Lecturas
¿Zanja o Finlay? ¿Cuál es el nombre oficial de esa transitada vía? No demoremos la respuesta. Son correctas ambas denominaciones. Sucede que en 1916 se dio a Zanja el nombre oficial de Finlay, pero 20 años después se le restituyó su nombre primitivo y ambos, a partir de ahí, son válidos.
Se llamó Zanja porque por ella corría la Zanja Real que surtía de agua a La Habana. Tendría otro nombre, Línea del Ferrocarril de Güines, que se extendía por ella, como después la del ferrocarril que rendía viaje en la Playa de Marianao. En su época primitiva contaba esta calle con tres puentes que atravesaban la Zanja Real. El puente de Sedano, en la esquina de Lealtad, el de Manrique, en la de ese nombre, y el de Galiano.
Zanja, sobre todo en el tramo que corre entre Infanta y Belascoaín, fue durante muchos años una suerte de meca habanera del negocio de los automóviles. Eran numerosas las empresas de ese giro que tenían su asiento en esa calle; tanto para la compraventa de vehículos del año o de uso, y de partes y piezas para autos, como de talleres de reparación.
Se contaban a lo largo de esta vía no menos de seis funerarias, algunas de ellas tan mentadas como Marcos Abreu y Bernardo García, que existen aún, y otras menos conocidas como Molina, en Rayo; Hernández, en Mazón, y St. Louis, en Oquendo.
En el número 302 abría sus puertas el periódico Pueblo, y en 205, el teatro Shanghái, que más que pornográfico era un antro de malas palabras y mujeres gordas desnudas, donde nunca se escenificó el acto sexual en vivo. En Zanja y Belascoaín, el café OK, frecuentado en los años 40 por el sensacional tamborero Chano Pozo, ofertaba entrepanes espectaculares.
Una curiosidad. La apunta Juan de las Cuevas en su libro 500 años de construcciones en Cuba: la primera fábrica de cemento Portland, material emblemático del siglo XX, apareció en fecha muy temprana en la Isla. Cuba fue el primer país iberoamericano en producirlo y el número 16 en el mundo.
La fábrica se inauguró el 7 de julio de 1895 en el número 137 (antiguo) de esta calle, a unos 300 metros de Infanta. Producía 20 toneladas diarias y, con la marca Cuba, comercializaba su producción en barriles de 130 y 150 kilogramos, y en bolsas de 75.
Escribe De las Cuevas: «El edificio era de dos cuerpos de madera y ladrillo. En la planta baja se encontraban las trituradoras, los elevadores y los hornos, y en la planta alta el departamento central, donde se realizaba la distribución. Contaba con cernidores, secadores, conductores y balanzas, movidos por una máquina de 50 caballos de fuerza, así como cinco almacenes y depósitos, uno para el producto terminado, capaz de almacenar 10 000 barriles (1 500 toneladas) y cuatro para materias primas. Tenía además un departamento de tonelería y carpintería.
«Era propiedad de Ladislao Díaz y su hermano Fernando, asturianos, comerciantes acreditados en La Habana en el giro de maderas y materiales de construcción. La calidad del cemento que producía era similar al actual cemento de albañilería C 160. La planta dejó de producir en 1910».
En la esquina de Infanta y Neptuno se alza el edificio de los Padres Carmelitas Descalzos; iglesia y convento. Tiene dos campanarios y uno, el de la derecha, alcanza una altura de 63 metros. En los altos se aprecia la imagen de bulto de la Virgen del Carmen, con sus más de siete metros de altura y 9,5 toneladas de peso. Algunas fuentes le atribuyen 14 toneladas.
No son pocos los transeúntes que se preguntan cómo pudo situarse esa imagen en su torre monumento, toda vez que el hecho ocurrió en 1927, dos años después de que la torre se edificara. Giran en torno al suceso leyendas y especulaciones. El que más y el que menos parece tener en La Habana una explicación que quiere hacer pasar como verídica.
