La Dirección Técnica de Investigaciones de la Policía Nacional Revolucionaria cumplirá el 13 de julio cinco décadas de fundada y durante este periodo sus integrantes han movido hilos invisibles para esclarecer los sucesos más espinosos
Acostumbrado durante más de tres décadas a mover hilos invisibles para esclarecer sucesos espinosos, el mayor José Antonio González Esperón sintió que «el cielo se le unió con la tierra» en aquellos primeros días de jubilación.Esa expresión se le escapó en un suspiro cuando dialogamos a propósito del aniversario 50 de la Dirección Técnica de Investigaciones (DTI) de la Policía Nacional Revolucionaria.
«Imagina que llegué aquí soltero y terminé casado y con tres nietos», confiesa mientras sus recuerdos regresan a aquellos días de 1959 cuando participó en la toma del antiguo Buró de Investigaciones; luego vinieron otras misiones como detener a esbirros y velar porque no crearan el pánico entre los pobladores.
Entonces todo estaba por crearse y organizarse. Hasta que el 13 de julio de ese mismo año se fundó este órgano del Sistema de la Policía, que tiene entre sus misiones fundamentales descubrir, prevenir y cortar las manifestaciones delictivas, criminales y económicas que constituyen un peligro para el orden interno y la seguridad ciudadana.
Entusiasmado con la idea, José Antonio nunca más regresó a su labor de dependiente en una joyería, sino que se formó como combatiente. «Mi escuela fue la vida en la calle, investigando y siguiéndole el rastro a la delincuencia en disímiles operaciones. Lo que más vale en esta tarea es la “bomba” que le pones».
Las lágrimas surcan las mejillas de José Antonio mientras desgrana sus vivencias: «Todas las medallas y reconocimientos que he alcanzado, yo las hubiese querido dobles para dárselas a mi esposa, que muchas noches se quedó esperándome para ir a alguna fiesta y me ha acompañado en todos mis proyectos».
José Antonio hurga en sus memorias y al mismo tiempo hace una semblanza de una profesión entendida en desvelos «porque cuando tienes una pista, tienes que seguirla obsesivamente; aquí el tiempo no es infinito».
Al hablar de los valores imprescindibles de un combatiente de la DTI pone la valentía, los principios y la entrega en mayúsculas, así como la importancia de cuidarle la vida al compañero.
De médico a investigadorEl joven Jorge Luis pensaba ser médico. Sin embargo, tuvo que abandonar esos estudios y una convocatoria que leyó en la prensa lo encaminó al curso medio superior de investigación operativa. «No voy a salvar vidas, pero voy a ayudar a salvar a la sociedad de la delincuencia».
Jorge Luis Hernández Massola se graduará el próximo día 18 de julio. Luego de 11 meses de estudio y prácticas de vinculación operativa, termina con un nivel medio superior la especialidad de Investigación Operativa, con la perspectiva de continuar estudios superiores. «Puedo hacerme licenciado en Derecho y al mismo tiempo especialista en Investigación Operativa».
—¿En qué especialidad te gustaría trabajar?
—Me gustan todas. Hemos estado vinculados al trabajo operativo prácticamente desde que empezamos el curso; nos dieron esa oportunidad. Creo que puedo desempeñarme en cualquier departamento, pues tenemos la preparación básica necesaria para enfrentar la actividad delictiva; claro que la experiencia se adquiere con el tiempo.
—¿Le encuentras a este trabajo alguna línea en común con tu primera vocación?
—La Medicina me es útil, por ejemplo para un caso de homicidio. Tengo conocimientos sobre Anatomía y Fisiología, y eso me permite entender mejor un reporte de Medicina Legal, y también puedo ayudar con mi opinión.
—Hay quienes piensan que hay jóvenes de hoy que prefieren el camino fácil; sin embargo, has escogido una profesión que implica grandes sacrificios.
—Creo que muchos jóvenes no se acercan a estas especialidades por desconocimiento o porque no se hace una buena promoción de cuantas oportunidades se ofrecen.
«Es cierto que esta profesión implica muchos sacrificios. Esas noches de trabajo intenso, sin dormir, tienen que gustarte. La gratificación la recibes cuando resuelves un caso, y yo, como estudiante, cuando soy capaz de aportar algo a la investigación».
Homicidios cambió mi vida«Cuando trabajé mi primer caso de homicidio tenía 19 años. No lo voy a olvidar. Claro que uno se va preparando psicológicamente para ese momento, con los compañeros de más experiencia, pero es algo que te impacta, te toca fibras muy sensibles.
«Y si aquel fue impresionante, peor fue un caso que trabajé de un menor de tres años. Mi hijo tenía entonces la misma edad y sentí deseos de irme a la casa a comprobar que estaba bien. Creo que en ocho años me he ido acostumbrando».
