Lecturas
Cacarajícara es una hazaña gloriosa del Ejército Libertador cubano, y uno de los más importantes combates de la llamada segunda Campaña de Pinar del Río. En esas alturas situadas a unos 12 kilómetros al sudoeste de Bahía Honda, el mayor general Antonio Maceo, al frente de 175 hombres, rechazó el ataque de las tropas españolas mandadas por el brigadier Julián Suárez Inclán y González, su tenaz perseguidor, que sufrieron allí, aquel 30 de abril de 1896, una costosa derrota con un número considerable de bajas. El parte oficial español informó de 13 muertos —dos oficiales entre ellos— y 74 heridos, mientras que los mambises reportaban cinco muertos y 13 heridos. Aun así, Suárez Inclán merecería por esta acción la Gran Cruz Roja del Mérito Militar.
El 18 de septiembre de 1895, la Asamblea Constituyente de Jimaguayú nombraba a Maceo Lugarteniente General del Ejército Libertador. En el siguiente mes de octubre organizaba la columna invasora y el 22 de ese mes salía al frente de ella desde Mangos de Baraguá hacia el occidente de la Isla. El 22 de enero de 1896 penetraba en la localidad pinareña de Mantua donde, al día siguiente, levantaba acta dando por concluido este episodio de la guerra. Con 50 años de edad, Maceo cabalgó en tres meses un total de 424 leguas y sostuvo 27 combates, algunos de la envergadura de Mal Tiempo y Calimete.
Pocos días después de su arribo a Mantua daba inicio a la primera Campaña de Pinar del Río. Sostuvo entonces varias acciones —fue herido en una de ellas, la de Río Hondo— y salió del territorio pinareño para iniciar una campaña relámpago en La Habana y Matanzas, en espera de la infantería oriental que había quedado en Las Villas. El 10 de marzo se rencontró con Máximo Gómez, que le llevaba la infantería bajo el mando del general Quintín Bandera; sería la última vez que se verían los dos guerreros. Atacó Batabanó y el 15, luego de 20 acciones combativas libradas en un mes en las dos provincias, cruzó la trocha de Mariel a Majana para comenzar la segunda campaña pinareña.
En esa segunda campaña se inscriben numerosos combates como Tumbas de Estorino, Ceja del Negro, Galeón, Artemisa… y también el de Cacarajícara. Solo en la loma de Tapia, entre los meses de abril y junio, Maceo rechazó 14 columnas enemigas, mientras rehusaba, indignado, las propuestas que le hacían desde el centro y el oriente del país de que sustituyera al General en Jefe e incluso que se pusiera a la cabeza del Gobierno. En la madrugada del 4 de diciembre cruza la trocha otra vez, esta vez con destino a La Habana. Quiere el viejo Gómez, con quien debe reunirse, que juntos hagan frente a la crítica situación provocada por la injerencia del Consejo de Gobierno en los asunto militares. En realidad, va en busca de la muerte.
Mientras en Tapia Maceo rechaza una y otra vez al enemigo, sus capitanes se baten en toda la provincia. Hostigan día a día a columnas, cuarteles y poblados. «No hay jornada en que no se bata el cobre en las zonas bajo el mando del General», apunta su biógrafo Raúl Aparicio. El 25 de abril llega a la ensenada de Verracos, a ocho kilómetros al este de La Esperanza, la goleta Competitor [sic.]. Viene de Cayo Hueso con escala en Cayo Sable y trae 200 fusiles y revólveres, 60 000 tiros, dinamita, machetes y medicamentos. Apagado el fuego del último combate en la loma de Tapia, Maceo sale en su ayuda, pero la marcha es larga y en el camino encuentra al enemigo en Las Pozas. Lo manda el brigadier Suárez Inclán. Durante la acción, un proyectil enemigo impacta la caja del máuser con el que disparaba Maceo. Los cubanos se retiran luego de un fuego encarnizado.
Los expedicionarios de la goleta son sorprendidos por la tripulación de una cañonera española y la guerrilla de La Palma. Son apresados algunos de los expedicionarios, pero otros, con parte del cargamento, logran huir gracias al apoyo de las fuerzas del comandante Carlos Socarrás e incorporarse a la tropa del coronel Juan Eligio Ducasse quien, por órdenes de Maceo, ha acudido en su ayuda.
