SANTIAGO DE CUBA.— El intenso olor a fruta podrida aún queda en el ambiente de la pintoresca zona de Ceiba, entre el poblado de Aguacate y Ramón de Guaninao, en el municipio de Palma Soriano.
En esas áreas, meses atrás, la UBPC Aguacate perdió más de 600 quintales de mango. No pudo esta estructura productiva ni su empresa patrocinadora, la Cafetalera Palma, salir a tiempo del atolladero por la falta de envases, las dificultades con el transporte y el combustible. Ello implicó la pérdida para los productores de más de 25 000 pesos, con su consecuente secuela de desencanto y menoscabo de esfuerzos entre los trabajadores en un momento en el que el país ha pedido más de ellos.
Son esas las consecuencias de las dificultades de contratación de la empresa Cafetalera Palma, al conveniar con Acopio las producciones de las cooperativas y demás estructuras que patrocina, y también de los evidentes problemas de gestión comercial que impidieron encontrar un destino feliz para el mango cosechado.
El ejemplo es solo uno entre muchos, tomado al azar, y muestra las disímiles aristas que se tuercen en el camino de la producción-comercialización del mango en esta provincia, que aparece entre las mayores productoras de esa fruta en el país.
Lecciones
Santiago de Cuba consiguió durante la cosecha del mango 2009 una producción récord en los últimos tiempos.
Los volúmenes productivos de las 233,9 caballerías dedicadas en este territorio al cultivo de la fruta excedieron en más de 188 000 quintales los planes de 441 304 previstos para la contienda, explicó a JR Jorge Antonio Hernández Rondón, especialista en Frutales del Ministerio de la Agricultura.
Atípica, por variar los tradicionales patrones de floración y producción —según entendidos— como consecuencia del intenso calor y el régimen de precipitaciones derivados de los cambios climáticos, la cosecha del mango se inició en abril y aunque oficialmente concluyó a principios de septiembre, las flores que hoy se palpan en muchos campos santiagueros coquetean con la posibilidad de que quizá tengamos que acostumbrarnos a cosechar mangos todo el año.
Con la temprana llegada del mameyson y el bizcochuelo de esta temporada, la producción del mango santiaguero continuó la tendencia ascendente de los últimos años y acabó de echar por tierra el estigma de insuficiencia al que nos acostumbraron los años del período especial.
Atrás quedaron, al parecer, la traza de las sequías, la presencia de plagas como la astracnosis, la avanzada edad de las plantaciones y el deterioro en la debida atención al cultivo entre el sector campesino y cooperativo, en manos del cual se encuentra más del 80 por ciento del estimado de producción.
Tan elevada producción, a la que se unieron los mayores volúmenes de acopio conseguidos en los últimos 20 años, elevaron «la varilla de salto» a los oxidados resortes comercializadores.
Los resultados, con más de un mes de distancia, permiten extraer lecciones para el amplio espectro de frutales que durante todo el año inundan de olores y sabores la cotidianidad de los indómitos.
Picos, pérdidas y otros contratiempos
Con el incentivo económico que significó el incremento de los precios a los que se pagan los frutales, este territorio consiguió también niveles récord de acopio del mango. Sin embargo, no pocos productores y estructuras productivas tuvieron que presenciar cómo las frutas se estancaban y perdían en los puntos de recogida según MINAGRI cumpliendo con crecer el traslado a los puntos de recogida.
«No tengo envases para darte»… «Estoy en cero con el combustible»… fueron argumentos reiterados por los directivos de Acopio y funcionarios de las empresas agrícolas durante toda la contienda, a los que se unieron la poca disponibilidad de medios de transporte para el acceso a las zonas de montaña, y la obsolescencia tecnológica de una infraestructura industrial presa de numerosas roturas, que continuamente retenía las cajas.
Sin que de manera oficial Acopio haya hecho público el monto de las pérdidas económicas de la cosecha, ni de las deudas con los productores de mango que se afectaron en la pasada campaña, cualquier análisis del tema redunda sobre las múltiples fisuras de la llamada cadena de producción-comercialización.
Tras reconocer sus limitaciones y significar que el asunto es tan añejo como la misma tradición y particularidades del cultivo de frutas en esta parte del país, Mario Sánchez, subdirector comercial de la Empresa Provincial de Acopio, declaró a este diario que constituyó un desafío sin precedentes en los últimos cuatro lustros, mover un estimado de 14 576 toneladas de mango (unos 316 000 quintales) hacia los diferentes destinos establecidos: la industria, que es prioridad; el consumo social y la entrega al mercado.