El capitán Keniel Rodríguez Navarro es oficial operativo del Grupo de Homicidios y dice que se cataloga a sí mismo como «un oficial de carrera», pues su acercamiento a las Fuerzas Armadas comenzó desde que entró en los Camilitos, y aunque hizo pruebas de ingreso para otras especialidades se inclinó finalmente hacia la parte vinculada a la Policía y pasó la escuela de cadetes del Instituto Superior del Ministerio del Interior Capitán San Luis (ISMI).
«Homicidios tiene una cosa —lo he aprendido de los viejos— y es que tiene que gustarte, porque vas a estar en contacto con hechos que nunca has visto, impactantes, y además requiere de una gran abnegación.
«Un gran número de los hechos de sangre que nosotros enfrentamos, ocurren en días festivos y fines de semana, que es cuando se supone que uno sale a divertirse.
«La familia es la que más sufre, porque está más tiempo sola. Mi esposa tiene mi misma edad, y hemos estado vestidos para salir, un domingo por ejemplo, y me han ido a buscar; ahí mismo se acabó todo. Los viajes de trabajo a provincia no están previstos... Te vas con una muda de ropa en un maletín a Guantánamo, porque piensas que viras en unas horas, y te tienes que quedar un mes.
«A veces te vas para la casa y dices: Me faltó hacer esto... Debí haber hecho aquello... Te quedas enganchado con el trabajo. Esta especialidad exige prontitud en las acciones, por eso hay ocasiones en que empatas dos o tres días sin descanso, y es que “tiempo que pasa, verdad que huye”.
«Hay que sacrificarse, pero es gratificante ver las caras de agradecimiento de los familiares cuando se esclarece el hecho y se captura a los autores. Es cierto que una muerte es algo irrecuperable, pero por lo menos les damos esa tranquilidad y protegemos al resto de la población de alguien que puede volver a cometer un acto similar».
—¿En estos años en el MININT has cubierto tus expectativas?
—Sí, porque lo primero para mí era ser universitario y lo logré. Ahora voy a empezar una maestría; ese es uno de mis principales objetivos. Y seguir en la especialidad; creo que ahí me voy a jubilar.
En Cuba no hay Sherlock HolmesEl teniente coronel Pastor Rodríguez Valle llegó al Grupo de Homicidios de la DTI hace casi 35 años. Hoy es primer oficial y su experiencia es tomada en cuenta por las nuevas generaciones que se dedican a esa labor.
«Tenía 25 años cuando comencé como oficial operativo de Homicidios. Era graduado de técnico químico analista en el Tecnológico Mártires de Girón y por una captación de la UJC entré al MININT.
«En este trabajo, más allá del sacrificio, está la satisfacción por el resultado, que lo llevas en tu conciencia... saber que cumpliste.
«Llega un momento en que esta especialidad te absorbe y forma parte de tu vida. No lo digo yo, que ya estoy pensando en la jubilación, sino los que me precedieron, que cuando se fueron sintieron la nostalgia por volver a esclarecer un hecho de los que nosotros enfrentamos».
—¿Es difícil insertar a un joven en una responsabilidad tan grande como es desentrañar un delito contra la vida?
—Trabajamos en colectivo; cuando «cae» un caso acude un equipo con un jefe al frente. El joven sabe que tiene una responsabilidad, pero no la enfrenta solo y va adquiriendo experiencia.
«Utilizamos la inteligencia colectiva, porque en Cuba no hay Sherlock Holmes; incluso los de más experiencia no estamos solos: aprendemos unos de otros y de cada caso se saca una enseñanza.
«Una de las virtudes imprescindibles de un oficial operativo es saber escuchar, oír a todos; eso es un arte, porque cualquiera del equipo de trabajo «pone la buena» en un momento difícil y se esclarece el caso.
«Los jóvenes tienen que alimentarse de la experiencia de los más viejos. Ellos tienen hoy lo que nosotros no tuvimos, porque llegamos de la calle sin conocimientos y nos fuimos formando aquí, al calor del trabajo, independientemente de los títulos académicos y docentes que podamos tener hoy.
«Ellos salen del ISMI siendo abogados, o con un curso superior o básico de la especialidad, y eso es muy favorable... Pero tienen que oír a los de más experiencia».
—¿Este trabajo es más oficio que profesión?
—Es oficio y profesión. Hay que conocer y aplicar en detalle las normas que rigen nuestro trabajo específico, así como la táctica, la técnica y la metodología de la investigación criminalística. Además, saber de Psicología, de Medicina Legal y ser fieles cumplidores de la legalidad socialista.
«También tienen un peso importante la perspicacia, la sagacidad, la intuición, y esas te las dan el oficio y los años de experiencia. Y tener como axioma «El que persevera, triunfa».
«Además, un oficial operativo tiene que ser ético, y más de Homicidios, porque va a trabajar con familias que han perdido a un ser querido».