Cuatro años de investigación a partir de un hallazgo biológico permitieron mejorar la hidrodinámica de los trajes para nadadores. Sólo un mirada retrospectiva de apenas una década basta para percibir cuánto ha cambiado el mundo del deporte. Si la anatomía y la técnica de los atletas difieren de una etapa a otra, las diferencias se repiten en sus vestuarios, cuya evolución ha sido vertiginosa e incesante.
Nada es igual en la indumentaria deportiva desde la irrupción de las nuevas tecnologías. Aunque la influencia del vestuario no es —según los especialistas— factor determinante de la victoria, ninguno deja de reconocer la contribución de este al rendimiento de los atletas.
Impresionantes han sido los avances científicos aplicados a esta esfera, que han marcado la manera de competir y revolucionado los resultados.
Prueba de ello es la feroz competencia que en los últimos certámenes olímpicos y mundiales han protagonizado las principales empresas de artículos deportivos, poniendo en práctica sus más novedosas investigaciones, dirigidas a lograr mejor desempeño de hombres y mujeres en los escenarios deportivos.
Y los detalles parecen sacados de un libro de ciencia ficción.
LLEGÓ LA MODA INTELIGENTEChips, sensores y sofisticados materiales hacen del Adidas 1 Trainer un calzado futurista. La salida al mercado de la primera versión de la zapatilla Adidas 1 Trainer resultó un verdadero hito en la industria del calzado deportivo, pues fue el primer producto de su tipo en incorporar un microprocesador de 20 MHz debajo de la plantilla, capaz de realizar cálculos en tan solo 25 milisegundos de la información enviada por varios microsensores.
La «misión» de estos es detectar aspectos como la inclinación y dureza de la superficie, y posibilitar los mejores parámetros de acolchonado y amortiguación, junto a un ajuste óptimo al pie del deportista.
Pero no solo las pisadas han estado en la mira de los científicos, pues las principales compañías han aunado esfuerzos para descubrir los tejidos ideales de sus prendas, llegando a patentar sistemas enfocados a diseños más cómodos y utilitarios.
Así, los Juegos Olímpicos de Atenas fueron la plataforma para lanzar modelos que fueron fruto de años de investigaciones en áreas relacionadas con la hidrodinámica y la nanotecnología, como el traje para nadadores Fastskin FsII, de la firma Speedo, que no solo simula la textura de la piel del tiburón, sino también la estructura del escualo.
Además de establecer que la cubierta de estos animales posee unos dentículos microscópicos que ayudan a disminuir la turbulencia, y consecuentemente la resistencia por fricción dentro del agua, los biólogos marinos descubrieron que la composición de la piel del tiburón varía a lo largo de su cuerpo, con espinas ásperas en su nariz y escamas más suaves hacia atrás, correspondiendo a la dinámica de flujo del agua.
Para adaptar al cuerpo humano estos principios se realizaron pruebas en maniquíes virtuales, y utilizando un software para calcular la dinámica de fluidos, los investigadores encontraron que la fricción del movimiento del nadador constituye un 29 por ciento de la resistencia total al agua. Y este hallazgo fue el fundamento para la confección de nuevos trajes, habituales luego en los cuerpos de estrellas como el estadounidense Michael Phelps y el australiano Ian Thorpe.
Fuera del agua, la compañía Nike apostó por el traje aerodinámico Swift Suit, que hizo su debut en las Olimpiadas de Sydney 2000 de la mano de la australiana Cathy Freeman, quien lo inmortalizó al ganar la medalla de oro en la competencia de 400 metros.
Esta indumentaria, ajustada a casi la totalidad del cuerpo, se proyectó con hoyuelos similares a los de las pelotas de golf sobre brazos y piernas para reducir la turbulencia generada por los corredores en el atletismo.
Versiones similares se desarrollaron para otras disciplinas como el ciclismo, con una variante denominada Swift Spin Suit, que según el fabricante podía asegurarle al atleta una ventaja de 39 segundos en pruebas de 55 kilómetros, al comparar sus beneficios con prototipos anteriores.
Pero ha sido en el fútbol donde las empresas líderes en vestuario deportivo han librado una de las más encarnizadas batallas por prevalecer en tan jugoso mercado, y para ello han dejado atrás tejidos tradicionales como el algodón y el lino, e incluso de fibras sintéticas como el nailon y algunos tipos de poliéster.
Para Nike, la tarea fue la creación de una camiseta bajo el concepto de «cero distracción», lo que se traduce en una prenda más cómoda y menos pesada —solo 155 gramos— para que el jugador apenas note su existencia sobre el cuerpo.
A partir de la tecnología patentada como Cool Motion, la nueva camiseta presenta una capa externa de tejido de poliéster elástico, sobre todo en la parte del cuello y de los hombros, así como una más amplia bajo los brazos, incrementando ventilación en las áreas donde se genera más calor. También está capacitada para eliminar el sudor a través del material, facilitando su evaporación y aumentando las propiedades de enfriamiento.
Bautizada como modelo Sphere Dry, la novedosa indumentaria presenta además un tratamiento en su tejido que imposibilita la absorción del agua de lluvia, asegurando que siempre permanezcan ligeras y cómodas en cualquier circunstancia. Al mismo tiempo, la estructura tridimensional en su interior crea una capa intermedia, que separa la camiseta del cuerpo del jugador y reduce el contacto directo.
Adidas, por su parte, ha desarrollado su estrategia basada en las tecnologías ClimaCool y FlowMapping, con similares características que las de la competencia, y según los especialistas, con diferencias prácticas imperceptibles.
En lo adelante, se espera que las tendencias evolucionistas se mantengan y nuevas investigaciones nos regalen una indumentaria futurista, pues según Stephen Michielsen, profesor de productos textiles y fibras del Instituto de Tecnología de Georgia, en Atlanta, «las prendas que romperán récords contendrán productos químicos capaces de convertir el sudor en energía, o desencadenarán descargas cronometradas de adrenalina corporal.
«Las nanofábricas —agrega Michielsen—, que usan tecnología en escala microscópica, sintetizarán productos químicos directamente sobre la tela, y quizá en un futuro tendremos ropa elaborada con fibras ópticas que transmiten la voz y los datos fisiológicos (el ritmo de los latidos cardiacos, por ejemplo) de un atleta a su entrenador».