Para ello, según el directivo, disponían de alrededor de 82 000 cajas, cifra que permitía, en una rotación de tres veces, acopiar 68 333 quintales de mango; y «de una cantidad de cajas-paleta que nos posibilitaba llevar a la industria unos 10 000 quintales de mango de forma lineal».
A esa cantidad de envases —que muchas veces se volvió insuficiente al no garantizarse una rotación ágil—, continuó relatando Mario Sánchez, se unió un parque automotor cuyos achaques han obligado al reordenamiento, ligeramente oxigenado por la contribución de algunos nuevos medios en manos de las empresas de transporte y que se especializan en el traslado de todas las cargas que precisa la montaña.
Hasta principios de septiembre, enfatizó Sánchez, Acopio había logrado mover unas 12 765 toneladas de mango, de las cuales 7 744 se entregaron a la industria; 3 786 se destinaron al mercado y unas 475 toneladas llegaron hasta centros educacionales y de salud, como parte del consumo social, cifras todas superiores a las de años anteriores.
No obstante, cuando a partir del 15 de junio, empujada por las lluvias y el calor, la cosecha entró en su momento de máximo esplendor, «la cadena se tensó» y se hizo palpable la realidad de que los diferentes eslabones involucrados no se prepararon armónica y cohesionadamente.
La cadena del trabajo
No son pocos los productores y directivos de empresas que siguen señalando con el dedo a Acopio como el único responsable de los tradicionales tropiezos con el mango y las demás frutas y productos agrícolas en general.
Los mecanismos de Acopio fueron una vez más incapaces de llegar a todos los que demandaban de ellos en una contienda como esta. Pero tampoco las empresas agrícolas supieron cumplir adecuadamente, salvo algunas excepciones, con el nuevo papel que le asigna en estos tiempos su propio sector en el patrocinio, orientación y atención de las estructuras productivas.
Desde principios de este año, a tono con el reordenamiento que se viene imponiendo en la agricultura cubana, en el mundo empresarial agrícola empezaron a cambiar conceptos, subraya el subdirector comercial de la Empresa de Acopio santiaguera, Mario Sánchez.
En virtud del nuevo sistema, precisó el directivo, es preponderante el rol de las empresas como patrocinadoras de las estructuras vinculadas con su razón productiva y se les responsabiliza con garantizar el ciclo productivo completo de sus patrocinados, incluyendo la comercialización.
De ahí que en el caso de la comercialización del mango, eran las empresas (Cafetalera, Forestal, de Cultivos Varios…), según lo establecido por el MINAGRI en el país, las responsables también en este caso no solo de llevar el mango de sus estructuras hasta el destino final, sino además de hacer una mayor gestión comercial y buscar alternativas ante cualquier escollo.
Desde enero, significó Mario Sánchez, Acopio se transformó en un destino más al que las empresas venden sus producciones; se mantuvo únicamente el compromiso de, junto con las estructuras patrocinadoras, asegurar los insumos necesarios para el buen desarrollo del proceso, en este caso, los clavos y flejes para producir los envases, entre otros.
Sin embargo, de lo establecido a la práctica va un trecho, como explicaron a JR directivos de la Agricultura como Ismael Rodríguez —delegado del ramo en Palma Soriano—, y al menos en la finalizada cosecha del mango, las empresas agrícolas continuaron trabajando según la concepción de que su papel era garantizar que el producto del campo llegara al punto de recogida, pues es ahora que comienzan a prepararse para asumir protagonismo en la comercialización.
Enfatizó Rodríguez que durante esta contienda las empresas de su municipio —como las de toda la provincia—, cumplieron con creces su compromiso de llevar la fruta a los puntos de recogida, donde, al no contar Acopio con los recursos suficientes en el momento que se necesitaba, se produjeron las mayores pérdidas.
Más allá de los roles asignados a cada uno de los integrantes de la cadena del mango, cuyas ineficiencias —como pudimos colegir del diálogo con directivos y funcionarios del mundo agrícola—, muchos las atribuyen a «problemas de recursos», una lectura más profunda del tema sugiere que la pobre gestión comercial, de cultura de trabajo y de búsqueda de alternativas para solucionar los problemas, se convirtió esta vez en una causa tan poderosa de las ineficiencias como las dificultades para el acceso a los lugares donde se produce el mango, en una provincia con el 70 por ciento de su geografía montañosa.
Caminos en mal estado, áreas incomunicadas y la falta de suficiente transporte de doble tracción, necesario para llegar a esas zonas, unido a las restricciones energéticas, que más de una vez pusieron a las entidades en la disyuntiva de tener que trasladar la fruta en «apagón» de combustible, y el limitado número de envases —reducido mucho más debido a la lenta rotación—, fueron poderosos escollos en esta finalizada cosecha.
