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Jóvenes cubanos reconocen utilidad del Servicio Militar Activo

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La etapa de preparación básica de los nuevos soldados se caracteriza por la profundidad en la adquisición de conocimientos y habilidades para la defensa de la Patria

Para miles de jóvenes de toda la Isla, comprendidos en las edades de 18 a 20 años, hay un período de aproximadamente cinco semanas que resulta inédito en sus vidas: la etapa de la preparación básica de los nuevos soldados que ingresan al Servicio Militar Activo (SMA).

Llena de mitos se presenta ante los ojos de los futuros soldados, pero la realidad prueba su valía en la madurez política e integral de estos jóvenes, por lo que esta etapa constituye para la mayoría una singular escuela donde se perfilan la organización y la disciplina. Y cobran importancia en la misma el apoyo familiar e institucional.

En medio de voces de mando y un sinnúmero de actividades de preparación combativa, y también recreativas y deportivas, transcurre ese tiempo, que permite adquirir conocimientos, hábitos y habilidades para cumplir con el SMA, establecido en la Ley 75 de la Defensa Nacional y el Decreto 224 del Servicio Militar.

Las actividades recreativas están contempladas en la etapa. «Este período es necesario, porque recibimos los conocimientos básicos para defender la Patria», asegura el recluta José Miguel Hernández Quintana, un tunero que valora la importancia de la preparación para la defensa, en momentos en que se desarrollan las elecciones en Estados Unidos y no faltan las amenazas a la soberanía nacional cubana de los aspirantes al poder y de quienes se retiran de la Casa Blanca.

«Es una etapa de duro fogueo, en la cual nos preparan en tiro, infantería, táctica y otras materias complementarias. Nos enseñan, además, los reglamentos militares y nos entrenan físicamente para cumplir las distintas misiones que asumiremos en el SMA».

Unidades paradigmáticas

Durante los meses de febrero y marzo miles de jóvenes se incorporan en todo el país al SMA.

La Gran Unidad de las FAR Rescate de Sanguily, Orden Antonio Maceo, es uno de los concentrados para la preparación básica de los nuevos soldados. En este lugar conocimos a José Miguel y al resto de los compañeros con quienes nos entrevistamos.

José Miguel es hijo de una maestra ambulante que desanda los campos del municipio tunero de Amancio Rodríguez, para llevarles a los niños con limitaciones físico-motoras la bondad de las letras y los números.

Nunca antes este joven se interesó por enseñar, porque le parece muy rigurosa la pedagogía, pero ahora, gracias a la disposición y pericia de los oficiales y sargentos instructores que lo preparan, advierte que se le despertó el «gen del magisterio», y piensa en contribuir a la formación militar de las nuevas generaciones.

A pesar de ser técnico de nivel medio en Economía, le gustaría convertirse en oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), meta que reconoce ambiciosa, por los retos que tendrá que vencer para superarse.

«Cuando termine este período pasaré un curso de dos meses de la especialidad que me asignaron, como jefe de escuadra de ingeniería de zapadores. Luego me incorporaré a mi unidad y estaré listo para defender la Patria cuando sea preciso».

Al crearse los concentrados para la preparación básica en todo el país, se tuvo en cuenta una serie de garantías prevalecientes en esta gran unidad, entre estas las buenas condiciones de vida creadas para el personal, la adecuada calificación de los oficiales y sargentos instructores, y de manera general se seleccionaron jefes con elevada preparación y potencialidades pedagógicas.

«Alguna que otra vez escuché decir que este tiempo era muy difícil. Que algunos oficiales y sargentos instructores se extralimitaban, para hacer cumplir lo reglamentado», manifiesta el soldado Diosdany Urra García.

«Oí cuentos que me hacían pensar con preocupación en este momento, pero la verdad es que este primer impacto ha sido totalmente distinto a lo que algunos referían. El trato de los oficiales y sargentos instructores está basado en el respeto; y no faltan los gestos de compañerismo, sin que eso debilite la disciplina».

Diosdany Urra García, en el período de adiestramiento como tanquista, (izquierda),y el primer teniente Yeikel Pérez Atucha, formador de los futuros soldados. Este camagüeyano antes de ser llamado al Servicio Militar Activo trabajaba, hacía nueve meses, como informático en el Centro de Cálculo del central azucarero Batalla de las Guásimas.

Aunque allí le preservan esa plaza, entre sus sueños está acogerse a la Orden 18 del Ministro de las FAR, la cual le permite estudiar una carrera universitaria. Ser ingeniero informático es su meta.

