Acuse de recibo
La historia de una tala inmisericorde de savias patrias la envía Julio Jesús Cubría Peregino, desde la calle 21, no. 405, entre F y G, en Vedado, municipio capitalino de Plaza de la Revolución. Y lo hace porque la tiene muy cerca y le dolió.
Cuenta él que un joven de apenas 20 años, miembro de la Agrupación Católica Universitaria, junto a tres miembros más de dicha organización, partieron el 26 de diciembre de 1958 desde La Habana hacia Pinar del Río para determinar las necesidades básicas de medicinas, ropas, alimentos u otros enseres en apoyo al movimiento revolucionario. Y no llevaban armas ni fines violentos.
Los jóvenes eran: Julián Martínez Inclán, Román Pérez Lima, José Ignacio Martí Santa Cruz y Javier Calvo Formoso. Y fueron apresados ese día en horas de la noche. Los torturaron horriblemente, y el 28 de diciembre fueron ahorcados por los esbirros del dictador Fulgencio Batista.
Después del triunfo de la Revolución fueron reconocidos y venerados como los mártires de Guajaibón. En tributo, se erigió una capilla para las peregrinaciones hasta allí.
Pero uno de los cuatro mártires, que vivía en el Vedado, había sembrado en una tinaja, en la terraza de su casa, un incipiente árbol de cedro y lo estuvo regando y cuidando mientras vivió, como un símbolo de fe y victoria.
Precisamente en medio de la eclosión del 1ro. de enero de 1959, uno de los vecinos tomó el árbol y lo plantó en el área aledaña al edificio donde vivía. Con el paso del tiempo y el cuidado, el cedro creció, se convirtió en un árbol embellecido que servía de albergue a las aves y daba sombras a los vecinos que, en los pequeños muros que lo rodean, se sentaban a disfrutar un poco del fresco que en esa esquina de 23 y E se recibe. El cedro se había convertido en un símbolo histórico de la comunidad.
Pero en los primeros días de septiembre pasado, relata Julio, una brigada de la Empresa Aurora cortó más de la mitad de ese árbol, no sin la resistencia y la oposición de algunos vecinos. Y no les hicieron caso los taladores, quienes manifestaron que estaban cumpliendo con una orientación superior.
«Ese árbol, refiere Julio, está ubicado en el área de un edificio, rodeado por un pequeño muro. Sus ramas no dañaban ningún cable eléctrico o telefónico. Sin que tenga plena seguridad pienso que lo cortaron porque es cedro, madera preciosa. Y la acción pudo haber sido concebida con el propósito de comerciar la madera.
«Algunos vecinos fuimos a distintos lugares con el fin de denunciar el hecho. Y, finalmente, enviamos por escrito a la Empresa Aurora nuestro malestar por lo sucedido, pidiendo explicaciones. Pero hasta estos momentos no se han pronunciado al respecto.
«Ponemos en conocimiento de ustedes lo sucedido, porque tal vez de esta forma los responsables se sientan motivados a dar una explicación y eviten que situaciones como esta se puedan presentar en el futuro», concluye el remitente.
Odalys Pérez Reyes lleva esperando por Etecsa más de cinco meses, allá en Calle D, no. 78, entre Avenida Rosario y 2da, en el reparto Rosario del municipio habanero de Arroyo Naranjo. Y sigue incomunicado su teléfono.
Cuenta que el 8 de junio del presente año reportó con el número 8931268 la interrupción, a nombre de su esposo Evelio Raúl Cervantes, el titular del servicio. Le siguieron llamadas ocasionales para saber del reporte, sin ninguna información. Y les sugirieron presentarse en el departamento de Atención al Cliente en las oficinas de Etecsa en Aldabó.
Allá fue el 18 de agosto pasado, y le atendieron el gerente y el especialista de redes, quienes prometieron que en la semana siguiente sería restablecido el servicio, o darían la respuesta consiguiente.
«Han transcurrido cinco meses y 12 días de realizado el reporte, y no existe respuesta alguna de Etecsa. Existen reporte al 118, quejas y reclamaciones, y plantean que hay demoras para tramitar. Mi esposo es propietario de ese servicio por más de 20 años, por lo que acudimos a ustedes por no ver seriedad en solucionar el problema, y conocer de dos vecinos que también están afectados por una situación similar, los que han acudido en reiteradas ocasiones sin respuesta alguna», termina.