Los que soñamos por la oreja
Se celebra por estos días en Ciudad de La Habana la tercera emisión del Festival Caimán Rock. El evento es parte de la cadena de encuentros dedicados a dicho género, que la Asociación Hermanos Saíz organiza en diferentes provincias del país. A la AHS hay que reconocerle el mérito de que ha sido entre las instituciones cubanas, la que más ha hecho por el rock en nuestro contexto. Ahora, gracias a dicha organización, se crea una agencia especializada en la capital, para atender en un primer momento a seis de nuestras principales bandas del presente.
Quizá sea porque ya soy un anciano formado en la vieja escuela, pero para mí el rock es un género en el que entran diversos estilos o corrientes. Por eso, no comparto la filosofía que por lo general se ha adueñado de los festivales realizados entre nosotros y que en lo fundamental, son encuentros dedicados a las distintas variantes del metal. No puede negarse que tendencias como el black, death, doom, grind noise..., resultan las que gozan de mayor respaldo en el público de nuestro país, pero en aras de complacer a la fanaticada, no hay por qué hacer concesiones a la hora de concebir la nómina de participantes en determinado festival ni al hacer su programación de conciertos.
Sé que quienes así proceden, lo hacen llenos de buenas intenciones y en defensa de lo que consideran más legítimo dentro del rock que se lleva a cabo por acá, pero desde mi parecer tales concepciones solo conducen a un mayor y nocivo radicalismo, tanto entre los músicos como entre los seguidores de las diferentes tendencias que hoy se dan en la escena rockera nacional.
La banda de rock Zeus es una de las participantes en este tercer festival Caimán Rock. Ciertamente, cada época en la historia del rock ha traído consigo su propio relato acerca de qué estilo o artista es más auténtico, al punto de que el asunto ha llegado a convertirse en toda una mitología de la autenticidad. En la música (y no solo en el rock), el relato de la autenticidad sirve para movilizar nuevas sensibilidades, pero a la vez se usa como bandera para justificar formas de exclusión. Esto se relaciona con el hecho de que el terreno de lo musical es propicio para la construcción de sensibilidades muy intensas. Empero, los organizadores de festivales no pueden pasar por alto que ellos, con su accionar, diseñan políticas culturales, las cuales determinan modos de participación en el espacio público y por ende, las mismas no pueden definirse solo desde contradictorias y siempre cambiantes nociones de autenticidad.
Otro aspecto en el que pienso a raíz de este Festival, tiene que ver con lo significativo que resulta la carencia de estudios en el caso del rock en Cuba, donde solo se cuenta con el libro publicado por Humberto Manduley, importantísimo testimonio histórico del devenir de dicho género en nuestro país. La ausencia de semejantes análisis es alarmante cuando se medita en el hecho de que el rock, quizá como ninguna otra manifestación, se inserta en el tan discutido problema de la identidad al considerar las diversas relaciones producidas por la articulación de lo local, lo regional, lo nacional y lo global en música.
En el abordaje de la nacionalización de lo global en el rock hecho por cubanos, desde el punto de vista teórico, todavía no se ha conseguido dilucidar el perfil de identidad nacional. De ello se desprende que las ciencias sociales cubanas tendrían que resolver metodológicamente el problema de si se debe medir la identidad del rock en relación con el horizonte de la música nacional o al del propio rock como tal.
En contraste con lo que internacionalmente hoy sucede en campos como la antropología y la semiótica musicales, entre los investigadores cubanos, por lo general no se analizan las causas por las cuales determinadas audiencias otorgan predilección a un tipo de música y no a otra. En el caso del rock, tal tema cobra especial relevancia porque la escena socio-musical cubana integrada por las bandas rockeras y sus audiencias (conformadas en su mayoría por personas del mismo grupo etáreo), de conjunto utilizan tal producción sonora como estrategia para manifestar su visión del mundo y ofrecer una resistencia cultural simbólica contra discursos hegemónicos de su tiempo.