«En estas semanas de intenso adiestramiento militar he aprendido muchas cosas que un tanquista debe conocer: enmascararse, tirar con fusil AKM, hacer un pozo de tirador y otras nociones básicas.

«Junto a la preparación física y táctica ha estado la instrucción política e ideológica que debe fortalecer a todo el que se prepara para defender las conquistas de la Revolución en momentos como los que vivimos, caracterizados por una campaña belicista estimulada por el imperialismo».

Yara en el corazón

Entre las evocaciones de estos muchachos suelen aparecer frecuentemente los padres, novias e hijos, y hasta ese parque local por el cual se transita mil veces en tiempos normales sin que se adviertan tantos encantos.

El soldado Luis Alberto Olivera Frías, luego de repetirle a su compañera que cuide a la niña de ambos, habla con nostalgia de su esquina del barrio, de la gente que lo ayudó a aprender tantos oficios. Describe con vehemente orgullo al pueblo granmense de Yara, de donde proviene.

«Apenas hay tiempo para pensar tanto, porque estamos en constante ajetreo, pero los cinco o diez minutos que me quedan antes de quedar rendido por el sueño, los dedico a pensar en mi gente, entre ellos los amigos del pueblo.

«Antes de venir a cumplir con el Servicio, específicamente con la preparación básica, le prometí a todas esa personas que me ganaría la baja por estímulo, porque no fallaría al Reglamento y mantendría una actitud de vanguardia.

«Muchos me hablaron de la Orden 18 y optaré por ella, pues quiero hacer la Licenciatura en Cultura Física, y esta es una oportunidad que me ofrecen las FAR si cumplo con mis deberes como soldado».

Luis Alberto asegura ser un mecánico empírico, fortaleza que declaró en la Comisión de Reclutamiento y esta tuvo en cuenta a la hora de asignarle sus misiones durante el Servicio Militar Activo. Por eso se desempeñará como conductor mecánico de tanque una vez que reciba la preparación adecuada.

La mano que moldea al soldado

«En cuanto llegan los caracterizamos y eso nos permite saber cómo tratar con cada uno de ellos de manera diferenciada. La mayoría son muchachos muy respetuosos, pero los hay que se resisten al rigor de la vida militar. Con una buena comunicación y mucha psicología, esa tozudez dura poco».

De ese modo uno de los sargentos instructores explica los primeros momentos de la etapa de preparación básica de los nuevos soldados, y resume su papel en la formación general de los mismos.

Los que como él tienen esa responsabilidad señalan que la formación recibida en las FAR no concibe emplear arbitrariedades contra ningún soldado. Existe un Reglamento que si se cumple como está estipulado los corrige sin necesidad de violar nada de lo establecido.

El sargento instructor es el responsable de que los soldados conozcan los reglamentos y los cumplan, y reciban clases de infantería y preparación física, entre otras tareas.

«Para que los nuevos soldados se identifiquen con el arte militar cubano sin que les cause rechazo, es preciso impartir buenas clases y sacar nuestras potencialidades y vocación por el mando de las tropas», considera el primer teniente Yeikel Pérez Atucha.

Este oficial explicó que después de graduarse como licenciado en Ciencias Militares, en la especialidad de Mando Táctico de Tanques, en la Escuela Interarmas General José Maceo, Orden Antonio Maceo, de Santiago de Cuba, fue designado para la Gran Unidad Rescate de Sanguily. De ese modo cumplía un viejo sueño, forjado desde que era apenas un adolescente.

Hace seis años se incorporó a este prestigioso regimiento de estudio. Ahora es jefe de compañía de una de las tantas unidades con que cuenta la Rescate de Sanguily, y forma parte del colectivo de jóvenes oficiales que imparten la preparación básica a los muchachos incorporados al SMA.

«Estudié para preparar a los soldados que más tarde serán especialistas menores en las distintas armas y aseguramientos. Me refiero fundamentalmente a los futuros conductores y artilleros de tanque. También a los artilleros de transportadores blindados y jefes de escuadras de infantería mecanizada, entre otros.

«Si volviera a nacer estudiaría lo mismo, porque me gusta formar a quienes defenderán a la nación. Pienso que quienes aman la paz y la soberanía deben prepararse para cualquier contingencia, porque tenemos al enemigo en las mismas narices y con las mismas ansias de poseernos.

«Soy un joven como todos los demás. Tengo los gustos y preferencias de los de mi generación. No ando las 24 horas con los tanques en la cabeza, pero tengo que reconocer que ellos son parte de mi vida. Sin dudas son el puño de acero de las FAR y mis muchachos en estas pocas semanas lo saben bien».

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