Pero ejemplos como los de las CPA Abel Santamaría, en Santiago de Cuba, y Victoria de Girón, de Palma Soriano; y la Empresa Forestal Gran Piedra-Baconao, por solo citar tres de los exitosos protagonistas de la cadena, y donde además de evitar cualquier pérdida de la fruta los niveles de ingreso de los productores son altos, demostraron que puede ser otro el resultado donde hay motivación de trabajo y deseo de sortear obstáculos.
Para productores entrevistados por JR, como el palmero Joaquín Velásquez, con la pérdida de las frutas fue atacado, más que su bolsillo, el peculio del país y sobre todo la vergüenza del mundo agrícola y la posibilidad del pueblo de disponer de más alimentos.
Tajadas para una abuela
Las cotidianas roturas de una industria que bien pudiera considerarse como la abuela de las de su tipo en el Oriente, y que debió moler ininterrumpidamente y a máxima capacidad durante casi tres meses, fueron otros inconvenientes de la recién concluida cosecha, que habla de la necesidad de cambiar de cara al futuro. «Tensa» es el calificativo que emplea la ingeniera Sobeida Vinent Beltrán, especialista de Producción de la Empresa de Conservas Santiago, para calificar la faena de su giro este año.
En un período caracterizado en general por la inusual afluencia de las frutas de todo tipo a los centros fabriles, lo entregado por la Agricultura en el caso del mango les permitió a las fábricas El Caney y La Santiaguera, con el apoyo de las cinco minindustrias que tiene el territorio, sobrecumplir, solo con este fruto, los compromisos anuales de pulpa para compota que entregan al país y proveer al mercado de la mayor cantidad de tajadas y segmentos de mango de los últimos tiempos.
Desde junio y hasta principios de septiembre las grandes fábricas santiagueras de El Caney, con capacidad para moler 2 000 quintales diarios, y La Santiaguera, en áreas de Santa María, con posibilidades de procesar unos 600 quintales, tuvieron trabajo diario.
Urgidos como hacía años no se veían, los colectivos de los centros de procesamiento industrial se sintieron más cerca del sueño de volver a producir compotas desde las fábricas de la capital del mango cubana, y se esforzaron por aguantar la parada del campo y sortear múltiples interrupciones e imprevistos.
Según reportes de la Empresa de Conservas Santiago fueron más de 20 las veces en que, solamente en el mes de julio, por período de dos, tres, cuatro y hasta 18 horas, El Caney debió parar.
Dificultades con los envases y otros recursos, continuos achaques del despulpador, los separadores y otras áreas de la línea de molida, o tener la tolva de desperdicios llena, al no contar con un transporte propio para esta gestión, obligaron a emplearse a fondo para evitar cuantiosas pérdidas de la materia prima o poner en peligro la calidad de más de una decena de renglones productivos.
En todos los casos, la estadía de los envases de Acopio en las fábricas limitó las ya insuficientes potencialidades de dicha entidad para disponer a tiempo del número de cajas necesarias para enfrentar la avalancha del producto.
Mucho afectó también la escasez de almacenes, lo que provocó que los locales productivos estuvieran en determinados momentos, como puede palparse hasta hoy, inundados de productos terminados, que además comparten espacios con las materias primas, como nos mostró la ingeniera Vinent Beltrán.
No obstante, son grandes la disposición y el deseo de salir adelante de los colectivos en las industrias. Apoyados en el ingenio y creatividad de sus especialistas y obreros sostienen su producción actual y hablan de introducir mejoras que les permitan diversificar producciones y sustituir importaciones.
Mas lo vivido durante el pasado verano muestra a las claras que en un polo productivo del mango como es Santiago todavía no se consigue la suficiente armonía entre el campo y la industria que respalde un mejor aprovechamiento de las frutas.
El hecho de que las industrias más cercanas al sitio donde se produce el mayor volumen del mango en el país, no utilicen esa gran cantidad de materia prima para la producción de compota, uno de los principales destinos del procesamiento de la fruta nacionalmente, origina gastos al país y lacera el sentido de pertenencia en esa industria.
¿Quién puede comprarme?
«¡Le zumba el mango!», masculla el abuelo, al tiempo que ladea la cabeza, mientras revisa uno a uno los frutos que intenta comprar: «Mira que dar cinco pesos por esto… Hasta cuándo tendremos que seguir pagando caras las frutas en una provincia como esta».
