Foto: Rafael Martínez Arias RÍO CAUTO, Granma.— No se trata de un boxeador que, danzando entre 12 cuerdas, esquiva y golpea, según sea la embestida del rival.
Es un joven de 31 años, llamado Juan Alcolea López, que, sin procurarlo, ha «pugilateado» durante más de una década contra el cansancio. «No, no voy a colgar los guantes», dice con seriedad, en referencia a los 12 años y cuatro meses que lleva al frente de un comité de base de la Unión de Jóvenes Comunistas.
Probablemente pocos en Cuba hayan pasado tanto tiempo en un cargo como ese, anónimo pero imprescindible, y no exento de incomprensiones, desasosiegos y pequeñas felicidades.
Por eso, en reuniones amplias o íntimas, cuando las personas buscan ejemplificar la trascendencia del líder juvenil en los puestos de la base, suelen nombrar «al muchacho del récord», que no es otro que Juan, el pescador de CALISUR (Camaroneras del Litoral Sur), una entidad dedicada al cultivo del camarón en estanques de agua dulce.
«Prácticamente desde que entré a trabajar aquí, unos meses después de salir del Servicio Militar, estoy en esta responsabilidad», expresa parco, como midiendo cada palabra.
Metódico, de acento grave, de vez en cuando deja escapar frases campechanas, sobre todo al hablar de los afectos de su hogar, donde vive con la esposa y la hija de cuatro años.
«No soy de la gente que “huye”», expone para definirse a sí mismo. Luego remarca que apenas estudió hasta el duodécimo grado, pero que el comité de base, «ha sido una tremenda escuela».
—¿Cuántas veces esa responsabilidad te ha impedido realizar alguna tarea de tu ámbito familiar o laboral?
—Nunca. Yo administro el tiempo. Planifico bien las cosas...
—Pero en 12 años seguramente surgieron problemas personales... ¿O no?
—Por suerte han sido los menos. Siempre trato de cumplir con la UJC; cuando no he tenido remedio he delegado en otro compañero.
—¿Por qué la gente se asombra de tus 12 años como dirigente en la base y te acuñan como «el del récord»?
—No sé, tendría que «darle cabeza» a eso. Creo que algunas personas le cogen miedo a este puesto porque «se marean» con cualquier cosita. Sobre el récord: no lo he buscado, aunque tal vez otros dirigieron más, eso nadie lo sabe.
«A mí realmente me gusta mucho esta responsabilidad, le veo una enorme utilidad. Me ha desarrollado mucho las ideas. Gracias al trabajo de la UJC en la base he vivido muchos momentos buenos».
—También debes haber vivido episodios agrios. No ha de resultar fácil, por ejemplo, sancionar a un compañero.
—Es cierto que no todo ha sido gloria. Sin embargo, diría que han sido pocas las penas. También es verdad que uno no la pasa bien cuando tiene que sancionar a un militante, y yo he vivido eso varias veces.
«Hay que tratar de evitar la sanción. Es mejor aconsejar, conversar, saber qué hay detrás de cada comportamiento de los seres humanos.
«Una vez tuvimos un muchacho que estaba “fuera de la línea”, hablé varias veces con él, después con la familia... y nada. No quedó otro camino que la sanción. Y fue una sanción que me dolió mucho».
—¿En cierto momento, después de tanto tiempo, no te ha aburrido tener que dirigir reuniones todos los meses y archivar actas?
—No. El comité de base no se puede ver solo como la reunión, el cobro y el acta. En nuestro caso tratamos de promover actividades de todo tipo, en las que participe cada militante con su familia siempre que se pueda.
«Buscamos que cada uno conozca y visite la casa de los demás. Eso motiva a la gente y las une. Tratamos de salir constantemente de las rutinas».
—Se dan casos de choques de horarios entre la administración y el comité de base. ¿Cómo resuelves ese problema en un lugar donde se labora todos los días?
—Hago mi plan, lo entrego a mi jefe y luego lo discuto el día del despacho. Eso es inviolable, rara vez sufre cambios. Cuando se trabaja así, el comité marcha como un reloj. Hace muchos años hubo un conflicto con un administrativo, pero jamás se ha vuelto a repetir.
—Vives encima de la gente, analizas, criticas... ¿Aceptas la crítica cuando viene del otro lado?
—Sí, no soy perfecto, me equivoco y me pueden criticar por muchas cosas...
—La superación es una de tus asignaturas pendientes.
—Cada vez que he podido he pasado un curso de superación. No tuve posibilidad de coger una carrera; pero estoy enfrascado en ser biólogo marino.
—¿Por qué has «sobrevivido» todo este tiempo? ¿Cuándo dejarás el camino a otros?
—Me dieron la tarea todos estos años y la he desempeñado como mejor he podido sin proponerme una meta. En un momento llegamos a ser 19 militantes; hoy solo somos nueve, casi todos vinculados a la producción. Es más fácil que ayer. Creo que el relevo ya está garantizado y eso me alegra doblemente.