Decenas de miles de hombres y mujeres empuñaron los fusiles y defendieron a la naciente Revolución de la agresividad imperialista. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 05:14 pm
Un 18 de octubre, hace 52 años, tuvo lugar la captura de una banda terrorista encabezada por un exmilitar de la tiranía batistiana que, durante los últimos meses de 1958, había cometido cerca de 20 asesinatos en zonas rurales de la provincia de Pinar del Río. En 1959, cuando intentaba evadir la acción de la justicia revolucionaria y mantenerse oculto en las montañas, con la falsa expectativa de que la Revolución no durara mucho tiempo, su carrera criminal llegó al final, gracias a un pequeño grupo de campesinos representantes de un pueblo unido, que había sufrido mucho en el pasado y estaba dispuesto a defender el presente.
Durante el verano de 1959, La Voz de Santo Domingo difundió la noticia de que un antiguo cabo del derrocado ejército batistiano, llamado Luis Lara Crespo, se encontraba al frente de los alzados contra la Revolución en la Sierra de los Órganos. Para enaltecer el orgullo de este cabecilla, la emisora dio a conocer que el general Rafael Leónidas Trujillo le había concedido el grado de «comandante». Con asesinos como este, tanto Fulgencio Batista como Trujillo, bajo el amparo del Gobierno de Estados Unidos, acumulaban un verdadero récord de secuestros, torturas, asesinatos y desapariciones de jóvenes revolucionarios en dos naciones pequeñas y subdesarrolladas del Caribe.
El 14 de agosto, los efectivos del cabo Lara saquearon la tienda del pueblo de Pan de Azúcar. Antes de retirarse la quemaron utilizando los mismos métodos de la antigua Guardia Rural batistiana. Al otro día, en la Sierra Derrumbá, en Viñales, fuerzas bajo el mando del comandante del Ejército Rebelde Antonio Sánchez Díaz (Pinares) y el capitán Manuel Borjas los cercaron y lograron capturar a cuatro alzados. Los demás integrantes de la banda se reagruparon y fueron desplazándose desde la Sierra Derrumbá hasta Pica Pica y San Carlos, en el municipio de Pinar del Río. Durante dos semanas continuaron bajo la intensa persecución de escuadrones de la Policía Rural Revolucionaria y patrullas del Ejército Rebelde. Pero los bandidos no presentaban combate y huían como liebres asustadas.
Si ustedes triunfan, habrá milicias en Cuba
A finales de agosto, en la Gran Caverna de Santo Tomás, ubicada en la Sierra de los Órganos, nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, en presencia de los comandantes Dermidio Escalona Alonso y Pinares, y de los capitanes Manuel Borjas y Antonio Núñez Jiménez, esbozó la idea de entrenar a un grupo de hombres oriundos de aquella región para perseguir y capturar a estos escurridizos elementos terroristas.
La patrulla quedó compuesta por 12 campesinos encabezados por Leandro Rodríguez Malagón, un humilde hombre de campo que desde mucho tiempo antes colaboraba con Núñez Jiménez en sus investigaciones espeleológicas. Esta pequeña estructura fue denominada Pelotón Granma, pero popularmente llegó a ser conocida en la zona como la Milicia de los Malagones. En el momento de su despedida Fidel les dijo una frase que pasaría a la historia: «Si ustedes triunfan, habrá Milicias en Cuba». Aquellas palabras reflejaban el pensamiento estratégico del máximo líder de la Revolución Cubana, convencido, desde los días de la lucha insurreccional en la Sierra Maestra, de que el enfrentamiento con el Gobierno de Estados Unidos y sus mercenarios dentro y fuera del país se extendería durante mucho tiempo, y que en ese desafío la participación del pueblo armado en defensa de su soberanía sería decisiva.
Los 12 campesinos fueron enviados a un campamento militar en Managua, al sureste de la capital, para recibir un breve entrenamiento y ejercitarlos en el uso de las armas. Al cabo de un mes, el 28 de septiembre, regresaron a Pinar del Río armados con carabinas M-1 y suficiente parque. Estaban dispuestos a entrar en acción. Inmediatamente comenzaron a operar en busca de la banda del cabo Lara. Fidel les había indicado que tenían 90 días para capturarlos.
¡Capitán, prepare la ametralladora!
