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Estamos obligados a la ofensiva, a la victoria

Afirmó Chávez en el acto de inauguración del monumento al Generalísimo Francisco de Miranda, efectuado en el Aula Magna del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana

Autor:

Luis Luque Álvarez

Foto: Ernesto Mastrascusa/Notimex

«No podemos optar entre vencer o morir. Doscientos años después de Bolívar, de Miranda, de Martí, no nos está permitida la derrota. Ya no hay tiempo para darse el lujo de un repliegue táctico. Mañana puede ser demasiado tarde. Estamos obligados a la ofensiva, a la victoria».

Así expresó el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, en el acto solemne de inauguración del monumento al Generalísimo Francisco de Miranda, precursor de la independencia americana, efectuado en el Aula Magna del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, que contó con la presencia del Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, General de Ejército Raúl Castro, miembros del Buró Político y del Secretariado del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, ministros y otras personalidades de ambos países.

El mandatario venezolano hizo alusión a su encuentro, el lunes, con el Comandante en Jefe: «Fidel y yo estuvimos calentando el brazo durante seis horas. Él ha recuperado la recta de 90 millas —bromeó. Casi nos aproximamos a nuestro promedio de siete horas. Hubiéramos podido seguir, pero fue suficiente».

Tengo la constancia de su casi total recuperación, añadió; de su buen estado de ánimo, de su sempiterna inteligencia, de su optimismo. Va llegando el tiempo en que se ponga el uniforme. Lo dirán los días y él mismo.

Foto: Baldrich

Chávez realizó un acercamiento a figuras gloriosas de los procesos independentistas de nuestra América, con particular detenimiento en Francisco de Miranda, quien «por los días en que llegaba a La Habana (1780-1783), justo cuando él se hacía rebelde y desertor del ejército imperialista español, nacía Bolívar. El torrente de la historia habría de unirlos. Y de Miranda dijo Bolívar que era “el venezolano más universal”», recordó.

Chávez se definió como «mirandino desde niño, quizá desde que mi padre, maestro, me enseñó las primeras letras. Nunca se me ha olvidado una frase, de un discurso de apenas dos hojas, que él me escribió: “La bandera que Miranda trajo y que Bolívar condujo con gloria”».

El líder venezolano aconsejó además «de los precursores, tomar la savia, el combustible que ha de impulsarnos, la visión estratégica», y subrayó que en el mediodía de integración mirandino y martiano que vive nuestro continente, «todos ellos vuelven».

«El día ha llegado: la hora de los pueblos, la hora de la verdad», expresó. Y sobre Miranda, añadió más adelante: «Vamos con él, con Bolívar, con Martí, con todos ellos, y tendremos la patria grande y libre que hemos soñado».

«USTEDES CRUZARON EL DESIERTO»

El mandatario bolivariano se refirió a las reacciones de Washington contra el amanecer que se gesta en su patria.

«Ante la nueva agresión imperialista contra Venezuela —dijo— el verdadero movimiento estudiantil ha dado el paso al frente. Y estas agresiones las consideramos como positivas, desde el punto de vista de que deben servir para fortalecer el movimiento revolucionario. Así está ocurriendo en Venezuela ahora mismo».

Chávez recordó, igualmente, que en su encuentro con Fidel le expuso que en el contexto de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA) se debería comenzar en Cuba el proyecto de una gran planta de regasificación. «Nosotros pensamos construir la nuestra en el oriente de Venezuela —precisó. Dentro de pocos años estaremos procesando el gas. Antes eran los gringos quienes lo hacían, bajo el cuento del Fondo Monetario Internacional de atraer inversiones, cediendo soberanía. Todo iba para el Norte. No se contemplaba ni el suministro para las necesidades internas de nuestro país. EE.UU. consideraba nuestro petróleo como parte de sus reservas».

Según dijo, el gas ayudará a nuestros países a enfrentar la crisis energética mundial. «La energía a partir de los alimentos no es el camino. Los que transiten por él, chocarán con la realidad», advirtió.

Como parte de la colaboración bilateral en este campo, Chávez mencionó que, a finales de este año, estará lista la ampliación y modernización de la refinería de Cienfuegos, pues «la unión tiene que continuar sobre los ejes del desarrollo, el gas y la petroquímica».

De igual modo, tuvo palabras de elogio para el pueblo cubano. «Cuando se dijo que era el fin de la utopía, y se derrumbó el socialismo en Europa, ustedes cruzaron ese desierto, y hoy felizmente Cuba se levanta, impulsa su desarrollo y distribuye la riqueza».

Reconocemos a Cuba por sus héroes, por sus mártires. Por lo que están haciendo por el bien de la humanidad, añadió Chávez.

