Inter-nos
Dedicados como estamos a seguir de cerca y con preocupación la situación en Honduras, al que algunos analistas califican como el primer golpe de Estado en la administración Obama, y no dejan de puntear viejos y fuertes vínculos de los militares del país centroamericano con los momentos más sucios de la presencia estadounidense en el área, específicamente de la CIA, el Pentágono y su Escuela formadora de dictadores y represores en todo el hemisferio, casi le hemos vuelto la espalda a otras regiones del mundo.
En estas también existe un panorama enturbiado por las confabulaciones y las campañas de propaganda negra que anteceden tensiones peligrosas, agresiones o «golpes preventivos» y hasta guerras.
Por estos días en Washington se hacen declaraciones que quieren ser exculpatorias de cualquier cosa que pudiera suceder y, como diría un anciano sabio, empieza a oler a queso...
Este lunes, el portavoz del Departamento de Estado, Ian Kelly, «relativizó» las declaraciones —¡que suenan atronadoras!— hechas anteriormente por el vicepresidente Joseph Biden, según las cuales Estados Unidos no interferiría ante un eventual ataque de Israel a Irán. «Ciertamente yo no querría dar luz verde a ningún tipo de acción militar», dicen que dijo, en una entrevista con el programa This Week With George Stephanopoulus, de la televisora ABC, y aclaró que Estados Unidos «no podía dictar a otra nación soberana qué debe hacer y qué no debe hacer»...
Luego le puso la tapa al pomo: Israel, como nación soberana, puede determinar qué responde a sus intereses y qué hacer con respecto a Irán y los otros países...
Con esta poca de leña puesta al fuego, el diario Israel Hayom hizo sus interpretaciones y citó —sin identificar, por supuesto— a un representante del gobierno de Tel Aviv, quien le apuntó que existen «acuerdos secretos con el gobierno de Estados Unidos sobre las opciones que Israel tiene en el tema de Irán», lo cual ni es una revelación, ni nada que pueda ponerse en duda; lo novedoso es el momento escogido para recordarlo.
En ese entramado vino aquello de ni digo sí, ni digo no, por medio de Mark Regev, portavoz del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu: «No quiero dar ningún tipo de interpretación».
Añada usted un componente esencial en el caldo de cultivo que se está preparando desde hace bastante tiempo —en la era de Bush, el hijo, y quizá antes—, las acusaciones de que el programa nuclear civil de Irán es la disposición para fabricar ya el arma atómica, una cantinela permanente tanto de Washington como de Tel Aviv; y el aupar, financiar y servir de caja de resonancia a los disturbios de antes y después de las elecciones iraníes, contra el presidente Mamoud Ahmadinejad. Para colmo, entre las falsedades de la farsa, últimamente aseguran una y otra vez que Irán está detrás de la ofensiva talibán en Afganistán, y esta es ya la guerra de Obama.
Israel, que durante años ha amenazado con atacar a Irán, está ahora bajo la égida de una coalición de extrema derecha ansiosa de probar sus alas de halcón, y quien sabe si también su arsenal nuclear, que sí lo tiene y desde hace mucho, por lo que Tel Aviv se ha cuidado bien de no firmar jamás el Tratado de No Proliferación Nuclear. Es obvio: lo poseo y lo usaré cuando me venga en gana.
Sin embargo, y volviendo a las ambigüedades, algunos oficiales del sector guerrero, incluido el secretario de Defensa Robert Gates, han advertido que un ataque militar contra Irán, esté o no participando directamente Estados Unidos, siempre serían culpados, y eso —afirmó— crearía un «desastrosa reacción». En abril, cuando hizo estas declaraciones, Gates empleó la palabra backlash que también puede traducirse como «repercusión», «crítica» o «respuesta hostil», y cualquier acepción estaría bien empleada; pero el caso es que Biden, ahora, ha dicho que EE.UU. no haría esfuerzo alguno para disuadir a Israel, ni se interpondría en ese camino «preventivo».
Sin establecer similitudes de posibilidades, no podemos echar a un lado que en 1982 la aviación israelí destruyó a bombazos un reactor nuclear de Iraq. ¿Se atreverían ahora a una incursión de magnitud y consecuencias imprevisibles?
Pero las complicidades, perdón, las alianzas, dictan posiciones y Obama insinuó no hace mucho que un Irán con armas nucleares probablemente llevaría a toda la volátil región del Medio Oriente a una carrera armamentista. ¿Y acaso, las bombas nucleares que SÍ tiene Israel no son las realmente provocadoras?
El doble rasero no ha dejado de formar parte de los «principios» o las actitudes cínicas de las administraciones estadounidenses. Así que en Washington se siguen pidiendo sanciones, por supuesto, para la nación persa, aunque para acallar las actuales especulaciones estén negando que hayan dado «luz verde» a un ataque israelí contra Irán.
Con razón el ministro de exteriores de Tel Aviv, Avigdor Lieberman, declaró que los comentarios del vicepresidente Joseph Biden eran totalmente «lógicos». Y ese puede ser el desatino de una «luz verde».