Lencho y Armelina disfrutan la conversión de su vivienda en singular bodega-casilla. Foto: Kaloian Luis Enrique no faltó a clases despues que IKE le robo su casa. Foto: Héctor Carballo HOLGUÍN.— En una madrugada de septiembre de 2008, el huracán Ike viró al revés a Banes, uno de los municipios cubanos donde más se conservan los inmuebles de madera construidos a principios del siglo pasado.
La casa de mampostería de Armelina y Lencho, en el número 1108 de la calle Liduvino, fue de las pocas que no sufrió daños. «En medio de la “desbaratasón”, muchos pensaron que ni en 50 años más nos recuperaríamos, pero ya hay unas cuantas casas con sus techos, de las miles que tumbó el huracán», expresa él, quien a sus 75 años ha vivido todo tipo de ciclones.
«Compay, lo cierto es que se ha trabajado muy duro. Cada cual en lo suyo, tratando de levantar su techo con los recursos del Estado», dice Lencho mientras mira a su esposa Armelina, de 70 años.
Pero entre estas novedades, sorprende que el hogar de ambos se haya convertido en la bodega y la casilla del barrio. Las comodidades y la privacidad, tan necesarias para los abuelos, han quedado a un lado.para este matrimonio.
El ajetreo de personas y mercancías por la casa resulta casi cotidiano. El tiempo apacible de la pareja para sentarse en el portalito, dormir el mediodía, o ver televisión en las tardes se ha reducido al mínimo.
Ahora la puerta del frente la atraviesa un mostrador desde el cual se despachan, cada mes, los víveres para 681 consumidores. Del mismo modo, en la sala, los muebles y el televisor conviven con tanques de aceite, sacos de arroz, granos, azúcar, café y una balanza. Un cuarto intermedio sirve de almacén, y por la salida del fondo, en una habitación contigua a la cocina, tiene su sitio la casilla.
El hogar de Lencho y Armelina es el único del casco urbano donde aún funciona una bodega. Pero hace un tiempo otros vivían esa situación. En ese municipio, a 80 kilómetros de la ciudad de Holguín, el paso de Ike afectó a 143 bodegas de las 156 existentes; entonces tales unidades se reinstalaron provisionalmente en numerosos inmuebles del Estado y algunas casas.
Aunque los recursos materiales son imprescindibles para salir del caos, no hay mejor tabla salvadora que la mano tendida del vecino.
Camino al andar
Luego de haberle mirado el rostro al último de los demonios que sobrevino por estas tierras, cada uno de los holguineros tiene su propia historia para contar sobre Ike.
Esas anécdotas individuales se mezclan con las afectaciones macroeconómicas, a veces desconocidas por algunos ciudadanos. Los daños ocasionados por Ike en la producción mercantil fueron gigantescos. Se produjo una erogación de salarios sin respaldo productivo por más de 16 millones de pesos, además de la paralización de 554 centros de la producción y los servicios.
Tras la inmovilización casi completa de la actividad económico-social, las pérdidas fueron estimadas en millones de pesos. Holguín sufrió, entre todos los territorios del país, las mayores afectaciones en el fondo habitacional, con un total de 124 900 viviendas.
Todo ese panorama de devastación pudo irse borrando con el coraje de los holguineros. Porque al cabo de diez meses, por ejemplo, ya habían logrado restablecer más de 66 170 hogares y sembrar unas 1 900 caballerías, de las cuales 1 165 pertenecen a cultivos de ciclo corto.
Granjas avícolas, porcinas, de ganado mayor y menor, centros de acopio, que desmayaron con los vientos del huracán, hoy se levantan con el trabajo de sus obreros.
Al cierre de junio del presente año, la producción mercantil de la provincia alcanzó 1 558 millones de pesos, con un crecimiento del 3,2 por ciento con respecto a igual etapa de 2008.
Los resultados en la producción lechera del territorio han permitido liberar del consumo de leche en polvo a 94 consejos populares y 101 bodegas de la provincia.
El curso escolar concluyó con luces. Es algo que se dice fácil. Sin embargo, aún están por contarse las historias de maestros y profesores que en medio de condiciones inéditas no dejaron apagar el proceso docente educativo. También están por escribirse las muestras de solidaridad y desprendimiento de decenas de familias que cedieron sus hogares para convertirlos en aulas.
Por supuesto, si se hace camino al andar, para los holguineros aún queda un trecho por recorrer.
Frustaciones de IKE
«Ike me desbarató mi casita. Hace ya más de diez meses que vivo con mi hijo aquí, en la fábrica de tabacos. El día que me vaya casi echaré de menos este lugar», expresa Carmen Almaguer, una de las 500 personas que aún permanecen evacuadas en la provincia.
«La noche del huracán la pasé en mi centro de trabajo. Cocinábamos diariamente hasta 700 raciones para los evacuados en la escuela primaria. Lo que nunca imaginé fue que al amanecer yo sería una de ellos», rememora Carmen, trabajadora de la pizzería de la cabecera municipal de Antilla.
Sin embargo, tal como hicieron cientos de trabajadores, esta holguinera no abandonó su puesto de trabajo. Su labor se hizo imprescindible para garantizar la alimentación de familias enteras que vieron sus viviendas reducidas a escombros.
Durante nuestra faena reporteril por aquellos días aciagos de septiembre de 2008, conocimos también en la tabaquería a Yésica García, quien acaba con éxito sus estudios de décimo grado.
En aquella ocasión nos mostró con orgullo sus libros escolares. Estos representaron las únicas pertenencias con las cuales partió hacia el centro de evacuación junto a su familia. El zarpazo de Ike les arrebató su vivienda.
Debieron pasar un puñado de días hasta adaptarse por completo a la nueva realidad, pero al igual que en toda la geografía cubana, la vida no se detuvo. Los obreros acudieron a recuperar sus centros de trabajo.
En las condiciones de esas mismas oficinas, pertenecientes al Departamento de Economía de la fábrica de tabaco, la propia Carmen no dejó de alistar ni un día el uniforme de su hijo Luis Enrique Suárez.
Pese a tantas vicisitudes, el 28 de octubre del pasado año, en ese propio centro de evacuación tampoco dejó de celebrarse por «todo lo alto» la fiesta por los 15 años de Yésica. Aunque fue sin oropeles ni vestidos blancos, con la sencillez de un cake, refrescos y algunas fotografías, en esas fotos quedó plasmada para siempre su alegre sonrisa de adolescente.
En las realidades de un hogar de Banes convertido en bodega-casilla, las de una fábrica de tabaco devenida morada colectiva, y las de miles de holguineros que salen a fundar todos los días... están también las razones para celebrar en esta provincia una fecha patria que enseñó a los cubanos a convertir los reveses en victorias.