J.C: Pronto cumpliremos 40 años y los niños siete y 14 respectivamente. No estamos divorciados pero tuve que irme de la casa, hace un año, por las continuas peleas con mi esposa. Yo quería vivir en paz. Siempre fui fiel y muy hogareño. La quise mucho y ella también a mí. Ambos somos de carácter fuerte pero el de ella me supera. Es excesivamente rencorosa y no sabe perdonar. El problema es que he conocido mujeres, intentando encontrar otra que posea atributos superiores, pero me es difícil dejar de pensar todo el tiempo en ella y mis hijos. Me enamoré mucho de ella. Nadie la supera. Estoy deprimido y me siento solo. No he retornado ya que siempre me ha manejado porque soy débil y la busco, lo cual utiliza en sus discusiones.
Leemos en tu carta que tu esposa es realmente tu mujer elegida y eres correspondido pues ambos se quieren muchísimo, aunque pelean excesivamente.
Quizá te pones a su merced para que te maneje, pero al mismo tiempo te irrita cuando se excede y en esos momentos, sin saber tomar las riendas, quieres desaparecer.
Donde existe amor las separaciones pueden postergar la posible solución de los problemas y aumentar la cuota de sufrimiento. Si se aman, sería mejor encontrar un modo diferente de manejar el conflicto de la cotidianidad.
Ahora temes su rencor y no quieres mostrarte débil buscando un retorno, pero hasta ahora jugar a la fuerza solo ha aumentado un malestar que quieres evitar. De hecho, intentar afrontar juntos sus problemas puede mostrar una fortaleza diferente.
Las elecciones de pareja son semejantes a los síntomas para el psicoanálisis. Al amar buscamos un placer que nunca llega todo y tampoco nos salva de cierto malestar. El lazo amoroso marcha y se traba al mismo tiempo. Y eso tiene que ver con nosotros mismos y nunca es solo por culpa del otro. Por eso los problemas tienden a repetirse aunque cambiemos de pareja.
A veces se necesita ayuda especializada para forjar el predominio del placer. No dudes en buscarla.
* Máster en Psicología y consejera en ITS y VIH /sida.