Cuba, así como Café o Té tertulias, presentaciones de libros y otras modalidades.
Se renuevan publicaciones, como la Revista de la Biblioteca Nacional, con moderno diseño; dos series editoriales: una de libros Raros y Valiosos, edición facsimilar de rarezas bibliográficas, y la Biblioteca del Bibliotecario.
«Nuestro Sello Biblioteca Nacional edita la revista Anales, con investigaciones; los documentos del sistema bibliotecario y libros de autores con obras afines a una biblioteca.
«Seguimos las publicaciones electrónicas, también de libros raros y valiosos. Ya tenemos la primera multimedia: Todo Lezama, pues guardamos sus fondos. Vamos a inaugurar en la mediateca la serie digital de las publicaciones periódicas de los años 60 del pasado siglo: las revistas INRA y Pensamiento Crítico, El Caimán Barbudo, Lunes de Revolución…
«Es una década muy importante de nuestra historia, de la cual se sabe poco, y muchos de los historiadores tendemos a buscar otras épocas.
«Mantendremos la alianza con el Instituto Cubano del Libro, que tiene una fase de la historia de los libros: imprimirlos y venderlos. Nosotros la de atesorarlos y preservarlos con la sagrada intención de que siempre el libro tenga lectores.
«Ya verá el pueblo el trabajo que se ha hecho por esta instalación que debe ser orgullo nacional. En fin, hemos tratado de reconstruir la belleza, para que cuando nuestros usuarios y visitantes lleguen, sepan que están pisando la institución que lleva el nombre del Maestro, y que nos gusta denominar también la Catedral de la cultura cubana».