Alexander sabe lo que dice, pero los nervios le hacen gaguear. José Osmel pretende estar más pausado, pero también se agita. En el público, sus madres aprietan las manos y abren los ojos, como si se estuvieran evaluando. Mientras, el tribunal observa y anota.
Es un ejercicio de culminación de estudios. Una tesis más, como muchas, pero distinta. Es la primera vez que jóvenes formados en las universidades municipales defienden su título.
Después de seis años yendo a la universidad —en su localidad— apenas tres veces por semana, llegan a la licenciatura en Comunicación Social.
José Osmel ha impartido clases en una escuela primaria. Alexander ha ejercido como cuadro profesional de la UJC. Del aula y las tareas políticas a la Comunicación y la imagen empresarial. Sobre esto último versa su investigación
¿Cómo piensan los clientes a la empresa capitalina Aguas de La Habana? Por ahí arrancaron y luego de entrevistas y lectura, confrontación de datos y mucho esfuerzo, aportaron análisis que servirán a la institución, los usuarios y a ellos mismos como profesionales.
A partir del 11 de junio, nos dice Elba Leyva, vicedecana de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, comenzarán los ejercicios finales para la primera hornada de la universalización.
Estos muchachos son un adelanto. En sus cinco puntos y en los próximos de sus compañeros, late la concreción de una acariciada idea. La todavía perfectible meta de convertir a Cuba en una Universidad.