DESNUDA, LA ESPADA LIBERTARIA

«Miranda que vuelve a desenvainar la espada». Así calificó Chávez el significado del monumento erigido al Generalísimo Francisco de Miranda en la explanada de la fortaleza de San Salvador de la Punta.

Ante el precursor de la independencia americana llegó en la mañana de este miércoles el mandatario venezolano acompañado de Raúl.

La efigie en bronce está así, a punto de desenfundar su espada, el pie izquierdo firmemente apoyado sobre el pedestal y el derecho a punto de avanzar, todo un símbolo de aquel día de 1783 cuando partió de La Habana rumbo al continente.

Luego de escuchados los himnos nacionales de Cuba y Venezuela, el acto no concluyó con la ceremonia de colocación de la ofrenda floral, a la que asistieron también el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés; Carlos Lage, vicepresidente del Consejo de Estado y secretario del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros; el canciller Felipe Pérez Roque, el historiador de la Ciudad de La Habana, Eusebio Leal Spengler; el embajador de Cuba en Venezuela, Germán Sánchez Otero, y miembros de la comitiva que acompaña a Chávez en esta visita de trabajo a Cuba.

Inquieto como lo conocemos, el líder bolivariano caminó hacia el muro del Malecón habanero para situarse frente al viejo Castillo del Morro, justo al borde de la estrecha entrada de la bahía habanera a la que llegó Miranda en 1780 y luego cruzara en 1783, para su misión liberadora continental.

Los periodistas debemos imaginarnos la conversación que no logramos escuchar, pero estamos convencidos de que algún pormenor de aquel acontecimiento histórico, que une desde los inicios de una historia común a Cuba y Venezuela, fueron aportados por el Historiador.

Pudo haber contado que en el mismo lugar donde está ubicada la enérgica figura del venezolano, el coloniaje español ejecutó a más de un patriota cubano que en el siglo XIX abrazara las ideas independentistas.

Casi vislumbramos la explicación sobre las dos fortalezas que una vez protegieron a la Isla de piratas y corsarios, y hoy aún simbolizan el valladar que impone el pueblo cubano a quien ose venir en son de conquista. Las viejas murallas se refuerzan ahora con la presencia del general Miranda, escultura realizada en Caracas por el maestro Ángel Carrasco, que reproduce la efigie original, la obra maestra de Lorenzo González, hecha en Francia para ser situada en el campo de Valmy, donde Miranda mandó triunfante las tropas francesas.

Otro artista del cincel y la fundición, el italo-venezolano Carmelo Tabacco, hizo en la década de los 70 del pasado siglo tres copias de aquella: la primera fue situada en Vela de Coro, lugar de la costa venezolana por donde Miranda desembarcara en 1806 en su batallar anticolonial; y las otras dos están en Filadelfia y Sao Paulo.

Ahora, La Habana se viste de gala con la imagen que duplica la escultura de Vela de Coro, y los cubanos —conscientes de ese legado— escoltamos al General Precursor que, en defensa de la soberanía de nuestra América, sigue desenvainando la espada.

SOLAMENTE MIRANDA

Durante el acto de inauguración del monumento al legendario prócer venezolano, Eusebio Leal destacó la vocación universal de la acción de Miranda, quien bebió de los pensadores de la Ilustración, aprendió de los manejos del sistema constitucional en el Reino Unido, y combatió contra los enemigos de la Revolución Francesa, y a este lado del Atlántico, al lado de quienes luchaban por la independencia de las 13 colonias inglesas en Norteamérica.

De él recordó que Napoleón lo llamó «un Quijote, pero cuerdo». Un ideólogo, afirmó el intelectual cubano, que hacia 1783 ya tenía una idea clara, esencial, de lo que quería para esa América que llamó «nuestra».

Leal destacó cómo sus largos viajes, que incluyeron a Inglaterra, Rusia y los países nórdicos, así como su estancia en La Habana, constituyeron un proceso de preparación para su destino. Y habló de cómo, en sus empeños libertarios, Miranda conoció de la ingrata traición en su tierra, y murió en 1816 en una prisión de Cádiz, desde cuya ventana solo se divisaba un pantano.

Hoy cumplimos un deber al colocarlo a la entrada de la bahía, dijo, y apuntó que es Miranda que vuelve, filósofo, pensador, hombre político, y el tributo que le honra es un compromiso con nuestros propios precursores.

«Al pie del monumento —concluyó Leal— me preguntaron qué nombre colocar, dije: “Uno solo: Miranda”. Inclínense a partir de este día ante tan hermoso monumento, entre el oleaje helado o ardoroso de La Habana, los que pasen, y digan: “Generalísimo, Precursor, has vuelto”».

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