PINAR DEL RÍO, enero 14.—Científicos cubanos evaluarán el estado de conservación de los sitios arqueológicos hallados en esta occidental provincia, donde perviven evidencias de comunidades aborígenes cuya antigüedad ronda los cuatro mil 500 años, según PL.
La magíster en Ciencias María Rosa González, declaró a Prensa Latina que las investigaciones a iniciarse próximamente tienen como propósito actualizar el inventario de esas reliquias patrimoniales y constatar posibles peligros o vulnerabilidades.
Estas exploraciones, las cuales pudieran prolongarse durante más de un año, abarcarán zonas de la Sierra de los Órganos y la península de Guanahacabibes, uno de los últimos refugios de los indios pre agro-alfareros, precisó la especialista del Centro de Investigaciones y Servicios Ambientales ECOVIDA.
Pretendemos conocer de cerca las condiciones de esos vestigios del pasado y diseñar acciones diferenciadas para su preservación, subrayó.
Pinar del Río, distante unos 140 kilómetros de La Habana, atesora centenares de sitios arqueológicos, la mayoría de ellos relacionados con la cultura nativa, integrada por los guanahatabeyes, vocablo que significa hombre tosco en lengua arahuaca.
Con una economía de apropiación por su dependencia de la caza, la pesca y la recolección, vivían principalmente en cuevas u otros escenarios naturales del territorio.
Recientes indagaciones demostraron que pictografías y petroglifos elaborados aquí por esas primitivas sociedades, pudieran peligrar como resultado de fenómenos naturales o la acción humana.
Solamente en Guanahacabibes, llanura cársica situada en el límite oeste del archipiélago, se descubrieron hasta la fecha unos 135 sitios arqueológicos, algunos de ellos dañados o alterados por los embates de sucesivos organismos tropicales.
Sus cavernas abrigan restos de instrumentos de trabajo de apariencia rústica y fragmentos de osamentas humanas, entre otras reveladoras piezas que atestiguan la estancia en la localidad de grupos aborígenes.
En espeluncas y otros emplazamientos perduran también huellas de la presencia de negros rebeldes que huyeron de los rigores de la esclavitud, junto a otras evidencias vinculadas al período colonial.
El Cabo, como se conoce también esa zona, conserva además abundantes rastros del corso y la piratería durante los siglos XVI, XVII y XVIII.