La imagen de bronce se trajo de Italia, y ya frente a la iglesia debió aguardar un mes hasta que 11 operarios de la ferretería y fábrica de estructuras de acero de Celestino Joaristi, con sede en la calle Monte, construyeran por dentro de la torre un andamiaje de metal que apoyaría el ascenso de la virgen. Una vez montada esa estructura, la imagen, elevada por guinches de vapor, demoró 11 minutos en recorrer los 63 metros del campanario. Hubo aplausos y llantos entre los que, en la calle, esperaban el momento. Una paloma blanca se posó en el hombro de la virgen.
Hubo un inconveniente pronto solucionado. A causa de su brazo izquierdo, que la virgen mantiene extendido, la imagen no cabía en la estructura que se preparó para el ascenso. El ingeniero que encabeza el grupo no lo pensó dos veces. Determinó cortar el brazo y soldarlo una vez que la imagen llegara a lo alto del campanario.
Me dice mi amigo el doctor Ismael Pérez Gutiérrez, que gusta de coleccionar curiosidades, que uno de los nombres más repetidos entre las calles habaneras es el de San Francisco. Nueve calles llevan ese nombre. Otras cinco llevan el de San Martín, y San José y San Carlos aparecen cuatro veces cada uno. San Cristóbal, pese a ser el patrón de la villa, aparece solo dos veces. Santa Catalina se reitera en cinco calles, seguida por Santa Ana y Santa Teresa, tres veces cada una.
Hay una calle San Francisco en el reparto Lawton. El escribidor nunca ha podido precisar a qué San Francisco alude. Si es el de Asís, el de Sales, el de Paula, San Francisco Javier o San Francisco Solano, que, nacido en España, vivió en Cuba y por su labor misionera en el continente es considerado el Apóstol de la América del Sur. Si hablamos sobre nombres de calles, existe una, al final de la Víbora, llamada Goss. ¿Sabe alguien el porqué de ese nombre? ¿A quién alude?
Digamos de paso que fue José María de la Torre quien primero se ocupó de precisar el origen de los nombres de las calles habaneras. Recogió el fruto de su investigación en el libro Lo que fuimos y lo que somos o La Habana antigua y moderna, que vio la luz en 1857. Muchos años después, y siguiendo la ruta y la letra de De la Torre, Emilio Roig volvía sobre el tema y daba a conocer por última vez el resultado de su pesquisa en el libro La Habana. Apuntes históricos, de 1963.
A partir de ahí no son pocos los que abordaron el asunto, con mayor o menor fortuna, aunque sin el rigor y la extensión con que lo hicieron los dos autores citados. Sin ir más lejos, y salvando las distancias, son numerosas las veces que el escribidor ha aludido en este espacio a calles de la ciudad, sus nombres, características e historia. Si el archivo no miente, lo hizo por primera vez el 16 de noviembre de 2003.
El primer barrio habanero fue el de Campeche. Su origen se remonta a 1564. Era un conjunto de chozas de guano y yaguas habitado por indios traídos de esa región mexicana para laborar en la construcción de las fortalezas, y se extendía desde las actuales calles Merced y Paula hasta los bordes interiores de la bahía.
Las murallas dividieron la ciudad en dos grandes zonas, Intramuros y Extramuros. En 1763 La Habana queda dividida en cuatro cuarteles. En 1779 esos cuarteles se reducen a dos: La Punta, con cuatro barrios, y Campeche, con cinco. En 1807 Intramuros se dividió en 16 barrios, lo que duró hasta 1851, cuando se acometió otra división que se prolongó hasta 1855, cuando entró en vigor la que llegó a la República.
La Habana era en 1959 un solo municipio con 43 barrios. Todavía se pensaba fusionar el municipio habanero con el de Marianao a fin de dar vida a lo que se llamaría La Gran Habana, pero la creación de las regiones, primero, y luego la división político administrativa de 1976 cancelaron esa posibilidad.