Los que soñamos por la oreja
Hace poco, a propósito de la muerte del afamado productor musical George Martin, un amigo me decía que ahora sí se estaba acabando el siglo XX, pues en todos los campos de la proyección humana, desde la política hasta las artes, cada vez son menos las figuras icónicas de la anterior centuria que nos acompañan. En correspondencia con ello, el 10 de marzo se nos fue uno de los principales nombres no ya del rock sino de la Música con mayúscula, facturada en las últimas décadas de una época que va quedando atrás.
No logro precisar con exactitud cuándo descubrí la obra de Keith Emerson, cofundador y tecladista del grupo Emerson, Lake and Palmer, quien había nacido el 2 de noviembre de 1944 en Yorkshire, Inglaterra. Lo que sí tengo claro es que gracias a él logré reconciliarme con la música académica, que yo había conocido desde niño, pero con la que —en una etapa de desvaríos mentales— me había enemistado. Las versiones realizadas por Emerson con Greg Lake y Carl Palmer acerca de composiciones clásicas o contemporáneas de autores como Johan Sebastian Bach, Bela Bártok, Modest Musorgski, Piotr Ilich Chaikovski, Gaspar Sanz, Aaron Copland, Henry Mancini o Alberto Ginastera, corroboran que cuando hay talento de sobra, como es en el caso de estos tres instrumentistas, resulta válido hacer arreglos de piezas concebidas para otras sonoridades y adaptarlas a las posibilidades que ofrece la actual tecnología.
La autopsia del cuerpo de Keith Emerson, quien falleció el jueves pasado, a los 71 años en Santa Mónica, California, confirmó lo que circuló durante estos días, es decir, que el músico se suicidó. Según el sitio USA Today, los informes del examen dejaron claro que la causa de su muerte fue por una herida de bala autoinfligida en la cabeza.
Por comentarios que circularon de personas cercanas al célebre intérprete y compositor, se ha sabido que en los últimos tiempos él padecía una enfermedad degenerativa que ya le había afectado una de sus manos, lo que al parecer lo habría sumido en una severa depresión que lo llevó a quitarse la vida.
Con poco más de 20 años Keith se incorporó al cuarteto The Nice, que de inicio acompañaba a la cantante soul, P. P. Arnold, pero que luego interpretan material de los integrantes de la banda. Cuando hoy uno escucha la música de dicha agrupación se percata de lo adelantado de aquella temprana propuesta, ubicada en la vanguardia del pop inglés, al hibridar el rock con el jazz y la música clásica, de la cual Emerson fue un dedicado estudiante en su niñez.
Después de esa experiencia, vendría la formación en 1969 del trío ELP, que debuta aquel año en la emisión del mítico Festival de la Isla de Wight. Desde esa primera actuación, el modo en que Emerson utilizaba el órgano Hammond, al que luego le añadió el Moog (sintetizador analógico creado por Robert Moog y de quien Keith fue importante colaborador), le hizo ganar el apodo de «el Hendrix de los teclados».
Cualquier interesado en saber las esencias del rock sinfónico y del progresivo, tiene que estudiar detenidamente lo hecho por Emerson, Lake and Palmer. En un disco como Tarkus, de 1971, sobresale el ostinato ejecutado en compás de 5/4, donde Emerson dobla el piano y el órgano Hammond en la mano izquierda, con lo que logra una textura sonora que, a partir de entonces, sería imitada por numerosos teclistas del rock y del jazz fussion.
Otros trabajos fundamentales del trío son Trilogy, Brain Salad Surgery y Works. Es importante acotar que Keith Emerson también se destacó en la condición de realizador de música para el cine. En dicho sentido, entre sus mejores bandas sonoras se encuentran la que llevó a cabo para la producción de Sylvester Stallone, Night Hawks (1981), y la música que escribió para el film Inferno (1980), obra de culto del director italiano Darío Argento.
En el año 2003, Emerson publicó sus memorias bajo el título Pictures of an Exhibitionist, libro editado por Random House y que refleja el mundo del rock en los 60 y los 70, en especial en el ámbito progresivo o sinfónico. Adorado a nivel mundial por su impresionante quehacer, aunque ya no esté con nosotros físicamente, Keith Emerson es un referente obligado para comprender los derroteros de la buena música facturada en los últimos 50 años.