El enojo del hombre es —sin embargo— ahogado por el insistente pregón del carretillero: «Amarillo el bizcochuelo a peso, cuatro por cinco la pilita».
He aquí la otra cara, el rostro no sabroso de la producción frutícola. Y es que a pesar de desbordarse la cosecha del mango, o en la cotidianidad de los picos de guayaba, fruta bomba, zapote (mamey), acceder a las frutas que se cosechan en la provincia, a precios asequibles al bolsillo del trabajador, se ha vuelto en los últimos años una empresa tan rara y difícil como cotidiana e inexplicable.
Si el santiaguero Félix B. Caignet, autor de la letra de la canción-pregón que inmortalizó las frutas de El Caney, intentara rescribirla hoy, suele reiterar un experimentado colega, tendría que cambiar aquel verso en el que pregunta: ¿Quién quiere comprarme frutas sabrosas...? Pues, aunque El Caney sigue siendo aquella tierra bendita en la que abundan los mangos, de mamey y bizcochuelo..., dulces como la miel..., la interrogante de hoy es: ¿Quién puede comprarlos?
Primero, porque el mango, como la piña, la fruta bomba y la guayaba, no llega a los agromercados y placitas en la misma proporción en que se produce en los campos, y segundo, porque los que se ven, comercializados la mayoría por particulares, se ofertan a elevados precios.
Mirta García, una joven madre santiaguera, reconoce que la apertura de dos nuevos mercados climatizados, y de sitios como El Guateque, que intenta rescatar tradiciones, han significado pasos hacia una presencia sistemática de las frutas como oferta estatal, pero no alcanzan.
Las ofertas de mango resultan insuficientes en los mercados de Ferreiro y Los Pinos, en la cabecera provincial, y en otros puntos de venta del resto de los municipios, aunque según cifras de Acopio se incrementaron en comparación con años anteriores con el expendio de 3 786 toneladas de la fruta (unos 82 000 quintales).
Los mangos que llegan a estos lugares en la mayoría de los casos no son de las variedades más demandadas: bizcochuelo, toledo, jay, superjay…, y como la cadena de traslado es tan azarosa, muchas veces llegan golpeados o pasados de tiempo.
Con más de 20 años de experiencia en el giro, Mario Sánchez, subdirector de Acopio coincide con esta apreciación. Las mismas características del cultivo santiaguero, que en su mayoría tiene lugar en zonas montañosas, dice, ha llevado a que por arraigo, por rutina, los productores encaminen más sus frutas hacia la industria.
Garantizar la presencia de mango, guayaba y fruta bomba en el mercado implica recogerlas con sumo cuidado para que no se golpeen y llevarlas en el día, frescas, a su destino, expone desde su experiencia, el presidente de la CPA Victoria de Girón, René Mirayes —toda una autoridad en la materia—, y añade que el sistema de Acopio no está en condiciones de enfrentar eso.
Por otro lado, acota Mirayes, los precios con los que se paga la fruta a los productores, aún con los actuales incrementos, privilegian a los destinados a la industria, en detrimento de la población.
Diferenciar los productores en aras de garantizar la afluencia de frutas con calidad a los mercados podría ser una alternativa, sostiene Mirayes, cuya cooperativa abastece a tres puntos de venta en la ciudad de Palma Soriano y el Guateque, en Santiago de Cuba.
El expendio de frutas y otros productos agrícolas en vistosos quioscos, construidos desde los últimos meses en los tramos santiagueros de la autopista nacional y la Carretera Central, abastecidos por particulares y estructuras productivas, y los frutos de excelente calidad a los que ya acostumbran los mercados climatizados de la Ciudad Heroína, demuestran que si se buscan alternativas es posible.
La idea —dicho sea de paso y como sugieren los santiagueros entrevistados en nuestras calles— valdría la pena extenderla también a la gastronomía, otro de los eslabones inmóviles de la cadena, y que bien podría hacer un mayor y mejor uso de los frutales para mantener una permanente oferta de jugos naturales y hasta de los frutos en tajadas, una opción que sin dudas, se agradecería mucho ante el asedio constante de las altas temperaturas.
Con una estrategia de recuperación en marcha, que al decir del ingeniero Jorge Hernández, especialista de la delegación santiaguera de la Agricultura, incluye la siembra y rescate de variedades como el bizcochuelo; la introducción de sistemas de riego por primera vez en la historia de estos cultivos aquí, y la apertura de más de 30 fincas para frutas, Santiago trabaja hoy por reafirmarse como uno de los polos productivos de frutales de la Isla.