El 30 de abril, al hacer el reconocimiento del campo de batalla del día anterior, el comandante Socarrás advierte que la tropa enemiga se mantenía en el lugar y que se disponía a ponerse en movimiento. Algo raro hay en ello, piensa Maceo, pues Suárez Inclán se ha hecho habitual en la loma de Tapia, muy lejos de Las Pozas. Con astucia, Socarrás comprende el motivo de la presencia enemiga en la zona, y lo comenta con el Lugarteniente General. Suárez Inclán solo puede estar buscando el campamento de Cacarajícara, le dice, donde hay talleres y hospitales de sangre y cuenta con una defensa de solo 25 hombres.
Maceo se impone llegar a Cacarajícara antes que su adversario y avanza a galope sostenido por atajos de montaña que conoce el comandante Socarrás. Es una posición inmejorable por sus condiciones naturales, con el inconveniente de ser accesible por tres lugares diferentes.
Sobre las nueve de la mañana, Maceo llega con 20 hombres a la guardia avanzada sobre el camino de Las Pozas y al poco rato divisa la vanguardia enemiga que avanza sigilosamente. A su orden, abre fuego la guardia del retén y los españoles responden, sin adelantar su posición.
Ordena Maceo situar una emboscada a cien metros de la primera y dispone que toda la tropa la refuerce. Allí los españoles son baleados por el frente y por uno de los costados pues el camino favorece a los mambises. Otra emboscada es situada en el centro del sendero, entre peñascos y ruda maleza.
Se hace de golpe un silencio de muerte; los insurrectos aguardan el avance enemigo y el enemigo no avanza. De pronto, un cañonazo. Suárez Inclán hace adelantar la pieza de artillería para despejar el camino. La fusilería mambisa responde, pero apenas hay ya municiones. Los insurrectos se repliegan a las trincheras naturales que ofrecen las estribaciones de las montañas, sosteniéndose en cada hondonada o floresta hasta que el enemigo los hace retroceder. Teme Maceo que le tomen el campamento y ordena cargar al machete a fin de impedir que el enemigo rebase las posiciones mambisas.
Por fortuna, en ese momento, arriba el coronel Ducasse con 150 infantes bien armados y amunicionados con los cartuchos salvados de la expedición del Competitor, lo que cambia significativamente la posición cubana. Maceo ordena al recién llegado cubrir, con parte de sus hombres, dos de las entradas a Cacarajícara y reforzar con los otros la trinchera que cierra la entrada principal del campamento, hecha con troncos de quiebrahacha. Maceo, con 40 hombres, desde un ángulo del camino, batiría al enemigo con fuego convergente. Un proyectil de artillería pasa rozando la trinchera, y hay otro disparo cuando la pieza está ya a unos 20 metros. Entonces los mambises disparan a discreción sobre la infantería enemiga, que sufre grandes pérdidas y queda exterminada la dotación completa de la pieza artillera.
Los jefes españoles instan el avance de sus hombres, pero la tropa no avanza, y Maceo ordena abandonar la trinchera previendo las dificultades que presentaría su evacuación si el enemigo llegaba hasta ella. Los españoles ocupan entonces el reducto abandonado y allí se mantienen hasta pasadas las dos de la tarde, pese a que el jefe cubano ordenó que los hostilizaran. Cae la noche y un pelotón mambí, situado en una altura, fusila a los españoles cada vez que encienden un cigarrillo o tratan de calentar el rancho.
En la madrugada, Suárez Inclán evacua parte de sus heridos, y a las tres de la mañana amaga con atacar a los insurgentes para cubrir su retirada. Maceo había previsto esa contingencia y manda aviso, que no llega a tiempo, para dificultar la marcha de la columna. El grueso consigue retirarse sin dificultades, no obstante, su retaguardia fue alcanzada a la altura de Loma Redonda donde los españoles resisten hasta que pueden huir hacia Bahía Honda. En ese combate cae herido de muerte Carlos Socarrás, ascendido por Maceo el día anterior a teniente coronel.
Fuentes: Textos de Raúl Aparicio y Emeterio Santovenia. Y Diccionario enciclopédico de historia militar de Cuba.