Los que soñamos por la oreja
Fiel a aquella afirmación de que mañana es mejor, Armando Anthony Corea, o sencillamente Chick Corea (Chelsea, Massachussets, 12 de junio de 1941), ha pasado a través de los 40 años que lleva en la vida de músico, demostrando que, si uno se lo propone, siempre se puede crecer como instrumentista, a fin de entregar en cada nueva propuesta algo de igual o mayor calidad a la anterior.
Nacido en el seno de una familia en la que desde niño escuchó por igual las melodías de gentes como Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Bud Powell, Lester Young y Horace Silver, o de Beethoven y Mozart, a la hora de hacer música su divisa ha sido no establecer compartimentos estancos que, lejos de enriquecer a un creador, lo limitan en el desarrollo. Tal principio le ha guiado desde sus primeros trabajos allá por 1964, cuando se vincula a la agrupación del trompetista Blue Mitchell, donde también debuta como compositor.
Algún tiempo después aparecería Tones for Joan’s bones, material que ya presenta a Corea en función de pianista líder. Le seguiría luego una etapa en la que se asocia a figuras como Willie Bobo, Cal Tjader, Herbie Mann y nuestro Mongo Santamaría, con quienes adquiere el amor por la música latina, que le ha de acompañar hasta los presentes días.
Tras un año al lado de la vocalista Sarah Vaughan, llega un momento fundamental para la futura proyección de Chick: su unión al trompetista Miles Davis, en cuya orquesta asume la ejecución del piano eléctrico. Con dicha formación interviene en dos discos que marcan el origen de la fusión (la de verdad y no esa a la que hoy tanto se apela) entre el jazz y el rock, los álbumes In a silent way y Bitches brew.
Después de eso vendría la creación de su grupo Circle, que da paso a un decisivo ensamble de los 70, Return To Forever. Este aún recordado colectivo tuvo dos versiones: una marcada por los aires de la música brasileña (gracias a la participación de la vocalista Flora Purim y su esposo, el batería Airto Moreira); y otra en la que intervienen junto a Corea, entre otros, el maravilloso guitarrista Al Di Meola y Lenny White en el drum.
En el período, Chick va generando un estilo personal como ejecutante del sintetizador Moog, empleado sobre todo por entonces en los ámbitos del rock sinfónico, pero que él impone en el universo jazzístico. Quien desee comprobar lo anterior, solo tiene que escuchar un disco como My spanish heart. Además de esa producción, sus fonogramas Leprechaun, Musicmagic y Mad hatter pertenecen a dicha etapa.
A inicios de los 80, lo encontramos colaborando con personajes como Joe Henderson, Freddie Hubbard, Hubert Laws, Chaka Khan y Nancy Wilson, y así llega a mediados del decenio, momento en que da vida a la Elektric Band, otro de los nombres definitorios en el devenir del jazz rock. Se suceden los fonogramas y las giras, hasta que unido al manager Ron Moss, en 1992 se enrola en una aventura mayor: fundar la compañía Stretch Records, un sello filial de GRP y a través del cual de inicio se editan fonogramas de Bog Berg, John Patitucci, Eddie Gómez y Robben Ford.
Es precisamente Ron Moss quien, como empresario, produce en 1996 una obra capital para conocer la evolución de Chick Corea, Music forever & beyond. El trabajo abarca cinco discos, con una selección de temas grabados por el pianista entre 1964 y 1996. En ese propio año, Chick finaliza su relación con la disquera GPR y el catálogo de Stretch Records se aparta de su otrora casa matriz. Así, de inmediato registra un tributo a Bud Powell.
Dado que me resulta imposible escribir aquí acerca de toda la amplísima discografía de Corea, no quiero dejar de mencionar algunas de sus grabaciones en los terrenos de la música culta. Con la St. Paul Chamber Orchestra, con Bobby Mcferrin como director, registró el CD The Mozart Sessions, y con la Orquesta Filarmónica de Londres realizó Corea, Concerto, una obra para piano y formación sinfónica. En el terreno del jazz, otros de los tantos fonogramas hechos por el teclista son The new duets, Live at the Blue Note, A week at the Blue Note, Change, Rendezvous in New York y To the stars, todos los cuales hacen que Chick Corea sea un músico de culto.