La tecla del duende
De la rebeldía de los estudiantes se llenaron hace 70 años las calles de Praga. Combatían el fascismo y la muerte como solo puede hacerse con la juvenil entrega de quienes abren las puertas del pensamiento.
Desde entonces, al rostro primaveral de noviembre se une el dolor de la memoria. Y la alegría. La firme alegría del juego y el aprendizaje, que no puede ser apagada por la maldad de ninguna época.
Al estudiante que fuimos o somos, estarán dedicadas este fin de semana las tertulias tecleras de Matanzas y La Habana. La capitalina: el sábado, a las 2:00 p.m., en G y 21. En la Atenas de Cuba: el domingo, a las 10:00 a.m., en el Museo Palacio de Junco.
Si vuelvo la cabeza,/ si abro los ojos, si/ echo las manos al recuerdo,/ hay una mesa de madera oscura,/ y encima de la mesa, los papeles inmóviles del tiempo,/ y detrás,/ un hombre bueno y alto.
Tuvo el cabello blanco, muy hecho al yeso, tuvo/ su corazón volcado en la pizarra,/ cuando explicaba casi sin mirarnos,/ de buena fe, con buenos ojos siempre,/ la fórmula del agua.
Entonces, sí. Por las paredes,/ como un hombre invisible,/ entraba la alegría,/ nos echaba los brazos por los hombros,/ soplaba en el cuaderno, duplicaba/ las malas notas, nos traía en la mano/ mil pájaros de agua, y de luz,/ y de gozo.
Y todo era sencillo./ El mercurio subía caliente hasta el fin,/ estallaba de asombro el cristal de los tubos de ensayo,/ se alzaban surtidores, taladraban el techo,/ era el amanecer del amor puro,/ irrumpían guitarras dichosamente vivas,/ olvidábamos la hora de salida, veíamos/ los inundados ojos azules de las mozas/ saltando distraídos por en medio del agua./ Y os juro que la vida se hallaba con nosotros.
Pero, ¿cómo decir a los más sabios,/ a los cuatro primeros de la clase,/ que ya no era preciso saber nada,/ que la sal era sal y la rosa era rosa,/ por más que ellos les dieran nombres impuros?/ ¿Cómo decir: moveos,/ que ya habrá tiempo de aprender,/ decid conmigo: Vida, tocad/ el agua, abrid los brazos/ como para abrazar una cintura blanca,/ romped los libros muertos?
Os juro que la vida se hallaba con nosotros./ Profesor, hasta el tiempo del agua químicamente pura/ te espero./ De nuevo allí verás, veremos juntos/ un porvenir abierto de muchachas/ con los pechos de agua y de luz y de gozo. (Carlos Sahagun)
Los ocurrentes de Santa Clara se reunirán este domingo, faltando dos horas para el mediodía, junto al niño de la bota. Cómo salvaguardar sueños. He ahí el tema.
Y los duendes holguineros se verán un día antes, también a las 10:00 a.m., en la Casa de la Prensa. Llevarán su poema favorito.
La juventud no es un tiempo de la vida, es un estado del espíritu. Mateo Alemán