Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Jóvenes universitarios apoyan la cosecha de la papa

Miles de estudiantes participan en la recolección del tubérculo y celebran así el aniversario 45 de la Unión de Jóvenes Comunistas

Autor:

Julieta García Ríos

Patricia Pérez se arriesgó a violar las limitaciones que le impone su enfermedad Fotos: Calixto N. LLanes

Soplan vientos de cuaresma. El aire del Este esparce las rojizas partículas de tierra al punto de hacerlas insoportables. También el sol parece ensañarse esta tarde de marzo.

Por la guardarraya caminan los jóvenes. se incorporan al trabajo. Algunos traen canastas apoyadas en las caderas y otros las cuelgan de sus cabezas, saben que con dos de estas repletas llenan un saco. Aún faltan cuatro horas para que termine la jornada, y su andar refleja cansancio. A la entrada del surco, Geordany Carcassés distribuye sacos tejidos con hebras de nailon amarillo.

—Cojan cinco sacos cada uno. Son cuatro surcos los que nos quedan por sacar.

—¿Cuáles?, pregunta una de las muchachas que ahora se incorpora.

—De Isabel en adelante... ¡Vamos a hacerlo! —dice persuasivo a uno de los jóvenes.

Geordany recuerda que hace unos años, cuando era estudiante, también él participó en la campaña de frío de la papa.

Ahora es profesor de Artes Escénicas del Instituto Superior de Arte y en esta ocasión está al frente de la Brigada 1 del Campamento Celia Sánchez, en el municipio de Quivicán, uno de los diez de la provincia de La Habana donde, entre el 4 de marzo y 30 de abril, estudiantes de la FEEM, FEU y las FAR laboran en la cosecha de papa.

Siempre trabajan en parejas. Cada joven deberá llenar 22 sacos Allí se agrupan 90 estudiantes del Instituto Superior de Arte (ISA) y diez cadetes de la Escuela Militar Superior Comandante Arides Estévez Sánchez.

Cada año, durante los meses de marzo y abril, miles de jóvenes se rotan por estas instalaciones. La convocatoria tiene en el actual curso una motivación especial: el cumpleaños 45 de la Unión de Jóvenes Comunistas.

La tropa que dirige Geordany la conforman 19 estudiantes: cuatro de Teatrología, un dramaturgo y los restantes son actores. «Recoger papa más que un trabajo físico es un ejercicio integrador. El trabajo es fuerte, agota. Pero los muchachos se divierten; hacen nuevos amigos y parejas, y cuando vuelven al ISA ya no se miran igual, porque han vivido otras experiencias», opina.

—La brigada que diriges es una de las más destacadas, ¿cómo lo logran?

—Para muchos esta es su primera experiencia en el campo. Trabajamos en equipo. Han entendido el concepto de grupo y lo importante es estar unidos; así avanzamos. Si al finalizar la jornada hemos sobrecumplido la norma, ¡felicidades!

—Cuando se trata de venir al campo, aparecen las excusas, los incapacitados, los enfermos... ¿Sucedió en el ISA?

—Hay personas que pudieron presentar certificados médicos por sus padecimientos. Sin embargo, se han incorporado.

—¿Alguien en específico?

—Patricia.

Entonces caminamos campo adentro en busca de Patricia Pérez Roque. Ella padece de keratodermia palmoplantar, una enfermedad hereditaria que hace su piel más sensible al ambiente.

—¿Qué síntomas tiene la enfermedad?

—Se me «pudren» las manos y los pies. Para evitarlo no debo tocar la tierra, las especies ni los cítricos. Se supone que tampoco debo lavar, ni fregar...

Contagiada por el entusiasmo de sus amigos, Patricia prefirió venir. «Todos mis compañeros de grupo, excepto uno, se incorporaron al campo. También los de Actuación y Diseño. En la escuela somos muy unidos y aquí íbamos a estar juntos, así que no quise quedarme.

«Hasta ahora mis manos se han portado bien. Una compañera de Actuación me regaló una crema lubricante que me unto constantemente, y los guantes con que trabajo me los prestó uno de los cadetes.

La misma joven se sorprende de su rendimiento. «Al principio pensaba que la mayor parte del trabajo la realizaba el cadete. Sin embargo, esta tarde, en que he tenido como pareja a otra muchacha, veo que no es así. En cada uno de los sacos que hemos llenado hay una cesta mía. Es un aliciente sentir que a pesar de mi enfermedad puedo realizar trabajos duros», dice.

Cada cesta cargada de papa pesa como promedio 50 libras y Patricia es delgada, tanto que no llega a las 100 libras. Indago por algo especial que le haya sucedido en estos días.

«Por primera vez he visto el amanecer en la llanura. Es lindo. Antes lo había visto en la montaña y en el mar. Me gusta contemplarlo porque siento que vuelvo a nacer. Soy de Cumanayagua, donde el paisaje siempre termina en el lomerío, y aquí uno mira a lo lejos y se pierde en el horizonte», responde.

Pese al esfuerzo considera que la experiencia es enriquecedora. «Los teatrólogos realizamos guiones. Si un día tuviese que escribir una obra que refleje el campo, mis paisajes serían más creíbles», dice.

ASEGURAR LAS CONDICIONES

Aunque en el campamento Celia Sánchez la relación entre futuros artistas y militares es de diez a uno, estos últimos se han ganado el afecto de los estudiantes del ISA. Cada uno de nuestros entrevistados comenta lo laboriosos y solidarios que son los cadetes. También del trato respetuoso de los oficiales y de la preocupación que muestran por su bienestar.

El toque de campana a las cinco y media de la mañana anuncia que es hora de levantarse y la música los anima. Luego vendrá el desayuno. Frente a Martí todos se reúnen. Entonan las notas del Himno nacional, conocen quiénes fueron los estudiantes y brigadas destacadas en la jornada anterior y hasta el menú del día.

Desde las 7:00 a.m. hasta las 6:00 p.m. permanecen en el campo. Allá les llevan sus alimentos, y almuerzan bajo la sombra de los árboles.

«Cada joven debe recoger diariamente 22 sacos de papa. Aunque se trabaja en parejas, lo que más vale es el esfuerzo colectivo. Que la brigada cumpla la norma», opina el teniente coronel Ariel Govantes Oviedo, al frente del campamento.

«Nos preocupamos por el orden y porque los jóvenes se sientan bien y tengan aseguradas las condiciones de vida y de trabajo», agrega el oficial.

El cadete Abdel Fuentes considera que desde esa trinchera contribuye a crear la reserva alimenticia del país. «La papa que aquí recogemos será distribuida en los municipios de la capital».

Él siente que trabajar junto a jóvenes de otras universidades ayuda a conocerse mejor. «No hay diferencia entre nosotros. La práctica demuestra que lo más importante es la fuerza de voluntad y el deseo de hacer bien las cosas».

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