Al atardecer del 9 de octubre, un colaborador de los alzados llamado Máximo Izquierdo Armenteros encendió una hoguera en la zona de Aguacatales, cerca del poblado de Minas de Matahambre. Era una señal para ser vista desde muy lejos. El hecho de que poco tiempo después una avioneta sobrevoló el lugar a baja altura y dejó caer cinco paracaídas, indicaba que se trataba de una operación subversiva bien coordinada por un experimentado servicio de inteligencia desde el exterior, con alguno de sus agentes dentro del territorio nacional. Solamente se abrió uno de los paracaídas, el resto fue a estrellarse contra un área rocosa de la cordillera, donde fueron ocupados por las fuerzas revolucionarias con el apoyo de los campesinos. Los efectivos del cabo Lara lograron recuperar el único paracaídas que se abrió y se apropiaron de cuatro fusiles Springfield y municiones.
El día 18, una parte de la patrulla de los Malagones integrada por Juan Paz Camacho, Luis Camacho Ríos (El Niño), Alberto Pérez Lledía, Juventino Torres Véliz (Jovo) y Antonio Gómez González (El Negro), acompañados por el combatiente del Ejército Rebelde Isidro Ramos, pasaron por la bodega del poblado de Pons, en Viñales, y se detuvieron a descansar. Llevaban más de dos semanas patrullando la zona, tras un grupo de elementos terroristas que conocían muy bien el territorio por donde se desplazaban y que, mientras evadían el combate frontal con sus perseguidores, sembraban el pánico entre los pobladores. A estas alturas, cuando estos bandidos ya llevaban cerca de nueve meses alzados y sometidos a una intensa persecución, solo les quedaba la esperanza de que se produjera una intervención militar norteamericana.
Una niña de unos seis años de edad, que se había acercado a curiosear, les reveló ingenuamente que donde vivía Mingo Quintana también había un grupo de hombres limpiando unas escopetas como las de ellos. Ante ese espontáneo comentario, los combatientes decidieron inspeccionar el lugar indicado. Al llegar frente a la casa, situada a unos 800 metros de la herrería de Pons, fueron recibidos a balazos y se entabló el combate. Al cabo de unos 25 minutos el miliciano Luis Camacho gritó: ¡capitán, prepare la ametralladora!
Este ardid no tardó en surtir efecto. Al apreciar que no tenían escapatoria posible, los alzados comenzaron a gritar que se rendían. Unos minutos más tarde el cabo Lara salió de su escondite junto con los tres hombres que le quedaban. Habían decidido entregarse. El único herido en la acción fue Isidro Ramos. Los Malagones cumplieron en solo 20 días la misión asignada por Fidel para un plazo de tres meses.
Guardianes de nuestros sueños
Inmediatamente las Fuerzas Armadas Revolucionarias asumieron la tarea de organizar las Milicias Nacionales Revolucionarias, que fueron creadas oficialmente el 26 de octubre. Desde su surgimiento, se constituyeron en fuerzas no regulares, cuyos efectivos se movilizaban en horario extralaboral para cumplir misiones de vigilancia, defensa y protección de objetivos económicos y sociales. En las ciudades estaban compuestas por obreros, profesores y estudiantes universitarios, trabajadores manuales e intelectuales. En las zonas rurales las integraron campesinos y obreros agrícolas. Se estructuraban en composición de escuadras, pelotones, compañías y batallones, y recibían una preparación militar elemental, para proteger las industrias, las escuelas, los hospitales, los bateyes, las granjas, las tiendas del pueblo, las cooperativas y otras instalaciones existentes en sus lugares de residencia. Sus miembros eran movilizados temporalmente para participar junto a las tropas regulares de las FAR en operaciones militares contra las bandas de alzados, o los grupos terroristas que se infiltraban clandestinamente por nuestras costas procedentes de la Florida.
La experiencia de los Malagones quedó grabada para siempre en nuestra historia como la precursora de las milicias obreras y campesinas en todo el territorio nacional. Una fuerza popular compuesta por hombres y mujeres de diferentes sectores sociales, que en 1960 tuvo una destacada participación en la persecución de otras bandas de alzados en la antigua provincia de Oriente y en el Escambray, en la aplastante derrota de la Brigada de Asalto 2506 en las arenas de Playa Girón, en abril de 1961, y en las movilizaciones durante la Crisis de los Misiles, en octubre de 1962, para culminar tres años después junto a las Compañías de Milicias Serranas, los batallones de Lucha contra Bandidos y los Órganos de la Seguridad del Estado, con la victoria de nuestro pueblo sobre 299 bandas de alzados integradas por 4 289 efectivos diseminados por todo el país, que recibían el apoyo material y financiero del Gobierno de Estados Unidos a través de sus servicios de inteligencia y subversión.
Esta concepción estratégica trazada por nuestro Comandante en Jefe, comenzó a demostrar su efectividad un día como ayer, fecha en que nuestro pueblo rinde homenaje a todos los combatientes de la Lucha Contra Bandidos.